19 diciembre, 2007

No estivar más de cuatro cajas...

Si lo que hacen osos y otras alimañas durante el invierno se conoce como "hibernar", ¿corresponde a las bestias perezosas del verano "estivar"? La respuesta andará por ahí, pero, ahora, perezoso, no he de indagar. Este blog entra en estado de estivación hasta que me den ganas. Un saludo, amables contertulios, que el solsticio de verano los agarre bien parados y hasta la vista.

17 diciembre, 2007

Nobleza obliga

¿Han notado, amables contertulios, que, de un tiempo a esta parte y si no me equivoco, pueden identificarse para hacer comentarios en Blogger usando sus cuentas Wordpress y hasta Open ID?

Hoy, Google es "bueno" y vela por nosotros.

06 diciembre, 2007

Identificación y economía del link: el intervencionismo de Google

¿Han notado, amables contertulios, que de un tiempo a esta parte y si no me equivoco Blogger ya no permite hacer comentarios poniendo a mano un nick y una dirección, sino que sólo ofrece las alternativas de
a) o bien usar una cuenta Google o bien

b) ser Nadie?
Frente a identificarse como usuario Google, las opciones son firmar "Anónimo" o poner un nick sin URL, lo que, en este ecosistema que nos reúne, es lo mismo que nada.

Eso significa que, si alguno de ustedes tuviera la gentileza de comentar aquí, debe hacerlo asumiendo una identidad Google.

Aquellos de ustedes que no usan Blogger, entonces, o dejan comentarios sin enlace (y todos sabemos que este ecosistema funciona en base al enlazado) o se sacan una cuenta Google.

No me gusta. Hay algo llamemoslé orwelliano en eso...

22 noviembre, 2007

Abominables (como los espejos)

"...éramos los monstruos
conversando en terrazas
bajo la luna..."
Rain, Glassier, Cyborgs y Zines


...bajo su luz plateada que a duras penas esquiva las nubes (difuso marco de jazmines, brillo insólito de gardenias). Las barandas, mi amor, el parapeto, la escalera. Y tus dos bocas y tus varias lenguas y mis tres brazos y tus folículos ovarios y el silencio que sobrevino. El beso arrebato, mordedura (el silencio que sobrevino, los mudos relámpagos). Mi sexo inmenso, tu vagina profunda, nuestros cuerpos gigantes, cavernosos, cavernarios. La monstruosa masa de carne que nos ha tocado, mi amor, garchando, licántropos bajo la luna (aullando), en las terrazas, las gardenias sacudidas por el viento. Y tu orgasmo y la tormenta que vela las estrellas y el salto enorme surtidor y semen cáustico y tu vientre temblando como el mundo (el viento, los truenos, claro) y la lágrima de vida que ahí comienza (en la lluvia), la nueva bestia que creamos, pedazos uno de otro, queriendo o no, masa de células de fragmentación, y el hincharse de tu abdomen y los demasiados dolores del parto.

Sólo éramos monstruos, en las terrazas, bajo la luna.

14 noviembre, 2007

Magnitud

Yo sí que no puedo parar de joder: se me dió por reparar en el hecho evidente de que la eternidad se divide en dos períodos que, en la medida en que tienden ambos al infinito, se pueden considerar de magnitud igual. Que la eternidad se divide en mitades, eso.

La primera mitad está constituida por la monstruosa masa de tiempo durante el cual uno ni siquiera ha existido. La otra mitad es la monstruosa masa de tiempo durante el cual uno se encontrará en un estado aparentemente perdurable, al punto que dirán: "está muerto", así, en presente, aún cuando ya haga décadas que no queda del muerto ni el polvo.

Entre las dos mitades está uno, igual que un mojón: a todos los fines prácticos y teóricos, de magnitud irrelevante.

12 noviembre, 2007

Paralelogamos

Hay días y días, lo sabemos todos. Hoy tengo ganas de que pase algo y no sé qué: una sensación vulgar (o la expresión vulgar de una sensación). ¡Claro! Si en definitiva uno no es más que un manojo de vulgaridades a la deriva que se empecina (dudo entre poner "empecina", lo que refiere al manojo, o "empecinan", que vuelca la atención en las vulgaridades), digamos entonces: empecinan, en remar hacia algún lado y después elabora (aquí sí, el manojo) una teoría de las desviaciones para explicar por qué, paralelográmicamente, en realidad alcanzó el punto X, cuando sus fuerzas pretendían llevarlo a W y el viento apuntaba a Z.

22 octubre, 2007

Ni siempre ni nunca

¿Falta mucho para el Plaza?- preguntó la vieja, sin subir al colectivo, desde la calle.

-Viene atrás -le contestó el chofer, y alcancé a oírlo. La novedad me causó malestar. "Siempre viene atrás. Si no pasó ya, no puede ser de otro modo: viene atrás". La vieja, que había preguntado por el tiempo y no por el espacio, volvió a subir al cordón, satisfecha. Me miró como miran las vacas que esperan la crecida del río atrapadas en el fango del lecho. La miré con indiferencia mientras recuperaba su lugar en la fila.

"Siempre viene atrás", pensé otra vez. Y la frase se me pegó en el fondo del cráneo con la misma insistencia con que permanece allí grabada la imagen de un pedestal vacío que adorna la plazoleta de la parada. "Nunca hubo una estatua sobre ese pedestal", pensé enseguida.

Recuerdo que mi hermana me escuchó usar una vez la palabra "siempre". "Siempre y nunca son palabras atroces: nunca es siempre, nunca es nunca", me dijo, enojada, terminante, como si yo hubiera faltado a un fundamental acuerdo y ella estuviera recordándomelo. Pienso en palabras atroces; acabo de usar más de una.

Insisto: recuerdo que ese pedestal ha estado vacío desde que noté su presencia. ¿Es eso mucho tiempo? Y supongo, puesto que nada de eso pasa en este momento, que recuerdo a mi hermana, a una mujer un poco más joven que yo en la que pienso ahora como mi hermana, reaccionando ante mi uso de la palabra "siempre". Ahora no es siempre, ni nunca. Quizás la que pienso que es mi hermana tuviera razón y algo esté fallando en la pantalla de mi mente. Sé que los choferes del Las Casas, del Industriales, del Puente Angosto, dicen que el Plaza viene atrás. Lo sé en este momento, de eso no tengo dudas. Si yo no tuviera en el fondo del cráneo grabada la imagen del pedestal vacío, eso me hubiera bastado cuando lo dijo el chofer y me habría quedado tranquilo en mi lugar de la fila, con la expresión de las vacas que esperan la crecida. Tal vez no fue sino que acababa de ver el pedestal vacío y en realidad no hubo nada que pudiera llamar un recuerdo, si un recuerdo es algo que viene a ocupar el lugar de otra cosa que ya no está. Después de todo, hoy o siempre, lo mismo da, el Plaza viene atrás.

Llegó el Plaza. Mientras la vieja levantaba el brazo para indicarle que parara, llamó mi atención un tipo que escapaba escapaba del bar al otro lado de la calle. Eso no está pasando ahora: ahora, que no es siempre ni nunca, lo recuerdo.

12 octubre, 2007

Tres pasos. Hasta los dientes

La musicalidad, las partituras, las traducciones:
"...the tip of the tongue taking a trip of three steps down the palate to tap, at three, on the teeth. Lo. Lee. Ta."
Uno puede ponerse a explicar qué se dice en ese párrafo, abundar en su significado, que es sobre la lengua, un paseo, tres etapas, los dientes. Alguien podría pensar que eso es traducir ese párrafo. De alguna manera, lo es, indudablemente. Enrique Tejedor, traductor de la edición de Grijalbo, recoge el guante: "la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.".

Pero uno puede, en cambio, detenerse a escuchar en la versión inglesa eso que el lado analítico del cerebro llamaría "aliteración" y descubrirse inmediatamente repitiendo "lo-lee-ta" para escudriñar los tres pasos.

Puede entonces volver a leer la oración y sentir la lengua golpear todas y cada una de esas tes secas, esas zetas húmedas, esas lúbricas erres, escuchándolas con la parte de adentro de los tímpanos, respirando los acentos y las pausas de la frase, imaginando como podría sonar: "the TIP of the TONgue - TAking a TRIP of THREE STEPS down the palATE - to TAP - at THREE - on the TEETH - Lo - Lee - Ta".

Y entonces, a partir de la musicalidad, de la sonoridad de la frase, pasar a darse cuenta de que está moviendo la lengua. Uno empieza Lolita deteniéndose a sentir su propia lengua.

En la segunda oración de su novela y de un solo saque, Nabokov hace al lector paladear el nombre "Lolita".

Qué hijo de puta, este Nabokov.

08 octubre, 2007

Bam

Y fue entonces que se oyó en la noche un estallido o un disparo o no sabemos qué. Sonó fuerte y claro, aunque a lo lejos, y nos despertó. Después, nada. Lo siniestro de esos ruidos en la noche, estallidos o disparos, no sabemos qué, es el silencio que les sigue. Si al menos alguien gritara, si al menos alguien corriera, si alguien se riera a carcajadas. Pero, en los baldíos que orillan el arroyo, brotan de la nada estos estallidos, sin anuncios, y después, otra vez, la luna y los eucaliptos. Ni los perros hinchapelotas ladran. Nos quedamos en la cama, entredormidos, esperando una señal. No sabíamos si alguien había sido asesinado, si alguien se había suicidado, si había reventado una garrafa o si explotaban petardos en la fiesta más grande del mundo. "Fue un tiro", murmuré. Un tiro único y suficiente. La duermevela no puede prolongarse demasiado. Pasado un rato, ella a mi lado se ha dormido. El silencio de la noche es rotundo y límpido. Al rato, me duermo yo.

05 octubre, 2007

Nota gramatical

Acabo de reparar en que la primera persona del presente del indicativo de los verbos "mentar" y "mentir" son morfológicamente indistinguibles.

02 octubre, 2007

Cataplum

"Las tartas de nata golpean plenamente gracias
a tres cualidades inéditas y propiamente filosóficas.
Son azucaradas. Son opacas. Son blandas.
Nos alcanzan en lo que consideramos bueno, verdadero y bello."

Roser Berdagué traduce el
"Elogio de la tarta de nata",
de
André Glucksman,
en La estupidez.


Me pasa, a veces, que alcanzo a darme cuenta de que he caído en la estupidez. Es algo que no me sale decir sino así: "he caído", en perfecto compuesto, el tiempo que, dicen, en nuestra lengua, conecta el pasado con el presente. Algo ha pasado y mete sus patas en el ahora. Nunca podría decir "me doy cuenta de que caigo" en la estupidez. No sé, se me antoja que por definición es algo que no puede estar en la conciencia en el momento en que pasa. Mucho menos puede anticiparse. Tampoco, entonces, podría decir "caeré en la estupidez". Eso me permitiría conjurarla, tal vez. Pero la estupidez es fatal, y para cuando me doy cuenta, ya ha acontecido. (Hay un payaso en medio de la pista. En la barahúnda, una torta de crema lo sorprende realmente y le estalla en la cara. Para volver a su papel, escoge caer al suelo aparatosamente, patas arriba, los zapatotes rojos. El público ríe, aplaude, silba, grita, se compadece, se mofa; las reacciones del público son tantas. Terminado el número, el payaso se incorpora. Dirige la vista al lugar donde ha decidido imaginar al destinatario del gesto y, tocando el ala de su sombrero, hace una pequeña reverencia; lo escucho incluso murmurar "chapeau". Después, con la mayor dignidad de que es capaz, abandona la pista. En su carromato, se despinta la cara y mira en el espejo, durante todo el tiempo que dura el tiempo presente, su humanidad desvencijada).

01 octubre, 2007

"Dado que no existe estupidez que no nos sea imputable, la preocupación de estudiarla se ve contrarrestada por la de protegerse contra ella, y allá cada uno (...). En esta materia, los más expertos se quedarían en perfectos ignorantes si no hubieran estado a punto de perderse en cuerpo y alma, por su propia cuenta y riesgo, en dudosos combates y singulares afrentas. El cauteloso elogia la estupidez de su oponente (...); pero sólo aquellos que, por su cuenta y riesgo, la han paladeado, la reconocieron íntima, susurrante, la beben salobre, valoran sus sortilegios y su sabor."

André Glucksman, La estupidez, 1985.

Nota: Roser Berdagué, autor de la versión española que infielmente transcribo, traduce no sé que palabra francesa por "zotes", la cual yo, a los fines de mejor apropiarme del texto, reemplacé por "ignorantes". Sin embargo, "zote", tiene matices que "ignorante" no tiene. Poroto para Berdagué.

26 septiembre, 2007

De la social construcción y circulación del sentido

Sumario de navegación (o un retromapa de la circulación del sentido):

Vero puso un post. Varios le dejamos comentarios. Inspirado por el post de Vero, Puck puso otro post y nos propone una deriva a otro suyo más viejo. Por si fuera poco, resulta que hace un tiempo, Vero había puesto este otro post sobre el mismo tema, que tenía algo que ver con este que, por mi parte, había puesto yo. Con diferentes grados de separación en la mutua referencia y en el tiempo, están relacionados.

Ergo:

Yo iba a dejar lo que sigue como un comentario más al post de Vero, pero sentí que abusaba de la amabilidad de la anfitriona cuando ví la extensión de lo que había escrito (y que presupone todo lo dicho allí):

Yo sigo preguntón: ¿no será que lo interesante, lo estimulante, es el intersticio entre lo que uno cree pensar y el desafío que le plantea la posición adversa? ¿No será que la riqueza de la frase clave de Baterbly es que habilita las acrobacias de Borges y las de Deleuze (a propósito: convengamos que Deleuze no habrá traducido nunca "preferiría no" -¿cómo lo habrá dicho en francés?)? ¿No será descubrir las trazas de la corrección del borrador (ya sabemos: otra cosa corresponde a la "religión o al cansancio") lo que seduce?

¿Y puede estar en juego otra cosa que seducción en una teoría (y pienso en Baudrillard, como lo más obvio, pero en Rorty también)? ¿Está mal dejarse seducir por lo que nos seduce? En el post antiguo que menciono arriba, Vero traía a cuento la idea de la Sontag (releo el post y refresco ahora que era la Sontag) sobre una "erótica del arte".

Será necedad de enamorado, pero me niego a aceptar que haya en un texto algo inmanente que lo justifique de una vez y para siempre: es la idea base que prende todas las hogueras.

A todo lo cual no cabe sino la reacción de Vero: "A la marosca!"

17 septiembre, 2007

Lucas Pizarro y las unidades de significación

Fue cuando ella le prestó un disco.

"Am I not your girl?", preguntaba Sinéad O'Connor desde la carátula en blanco y negro, sentada mirando para otro lado y dibujando con sus manos una inequívoca vulva. Lucas vió algo más que la vulva y que Sinéad y que un montón de canciones más o menos feas. Pensó una respuesta para esa pregunta. Cuando le devolvió el disco, le llevó "I'm your man", ese álbum en cuya foto de portada Leonard Cohen está con una banana en la mano. Dos joyas de sutileza, una junto a la otra. Al verlas, ella se rió.

-¿Black coffee? -dijo él, refiriéndose a una canción del disco de Sinéad.

-First, let's take Manhattan- contestó ella, retrucando con una de Cohen.

-¿Preferís el whiskey o el bourbon?

En ese diálogo incongruente se hallaron cómplices. Tomaron café, cenaron con vino, tomaron unos Manhattan. Habrá estado bien. Esa noche echaron su primer polvo, mientras las baladas de Bill Frissel y Elvis Costello se repetían interminablemente en el reproductor.

04 septiembre, 2007

La creación según San Francisco

Érase una vez, hace muchísimo tiempo, cuando el Universo no consistía en nada más elaborado que un servidor tratando de convencer a todos y cada uno de los miembros de este maravilloso público de que era entonces nada más, pero nada menos, que un enorme sillón marrón suspendido en el medio del vacío enorme, que un rayo de luz bajó de las alturas, se manifestó el buen Señor, miró el sillón y dijo: "¡A la pelota, qué lindo sillón! Con un par de margaritas y la compañía adecuada, podría ser un éxito comercial."

"Pero lo realmente necesario", dijo el gran Dios, "es un piso donde apoyarlo". Para realizar su proyecto arquitectónico, el buen señor convocó al Celestial Cuerpo de Ingenieros y cantó una bonita canción en alemán, el idioma que usa cuando debe tratar asuntos importantes: "Gib zu mir etwas Fussbodenbelag / Unter diesen fetten fliessenden Sofa", que como todos sabemos significa: "Hágase el piso debajo de este enorme sillón flotante". Entonces, incontables tablas de roble cubrieron el vacío hasta donde la vista alcanza, extendiéndose de un extremo al otro del mundo.

El Señor dejó a un lado su enorme cigarro, se sentó en el encantador sillón y procedió a revelar el grueso de su mensaje tocando con un pequeño clarinete eléctrico una canción que decía más o menos así...

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29 agosto, 2007

Postulo que esto y esto no constituyen momo, puesto que, si bien no se convocan ni se sospechan ni se intertextan ni se refieren, el lector avieso, tercero en discordia, condenado a suponer lo que no hay donde no está, puede tender entre ellos un enlace (que no un link) tenue y caprichoso. Como cualquier enlace...

27 agosto, 2007

III

...entonces la corrí, la alcancé y la detuve. Le dije "mentira: vine a verte, vine a buscarte porque no te dije toda la verdad, porque te mentí estúpidamente, porque soy un loco idiota enamorado de tu fantasma y los fantasmas aúllan toda la vida si uno no los acalla, porque sí, porque no quiero quedarme viendo cómo te alejás de mí, porque quiero tenerte aunque sea una vez, una noche; vine a buscarte".

Me pareció que el fantasma iba a decirme algo. Le cerré la boca (esa boca que pretendía usar para manifestarse) de un beso.

24 agosto, 2007

Así en la Tierra como en Trafalmador...

"...each clump of symbols is a brief, urgent message -describing a situation, a scene. We Trafalmadorians read them all at once, not one after the other. There isn't any particular relationship between all the messages, except that the author has chosen them carefully, so that, when seen all at once, they produce an image of life that is beautiful and surprising and deep. There is no beginning, no middle, no end, no suspense, no moral, no causes, no effects. What we love in our books are the depths of many marvelous moments seen all at one time."

Kurt Vonnegut, Slaughterhouse 5.

Entonces, la blogósfera como un libro trafalmadoriano. Entonces, Vonnegut parafraseado:

¿No es cada manojo de símbolos un mensaje breve y urgente que describe una situación, una escena? ¿No los leemos todos a la vez (o desordenadamente) y no uno a continuación del otro? ¿No encontramos acaso que no hay ninguna relación particular entre ellos, salvo el hecho de que sus autores los escogieron cuidadosamente, de modo tal que, en conjunto, producen un retrato de la vida vida bello, sorprendente y profundo?

¿Hay introducción, hay nudo, hay desenlace? ¿Hay suspenso, moral, causas o efectos?

Lo que nos gusta de nuestros blogs es la profundidad de muchos momentos maravillosos vistos a la vez...

21 agosto, 2007

II

-Debe estar por allá -dijo Santiago. Lo seguí; parecía resuelto. Entramos a un gran salón comedor. Había varias decenas de mesas, todas ocupadas. El ruido de las voces era alto. Los comensales parecían muy animados. Iban y venían de una mesa a la otra, al bar, al buffet; se servían frutas (papayas, mangos, guayabas), nachos, raclette, ceviche, cuscús. Bocas llenas, muchas, numerosas, infatigables.

Santiago y yo recorrimos el salón. Lo perdí en la multitud. Ví que a mi izquierda se abría una arcada y la atravesé. Entré a un pasillo al cual daban unas puertas numeradas, adornadas con pomos dorados y brillantes. Los números, metálicos, estaban escritos en una tipografía que podía ser la Georgia. Las descendentes eran más exageradas, sin embargo.

Yo no tenía idea de cuál era la puerta que buscaba. Ella me había dicho: "mi departamento es uno bien modesto entre dos fastuosos". Busqué signos que me permitieran advertir eso. Todas las puertas eran iguales, todos los números estaban igual de pulidos. A todo lo largo del pasillo, un torrente de gente que iba y venía del comedor me empujaba y me hacía imposible observar detenidamente las puertas.

Hasta que noté que al final del corredor, en el extremo opuesto al salón, estaba el mostrador de la conserjería. Me acerqué.

-Busco a la señorita Sakina Blanche- dije.

-El 15 -me contestó una chica joven y morocha, bella e indiferente.

"El 15", pensé, y lamenté la obviedad con que a veces se desmerece a sí misma la realidad.

El 15 estaba, claro, entre el catorce y el dieciséis. Nada en esos números me hacía pensar en departamentos fastuosos. Lucían mas bien banales. Y a decir verdad, el 15 no parecía mucho más modesto.

No alcancé a golpear; Sakina estaba abriendo la puerta y nos encontramos frente a frente.

-¿Qué hacés acá?- me preguntó conjugando a la manera rioplatense.

-Nada -mentí. Ella, que no había detenido la marcha iniciada al abrir la puerta, al pasar a mi lado, me dió el beso que las costumbres argentinas imponen. Por un momentó creí que iba a abrazarme y mi cuerpo se dispuso al contacto. Siguió, sin embargo, de largo. Creo que la disposición de mi cuerpo no alcanzó a ser manifiesta. Si ella la hubiera notado, me hubiera sentido humillado.

Me sentí humillado. La ví alejarse con total indiferencia e intercambiar palabras gentiles con los conocidos que la cruzaban. No iba al comedor, iba en sentido contrario, más allá del mostrador de la conserjería.

No sé qué hay ahí.

15 agosto, 2007

Puck Robin Goodfellow wrote:
"...pienso en todas las versiones que Miles
pudo haber producido de 'Limbo'
durante sus distintas etapas,
y, ya que estamos en envión,
cada uno de esos días
en que las manos le picaban tanto..."


...me pican las manos, reina, me pican. El escozor empieza en las muñecas, ¿sabés? Digo las muñecas por decir, porque me gusta la palabra "muñeca", porque ese nudo del cuerpo parece un buen lugar para que algo empiece, y porque decir que me empieza en el alma sería muy cursi... Nunca digas que una vez te dije que la picazón me empezaba en el alma, please... qué sé yo qué será el alma. Me pican las manos, es eso. Mirá como se me ponen. ¿No lo notás? Claro, no me brotan puntitos rojos ni la piel se me pone bordó, pero fijate, queman, ¿no lo notás? las manos calientes... tocame... viene de adentro... ¿acaso puede uno rascarse el lado de adentro de las palmas? Es insoportable, ayudame, agarrame las manos, apretalas fuerte. Cantá una canción, reina, un rato. Esa que te sale tan hermosa, así, sonriendo, como Ella. Eso me calma. Un rato, pero vuelve. De chico, me picaban las manos y me daba por rascarme con un palito o una ramita. Pero eso no sirve, porque mientras te rascás una mano te pica la otra, una tortura. Un día ví a mi viejo hacerse un emplasto con aceite y azúcar, después de terminar de arreglar no sé qué cosa del auto. Lo hacía para sacarse los restos de grasa. "Me pule la piel", decía, cosas de mi viejo. Pero un día que la picazón era espantosa se me ocurrió probar. Te ponés una cucharada de azucar en la palma, le hechás un chorrito de aceite y frotás una mano con la otra, como lavándote. ¿Sabías que el azúcar no se diluye en el aceite? Se hace como una pasta de pulir y te raspa la piel sin lastimar. Me dió alivio. Un rato. Todavía lo hago, cuando la picazón me enloquece. O me pongo un disco de Miles. Uno lo escucha y parece fácil eso de tocar sin vibrato, soplar adentro de un tubo de metal y sacar un sonido liso, parejo, imperturbado. Fijate. ¿Escuchás el esfuerzo? Yo lo escucho, es como si el tipo intentara rascarse las palmas por el lado de adentro. Rascar el alma.

Qué se yo qué será el alma.

...these days, he also wrote this.


13 agosto, 2007

I

El asunto es que, de repente, lo que pensé que era un ascensor empezó a desplazarse de costado. Fue incómodo porque giró sobre su eje transversal, como si el cable que hasta ese momento lo impulsaba hacia arriba hubiera comenzado a arrastrarlo sobre unas vías o algo así. Me acomodé a la nueva disposición de mi vehículo, obligado por la gravedad. Pensé que estaba en algo similar a un carrito de los que se usan en las minas. Esa impresión fue más fuerte cuando noté que mis pies, por inercia, se separaban del que ahora era el piso de mi transporte y tardaban en seguirlo en su abrupta caída. Es decir: caíamos. Debo aclarar que Santiago estaba conmigo, y no parecía sorprendido.

-Ahora parece una montaña rusa -exclamé.

-¿Por qué "ahora"? -me respondió, más extrañado por el adverbio que por los raros movimientos del que creí un ascensor. Caí en la cuenta de que hasta ese momento yo había estado callado y no le había participado mi pensamiento sobre el carrito minero. Le aclaré:

-Hace un momento pensé que estábamos en algo parecido a un carrito de los que se usan en las minas -dije, incapaz de hallar otra manera de denominar a la cosa que estaba imaginando-. Y ahora pienso que parece el vagoncito de una montaña rusa.

Una violenta pirueta me cerró la boca. Es decir: la fuerza de la gravedad y la inercia forzaron mi mandíbula hacia abajo, por lo que estrictamente debería decir que la boca se me abrió, pero el efecto fue el de obligarme a callar, lo que se dice "cerrar la boca". Aunque también se dice "mandar a callar", "hacer callar" y miles de otras expresiones en las que no pensé en ese momento. Un lío: no sé qué pensaba en ese momento, mientras el ascensor-carrito-vagón se sacudía como loco, temblaba que era un espanto y metía un ruido como para disimular una estampida de bisontes.

Tan sorpresivamente como había empezado a desplazarse de lado, el ascensor-carrito-vagón disminuyó violentamente la velocidad. Trastabillamos. No se detuvo completamente, sino que siguió moviéndose con la parsimonia con que un bote se arrima al muelle. La que era la puerta del que creí un ascensor había quedado sobre nuestras cabezas. Mientras el vehículo aún se movía, intentamos abrirla. Cedió. Nos asomamos. Parecíamos efectivamente dos náufragos que espían el acercarse de la tormenta por sobre la borda de su bote salvavidas.

Lo que se acercaba era, en cambio, un muelle. El ascensor-carrito-vagón-bote rebotó contra las tablas. Saltamos al muelle. Atrás, nuestro transporte se alejaba.

06 agosto, 2007

..y la poesía cruel

Este tango tiene mucho material como para ponerse a jugar a casi cualquier hermenéutica (ya no más eso de que "sos lo único en la vida / que se pareció a mi vieja"). Pero hoy, estos días, me detengo en esa estrofa, sabihondos y suicidas, y pienso en dados, timba...

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19 julio, 2007

En el principio fue la voz

¿Para qué suponer que en el principio fue el verbo? Antes que él, ahí, más cerca del cuerpo, vibración y trémolo, está la voz. Aún antes de que las palabras hagan la luz.

La voz antecede al mundo.

Y cuando el diafragma se tensa y el abdomen conoce el temblor, allí, en el fondo oscuro, algo preña las ondas, algo, mi dulce hermana del alma, traiciona la mano que en un puño pretende aferrar eso que se le regala al aire.

En el principio fue la voz. Después vino todo lo demás. Después todo vendrá.

17 julio, 2007

Patente de corso: algunos derechos reservados

El negocio está instalado en una galería comercial. Tiene las paredes cubiertas con exhibidores repletos de CD's.

-Estoy buscando juegos para PC -el nene, a mi lado, mira expectante las cajas apiladas sobre el mostrador. Esas cajas revelan algo que no esperaba yo que fuera de otro modo: todas sus tapas están impresas con impresora de chorro de tinta.

-Tengo estos -me dice el que atiende mientras me pasa una carpeta. Contiene fotocopias o escaneos de las tapas de los juegos disponibles- ¿Tenés idea de qué máquina tenés?

-Un AMD Athlon 64 a 3200 Mhz con 512 de RAM y video NVidia integrado -le recito.

-Ah, es poca máquina. La mayoría no te va andar... algunos si detectan el video integrado directamente ni se instalan...

-Vemos qué tenés y elegimos alguno. Vos nos decís si puede andar... -y nos ponemos a mirar el catálogo.

-Este, pa, quiero este -exclama el interesado y señala con su dedito.

-¿Este andará en mi máquina? -le pregunto al vendedor.

-Puede ser, acá lo tengo -me informa, y me pasa una caja. La abre para mostrarme que el CD, plateado, sin marca y rotulado a mano con marcador indeleble, está bueno, sin rayaduras.

-Yo te digo porque no lo podés llevar y probar. Si no te anda no lo podés cambiar. Imaginate, vos lo grabás y después me decís que no te anduvo y te llevás otro...

Me río. Claro. En definitiva, el capitalismo es así: el sistema funciona sólo si algunos pueden ser piratas.

12 julio, 2007

Tirar la cadena (ahí vamos)

"Papá, papá,

¿por qué vos decís 'tirar la cadena'

si el inodoro tiene un botón?"


Me ha sido dado comprobar en carne propia la efectividad cruel y despiadada de las maldiciones meméticas, efectividad aún más despiadada si consideramos su concreción prospectiva. Me explico: si bien es recién ahora que Mr PC me pasa el vástago en una cadena que amanaza con que "si la cortas, te cagas", según advierte quien se la pasó a él (Yael, en Desde la ducha), hete aquí que la escatológica maldición había ya caído sobre mi preventivamente, cual unidad de marines, el sábado próximo pasado. Qué cagada. Resulta que aunque la así impúdicamente mentada diarrea me mantuvo atornillado al excusado por largos e intestinalmente dolorosos períodos, la oportunidad no pudo ser aprovechada para solaz y plácida lectura como es mi habitual, por lo que debo admitir que aún no he llegado a la página 139 del libro que estoy leyendo, de la cual, exige el meme, debo extraer el segundo párrafo, haciendo caso omiso de los mecanismos por los cuales la tal obra otorga sentido al susodicho segundo párrafo de la página 139.

Temiendo que, como los retrovirus, y a diferencia de la varicela, la maldición memética pueda caer nuevamente sobre mi, respondo al guante lanzado por mi tocayo, me salto unas páginas del libro-que-estoy-leyendo y transcribo así, sin tener idea de qué va, el segundo párrafo de la página 139 del libro-que-estoy-leyendo:

"(1) When she began this letter, she intended that it should be a compassionate demonstration of Christian principles. That is to say that in return for your letter to her, wich apparently annoyed her, she meant to turn the other cheek hoping in this way to incite regret for your previous letter and to place you on the defensive in your next".

In Cold Blood, Truman Capote.

Un párrafo emocionante, esclarecedor, luminoso. Un párrafo que, a decir verdad, apenas alcanza para hacer la pueril declaración de que estoy leyendo a Capote (un libro, por cierto, que, hasta el momento, no me ha provisto de párrafos grandilocuentes, citas citables, bellos pedazos; su eficacia está en otro plano; y vaya si la tiene).

Como resulta que aún no he llegado al párrafo en cuestión, no tengo idea de qué cartas habla, de quien, ni para quién. El párrafo está entrecomillado en el original, como si fuera un cita o una transcripción, así que me doy cuenta de que tampoco tengo idea de a quién se cita, ni por quién es citado. La maldición memética cae nuevamente sobre mi: suelto y descolgado, privado de contexto, el párrafo se ve deslucido, una cagada.

Como la maldición ya ha operado, da igual ahora si corto la cadena o no.

10 julio, 2007

Oíd el ruido...

1 - Si alguien me preguntara, mi primer impulso sería decir que las "cadenas" no me gustan. Sin embargo, la realidad es que me he enganchado en varias. Será que soy un hombre de blandos principios y de convicciones volubles. O que no me tomo nada demasiado en serio, que estoy siempre dispuesto a cambiar un punto de vista, a ver las cosas de otro modo.

2 - En este caso, además, siento que no hacer honor a la invitación de Rain sería una descortesía enorme.

3 - Porque me doy cuenta que la cortesía me parece una valiosa cualidad a cultivar. Un gesto cortés, me gusta pensar, habla de un acto de soberanía o de libertad: es innecesario, inútil y nada que tenga que ver con el "sentido práctico" lo justifica. Lo hacés porque se te canta.

4 - Además, resulta que comparto con Rain esa sensación de que algo me distancia taxativamente, terminantemente, de quienes desprecian o no entienden el mundo de los niños y el de los adultos que con ellos se relacionan. Esa falta de curiosidad por lo que lo infantil nos trae, o la declamada hostilidad para con ese plano de experiencia, me produce tristeza y desconfianza: hasta llego a pensar que hay ahí un gran mesianismo apenas disimulado.

5 - Y los mesianismos, sobre todo los que pretenden disimularse, son algo que me resulta por todos lados hostil (y eso es algo que me tomo relativamente en serio).

6 - Por lo demás, soy un sujeto que tiende a contemporizar, a buscar la paz y la concordia, la conciliación de los opuestos, etc, etc, etc. Que soy de Libra, bah. O Perro, asigún el horóscopo chino. Un perro de libra.

7 - Y eso, más de una vez, me lo han señalado más como un defecto que como una virtud. Digamos que lo yin y lo yan de una misma característica. He llegado a creerlo también, muchas veces.

8 - En todo caso, esta nueva participación mía en una cadena me demuestra que soy un consecuente rompecadenas: como en las oportunidades anteriores, no le paso la invitación a nadie.

03 julio, 2007

El triste sino de Noel Redding

La historia de Salieri ha sido contada innumerables veces. Esta es nuestra aproximación al drama del hombre eclipsado por otro hombre de talento excepcional.

Noel Redding nació el año en que terminó la mundial guerra dos. Era navidad. La cosa debía estar aún un poco desmejorada en su Inglaterra natal. Me imagino que se habrá criado entre escombros y fantasmas numerosos. O no. Aunque algún pariente suyo, su viejo, un vecino, habrá muerto en el frente o en los bombardeos de la Luftwaffe. O tampoco. Pero eso de haber nacido en la navidad del '45, de alguna manera, debe haberlo marcado. Mas no alcanzó para convertirlo en Roger Waters, por ejemplo. No importa, no es con Waters que este hombre se mide. Lo suyo era otra cosa: dicen sus biógrafos que le gustaba la guitarra. Tocar, digo, la guitarra.

A los nueve, consta, estaba estudiando violín. Y mandolina, vaya cuelgue. A los 14 empezó con la guitarra. No hay registro exacto de la edad que tendría cuando empezó a usar un exagerado peinado afro. Ser inglés, blanco y usar peinado afro era motivo suficiente para ser contratado para tocar en una banda de rock, entonces y ahora, lo sabemos todos. Él quería ser guitarrista, pero consiguió el laburo por el pelo. Como la banda ya tenía violero, le ofrecieron tocar el bajo. Aceptó, que el estómago tiene razones que el corazón no comprende.

Qué cagada. Noel Redding, que quería ser guitarrista, tuvo la descomunal fortuna de que lo contrataran para tocar en una banda que alcanzaría fama: de Noel se dirá que fue el bajista de la Jimi Hendrix Experience.

No es moco e' pavo. No deja de ser una fama lustrosa y un seguro de inmortalidad relativa.

Pero él quería ser guitarrista.

http://www.youtube.com/watch?v=keyu0CEfj2s

28 junio, 2007

Una de amores trágicos...

-Es claro que ella te gusta, y mucho- le dije.

-¿Y qué carajo hago yo con eso? -me contestó- ¿Escribo un poema? ¿Tallo el tronco de un árbol milenario? ¿Compro un ramo de flores y se lo mando sin remitente? ¿Cruzo un pasacalles frente a su puerta? ¿Mato a mi mujer y huyo al desierto? Esa, esa es buena. Y espero después que una víbora me muerda, insensible, ignorante y certera, para dejarme al sol mientras me muero. Bien, bien dramático, cinematográfico. Pero ella no me quiere. Punto.

19 junio, 2007

Cuatro guardias y cien prisioneros de guerra

...al anochecer, los guardias y sus prisioneros americanos llegaron a una posada abierta, iluminada con velas. En la planta baja, el fuego estaba encendido en tres hogares y las mesas, vacías, estaban puestas, a la espera de quien pudiera llegar. En el piso de arriba, las camas estaban listas y con las cobijas tendidas.

Atendían un posadero ciego, su esposa, que era también la cocinera, y sus dos hijas, que hacían de meseras y mucamas. La familia sabía que Dresde ya no existía: los que tenían ojos de entre ellos la habían visto arder y arder. Todos habían comprendido que estaban ahora en el borde de un desierto. Sin embargo, habían abierto el negocio y lustrado las copas y ajustado los relojes y avivado los fuegos y esperado y esperado a ver si venía alguien.

No eran muchos los que huían de Dresde.

El tiempo rodó en los relojes, crepitó en los hogares y derritió las velas. Entonces, fue un golpe en la puerta y cuatro guardias y cien prisioneros de guerra americanos se presentaron.

El posadero preguntó si venían de la ciudad.

"Si."

"¿Viene más gente?"

Y los guardias contestaron que, a todo lo largo del arduo camino que habían transitado, no habían cruzado un alma.

El posadero ciego dijo que los prisioneros podían dormir en el establo. Les dio sopa, café de achicoria y un poco de cerveza. Después, se quedó en la puerta escuchando cómo se acomodaban en la paja.

"Buenas noches, americanos", dijo en alemán. "Que duerman bien".

Billy Pilgrim abandona Dresde
después del bombardeo.
Kurt Vonnegut, Slaughterhouse 5.
La versión española es mía.

13 junio, 2007

"...thought I'd something more to say..."

Un día me voy a dar el gusto. Voy a juntar a dos o tres atorrantes amigos que me hagan el aguante y vamos a ensayar horas, días: una única canción. Alcanzado el punto, cuando creamos que hemos logrado capturar los matices, vamos a montar un escenario modesto en la plaza del barrio o en mi jardín, que para entonces ya tendrá el aspecto noble de un jardín japonés. Será al atardecer, ese momento en que todavía hay luz de sol pero en el cual los rayos tienen la disposición amable que da la oblicuidad. No le avisaremos a nadie. Uno de nosotros cantará eso de los diez años behind you y, cuando llegue el momento, yo voy a cerrar los ojos y voy a tocar este solo de guitarra.



Será un fracaso: nunca tocaré este solo de guitarra.

12 junio, 2007

Por enésima y seguro que no última vez, la pregunta:

Does humor belong in music?

es indagada por alguien. Esta vez, la platense Cantoría Ars Nova, a la que me acerca algún vínculo de sangre, ensaya una respuesta en lo que en el volante llaman una "humorada musical en un prólogo y seis cuadros".
Hoy, 20:30hs en el Coliseo Podestá.

Tómese conocimiento.

Archívese.

07 junio, 2007

Niebla

La niebla es un lugar común. Quiero decir: un tópico repetido y frecuentado, pero también una forma o disposición del espacio que nos es compartida. Pongamos por caso el día de hoy: la niebla se aposentó en mi barrio como una dama victoriana, petulante y pagada de si misma. Curiosamente, se desparramó en parches caprichosos (bueno, una dama victoriana no se desparramaría en parches caprichosos. Se sentaría recatada y con la piernas bien juntas, las manos sobre esa parte del cuerpo victorianamente conocida como "regazo", con expresión de nunca haber chupado una pija y con una maldad evidente y notoria). El efecto de esta niebla-patchwork fue el de sumergir a los transeúntes y a los automovilistas en súbitas fosforescencias tridimensionales, de ese color amarillento, o cobrizo, o rosado, propio de las luminarias modestas de los suburbios, en las noches de niebla. La luz se apelmaza en la niebla. La luz de los faros de los autos se apelmaza en la niebla. La luz de los faros de los autos que vienen en sentido contrario se queda pegada a los faros y avanza con ellos, a veces como amenazas brutales, a veces con timidez de pantera. Y súbitamente, la niebla-patchwork se acaba,
la claridad se abre y encandila,

el volumen de las cosas es un oprobio o un elefante o una pagoda,

o un volumen o una atmósfera o peso específico o mera masa,

y la distancia tiene otra vez función, sentido, rumbo y dimensión.
Pero, allá en el fondo, doscientos metros adelante, donde la calle se hace de tierra y salta en un puente angosto sobre el arroyo Rodríguez, otra vez, la señora victoriana se impone como una pared, una fosforescencia, un rubor sonrosado, o amarillo o cobrizo, que hace de todo un telón pintado, una pantalla 2d, una apnea de masa.


Publicado por primera vez en Glosa

31 mayo, 2007

Breve introducción a la apreciación musical: la anacrusa

por el Profesor Arturo Sandoval

Estimado señor Pablo:

He notado que su distinguida audiencia, no obstante la amplia cultura que a todas luces evidencia, coincide en mencionar desconocimiento de una noción musical utilizada por usted en un reciente escrito. Atento a la difusión de los altos valores del arte y deseoso de ofrecer herramientas que refinen y profundicen su disfrute, someto a su consideración el siguiente resumen que puede, si así lo desease, compartir con su sin dudas siempre curioso público.

Para comprender qué sería una anacrusa, podemos, con el señor Puck, partir de la definición del diccionario. No he dejado de notar que usted objeta la definición de "anacrusa" ofrecida por el decano diccionario de la Real Academia Española, que reza:

"anacrusa.

(Del fr. anacruse, y este del gr. ἀνάκρουσις, retroceso).

1. f. Mús. Nota o grupo de notas débiles que preceden al tiempo fuerte de la melodía."


Usted afirmó en el comentario con que responde al del señor Puck que esta definición sugiere que la tal anacrusa no sería parte integrante de la totalidad musical a la que, según la misma definición, precede. Permítame señalar que la definición no dice nada acerca de la totalidad musical, sino que se refiere a lo que "precede al tiempo fuerte".

Para avanzar en la comprensión, propongo apelar a una definición por ostención y utilizar como ejemplo el mismo tema musical que usted incluyó en su escrito, "Estallando desde el océano", del grupo de rock pesado argentino Sumo.

Es menester que quien esté interesado en esta explicación, se sirva acompañar con una mano cada uno de los sonidos producidos por la percusión electrónica apreciable desde el mismo inicio de la obra. Me refiero a los sonidos "pum - paf - pum - paf - pum - paf".

Estos sonidos corresponden a los que se denominan "acentos" o "tiempos fuertes" del compás y establecen el "pulso" de la obra. Es característico de la música de rock, en un rasgo heredado del blues, considerar "tiempos fuertes" al segundo y al cuarto acentos de cada grupo de cuatro, en este caso, cada "paf". Sin embargo, esta caracterización desestima el hecho de que, en la música de rock, los cuatro tiempos del compás son tiempos fuertes, observándose sutiles matices de acuerdo con géneros y estilos, mientras que sólo podrían considerarse tiempos débiles propiamente dichos a las notas entre ellos, denominadas "subdivisiones".

También es menester notar que la noción de tiempo fuerte es completamente relativa, puesto que cada "paf" en esta canción está más acentuado que cada "pum", los que a su vez, son más fuertes que las subdivisiones. Podemos retener la idea de que una definición convencional del jazz, por ejemplo, afirma que ese género supone un ritmo caracterizado por la "síncopa" o alteración de la relación natural de intensidad entre los tiempos fuertes y débiles, es decir, la acentuación de lo que por naturaleza sería débil y la atenuación de lo que por naturaleza sería fuerte. No hay que ser antropólogo cultural para advertir el esencialismo y etnocentrismo de esta definición e imaginar una caracterización simétrica de la música occidental tradicional: "música cuyo ritmo se caracteriza por la alteración de la relación natural de intensidad entre los tiempos fuertes y débiles", donde, desde el punto de vista de un jazzman, lo antinatural sería acentuar primer y tercer tiempo en lugar de segundo y cuarto.

Pero volviendo a nuestro objetivo, que era ofrecer a su público una explicación de la noción de "anacrusa", y habiendo notado en "Estallando desde el océano" los tiempos fuertes, detengámonos un momento en la frase musical que es coextensiva con la frase lingüística "She had my head on a planet". Sin dudas, tanto lingüística como musilcalmente, tal frase es una unidad. Sin embargo, el escucha atento podrá notar que el "acento" de la frase, el tiempo fuerte, corresponde al sonido de la palabra "head". Si el escucha ha seguido los sonidos emitidos por la sección percusiva, advertirá que "head" coincide con un "pum", esto es, el primer tiempo de un compás.

Arribando por fin al tratamiento de nuestro objeto, podemos señalar que la partícula "She had my" es cantada en el espacio que va desde un "cha" y el "pum" siguiente. Es decir, se trata de un conjunto de "notas débiles que preceden" un pum.

He ahí una anacrusa.

Que usted haya seleccionado para acompañar su texto, en el cual es central la noción de anacrusa, una canción cuya melodía empieza, precisamente, en anacrusa, me resulta un recurso muy sutil. Tan sutil que tiendo a pensar que se inscribe en el dominio de la más absoluta casualidad.

No obstante ello, resulta un oportuno caso para utilizar como ejemplo. Como puede notar el atento escucha, definir a la anacrusa como algo distinto de lo que la sigue, como, según usted, impresión que no comparto, haría el DRAE, sería desestimar la relación de continuidad, el hecho de que la partícula ejecutada "en anacrusa" integra de pleno de derecho la frase musical en que se emplea, constituyendo con ella una totalidad.

Sea como fuere, lo propio de la anacrusa es crear en el escucha la necesidad de "resolución", una tensión que anticipa, prepara y requiere la ejecución de "algo" subsiguiente. Curiosamente, algo puede muy bien ser nada, o silencio.

Espero, señor Pablo, que este breve escrito le resulte útil y decida compartirlo con sus lectores. Desde ya, le agradezco la amable atención que le pudiera dispensar y lo saludo muy atentamente.

Prof. Arturo Sandoval.

N. del E., nota biográfica: el profesor Arturo Sandoval es argentino y profesor, puesto que profesa, como puede notarse. Ha colaborado con este blogger cuando todavía escribía "Glosa". La curiosa homonimia que lo relaciona con otro Arturo Sandoval ha tenido en él el único efecto de llevarlo a despreciar en bloque a la totalidad del jazz afrocubano.


30 mayo, 2007

...cerca de la puerta de Tanhäuser

En Mundo Marino, con mi hijo, hace meses. Es el espectáculo de la orca. Anuncian la prueba central, el momento que todos fuimos a ver. El bicho va a pegar un salto de más de cuatro metros y va a sacar todo su cuerpo fuera del agua. Recibe la orden (y mi niño me agarra fuerte el brazo). Se sumerge. No sabemos qué profundidad tiene la pileta, pero la voz que habita los parlantes aclara que el animal debe hundirse todo lo posible. Tarda en volver a salir. De pronto, una onda enorme se despliega sobre la superficie, desde el centro, algo descomunal mueve la masa líquida hacia afuera y hacia arriba. Se abre un vacío bíblico en medio del agua mientras los márgenes se elevan hasta desbordar. Entonces, la orca cumple su número, aparece y se descubre, toca con la nariz la bola-señuelo que le han colgado sobre el estanque y vuelve a caer, estallando la superficie. La tribuna aplaude (a rabiar, como se dice).

La pobre orca es impactante, sí. Mi niño y yo nos abrazamos, sobrecogidos.

Pero esa anacrusa que anticipa el salto, ese momento en que el agua se perturba con violencia, manifestación visible del esfuerzo y del impulso, es una de las imágenes de potencia no humana más vívidas que he presenciado.

Otra, es la del mar hechando espuma por la boca, justo antes de un temporal, mientras se acumula el viento. Ahora que lo pienso, dos anacrusas.

Listo, lo he narrado. ¿Y? Algunas de esas pueriles imágenes que, ya saben, se perderán en el tiempo como blah, blah, blah...

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23 mayo, 2007

All that Jazz...

Dígase: cuando ando con ganas de descubrir música, uno de los lugares adonde voy a revolver es entre los posts de Julieta, en Vacío. Esta vez, me encuentro con este franchute que le da al pianito parece que desde que era así de chiquitito, meta jazz y música clásica, y, en la posición 5 de la lista de temas, noto una canción de título Black Dog. Me pregunto: "¿será?", y cuando le llega el turno ahí está, inconfundible, poderoso, a mero piano, ese riff, lo parió qué riff.

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Y un tratamiento armónico que descubre lo que de rotoso y cabrón tiene la guitarra de Page, lo cascado de la voz de Plant. Después viene el clásico delirio jazzero sobre una que sepamos todos. Pero ahí está ese esfuerzo...

Se me antoja fijarme en que ese tratamiento armonizado de la melodía, donde suenan varias voces, descubre algo que es de naturaleza yo diría tímbrica en la versión a una sola voz de Plant. Algo que Plant logra con una única fuente de sonido, con un instrumento monofónico, este tipo busca capturarlo con un instrumento polifónico de caracteres tímbricos completamente distintos.

Un esfuerzo, un experimento. Y pienso que en la idea musical de "versión" hay algo que me gusta y es que ante estos esfuerzos puede suspenderse toda pretensión de exégesis. En otro ámbitos, la tentación exegética suele parecerme mayor, suele ser más insoslayable la sospecha de que quien aborda de nuevo un tema tratado por otro, lo hace con la pretensión, explícita o no, de dar con el "verdadero" sentido, de dar con lo que tal o cual verdaderamente quiso decir.

En la música, especialmente en el jazz (y trato de retomar algún aspecto de lo que no acerté a tratar en este post), no hay lugar para preguntarse por la versión "verdadera". Podemos hablar de la que nos gusta más o de la que no nos gusta para nada, de la más conocida, de la fundante de tal o cual cosa, de la que marca un hito, incluso de la "original" o cronológicamente primera, pero preguntarse por la "verdadera" carece de sentido.

Cuando escucho a un músico versionar, me gusta pensar que se propone algo así como exponernos lo que él escucha en aquellos otros sonidos. Este franchute escuchó Zeppelin de chiquito y un día, cuando se sentó a un piano, dijo: "yo, a Zep, lo escucho así" (y escribo esto y me acuerdo de este post de Vero).

Nunca faltarán fundamentalistas y metafísicos que dirán que lo que ese tipo hace es un sacrilegio, que la Palabra ya fue pronunciada por Led Zeppelin y que cualquier otra cosa merece el fuego: "si esos libros hablan de Alá, repiten el Corán, por lo tanto, nada se pierde si los quemo; si no hablan de Alá, son heréticos y nada se pierde si los quemo", dicen que argumentó el sheik o califa o no me acuerdo qué que mandó quemar la biblioteca de Alejandría.

La Palabra o las palabras.

03 mayo, 2007

Digamos:

"Toda luz es un claroscuro. Todo abrigo, un escalofrío..."

...un zonzo aforismo con el que conjurar las ilusiones ampulosas, las certezas insostenibles, las afirmaciones categóricas que crea el verbo "ser".

25 abril, 2007

P2P

Un amigo me pasa un link a un video you tube de Dennis Chambers y acota una cita extraída de la película 24 hour people, algo como que el jazz es una música donde los músicos disfrutan más que el público. Implícito: es una música que está hecha más para ser tocada que para ser escuchada.

Mi asociación: una idea que leí por ahí, en algún blog amigo, la de que la poesía debe mas bien escribirse que leerse.

Algo en común. El jazz, dicen algunos, es más un lenguaje que un género. Algo en común: ¿cómo se imagina el mundo un jazzero, cómo se lo imagina un poeta? Un mundo de pares, un mundo donde todos son jazzeros, un mundo donde todos son poetas: mas bien tocar, mas bien escribir.

Derecho a, y responsabilidad de, una vuelta de solo para cada quien: "he ahí el lenguaje, Sr o Sra, a ver qué hace usted con eso".

No me hago el misterioso: pienso en los blogs, también...

17 abril, 2007

Autopista La Plata - Buenos Aires II

Zanfonía. Un caja de resonancia, un rueda que gira accionada mediante una manivela, y unas cuerdas. Frotadas. El principio es el mismo que hace que las patas del grillo y las alas de la cigarra vibren. Como en una viola, las notas nacen de la frotación. Así, el sonido que quiero describir, intuyo, adivino, porque lo escucho sin poder ver qué es lo que lo produce, surge de una frotación, aunque, a diferencia del que emite una viola, que implica el movimiento de una lanzadera, este tiene el largo aliento del sinfín de una rueda, como la de la zanfonía. Ahora dejo de pensar en grillos, cigarras y violas e imagino el canto de las ballenas. Se me figura un sonido casi de ultratumba, algo que proviene de una copiosa inmaterialidad. El sonido que describo tiene esa abisalidad, obtiene su cualidad mohosa de las capas y capas de agua que encubren a las ballenas. O de la arcaica antigüedad que desde el pasado sumerge a las zanfonías. Esta vibración tiene esa cualidad mohosa. Sin embargo, es de frecuencia humana, en el registro de una mezzosoprano o de un tenor. Por eso la viola y la rueda. Va y viene, de acuerdo con el vaivén del ambiente donde se produce, una ballena gigante, navegando la copiosa materialidad de la autopista, el micro. Apareciendo y desapareciendo sobre el ronroneo indiferenciado del motor y del viento, una serie de notas de ataque suave brotan de algún eje o de alguna rueda, frotación sostenida, y se combinan en acordes imprevisibles, dos notas, tres notas, una melodía automática y caprichosa. Este micro canta.

16 abril, 2007

Me doy cuenta, visto el post anterior, de que me imagino de viejo o algo así releyendo blogs, incluso mi propio blog. ¿Me imagino un viejo nostálgico y decadente? ¿Cómo seremos, de viejos, los que hoy blogueamos? ¿Habrá memoria? ¿Tendremos pasado y ese pasado estará escrito en nuestros blogs?

¿Seremos blogarquéologos tratando de reconstruir una historia que creímos efímera, hurgando en las fantasmagóricas virtualidades del Internet Archive?

¿Cuál es el lugar de la memoria en un mundo de bitácoras en trance de desaparición?

12 abril, 2007

El día que Hotmail cayó

Nada. Un amigo brasileño me encuentra en el GTalk y me pregunta: "¿Tampoco anda Hotmail allá?". Pruebo. A mí no me anda. Indago en Technorati y encuentro montones de post preguntando si cada uno es el único con problemas. También hay un artículo sumando votos en Menéame.

Síndrome de abstinencia o de repente estar solo, desconectado.

Nada. Un post para marcar un día que Hotmail estuvo down, una especie de mensaje para el hombre que seré en el futuro, el que encuentre este post y piense quién era aquel que se fijaba en estas cosas...

05 abril, 2007

Eras tan Lelouch

Era Ginebra y era gris y era resplandor la llovizna sobre la Rue Lausanne. Nos encontramos compartiendo el desayuno en una mesa de hotel. Su inglés era notablemente mejor que el mío, pero teníamos ganas de hablar.

Tardé en darme cuenta, en cierto momento de la conversación, de que ese sonido cerrado y rígido que ella emitía era el modo ruso de pronunciar "guevara". Me reí, sin sarcasmo, mas bien como una palmada en la frente. Repetí: "guevara", con mi dicción rioplatense. Ella también se rió y trató de imitar ese sonido. Fracasó.

Ella tomó té y noté que guardaba en los ojos la furia de guerra que se agita tras las ventanas, casa por casa. Yo preferí el café.

Quedamos en encontrarnos a la noche. Bailamos unos tangos inevitables (es decir, fatales).

Llego entonces a un punto de mi relato que no puedo sortear, aunque podría intentar escaparle diciendo aquello, banal, de que estaba, de pronto y sin saber cómo, besándola. Después de todo, ese instante desapercibido es parte de una serie imposible de segmentar, como la que incluye a la gota que hace rebalsar al vaso. Sin embargo, tengo una pista.

Fue un chiste tonto lo que puso su boca a tiro de mi boca. Yo había descubierto hacía un rato que podía hacerla reir (que ella estaba dispuesta a conceder ese premio a la vanidad de mi ingenio), y cuando un hombre (este hombre) descubre que puede hacer reir a una mujer, se siente temerario y audaz. Mientras ella reía, decidí "arriesgar la boca a beso o cachetada". Salió beso.

Y fuimos a su habitación. Ya no hablamos. La desvestí. Era Ginebra. Y era lento. Y era resplandor su piel blanca en ese hotel de la Rue Lausanne. Empezó a hablar otra vez, palabras sueltas en ruso. Entendí el juego y nos dedicamos a elaborar nuestro privado diccionario bilingüe de los pecados y los vicios.

Nunca más volveré a saber los nombres rusos de las partes del cuerpo que importan en estas circunstancias. "Boca", "рот", quizás. Los demás los he olvidado, al menos lo suficiente.

Pero, al final, capricho de mujer, eligió cambiar otra vez el juego, volver al inglés que al principio nos había ofrecido la esperanza de entendernos.

"I come", murmuró, y me sorpendió. Todavía sujeto por las reglas del otro juego, yo iba a decir: "me voy". Y supe que ese diverso rumbo, la contradictoria dirección, era un sino.

Dormimos juntos. Por la mañana, cada uno salió para cumplir sus propios compromisos sin acordar nada para después. La crucé por la tarde caminando por la Rue du Rhône. Me saludó con una sonrisa indiferente, como dedicada a un extraño que cubriera con su capa un charco a fin de franquearle el paso, en una galantería que ella se vería obligada a agradecer pero cuyas consecuencias se impondría conjurar.

Después de eso, como dice el tango, no la ví mas.



19-Juan Pablo Bochatón, Tomo lo que encuentro

29 marzo, 2007

"La técnica, Daniel, la técnica"

La frase es de un director de teatro de nuestra ciudadela, AKA La Plata, AKA la ciudad de las diagonales, acá, quiero decir.

Se la escuché dirigida a un pintor, muy amigo suyo, lo que otorga a la admonición un carácter tierno, que estaba haciendo una defensa de cierto espontaneísmo en la creación artística.

Como otras veces, me encuentro que el derrotero de Luciana (que por cierto estrena blog) y el de Carlos se cruzan como hacen cualesquiera paralelas y me sirven para algo, para seguir bifurcando los senderos: mientras Luciana se dispara hacia la cuestión de las damas irresolutas y Carlos hacia la de la fecundidad y la fecundación, yo me pongo a pensar en la cuestión de la técnica y su lugar en el hecho artístico.

Para algunos, posición legítima, la técnica lo es todo (o mucho), el arte es el oficio de dominar una técnica.

Para otros, posición legítima, la técnica es un estorbo que domestica la pulsión creadora o la potencia expresiva.

Unos y otros hacen alarde de la técnica: sea haciendo su exhibición o haciendo gala de su ausencia.

En el medio, como cabe, hay una tercera posición: los que la hacen invisible.

Entre Paganini y Sid Vicious, ahí lo tienen a Masliah, que pone cara de boludo, canta como si no tuviera voz y toca maravillas imposibles, hace magia, domina una técnica impecable, como si no la tuviera.

Vean si no el clip que colgó Luciana.

Yo, argentino.


27 marzo, 2007

Lucas Pizarro y su costumbre de regalar libros

"Técnicamente, yo nunca fui infiel", me dijo Lucas. "Dejémonos de tecnicismos, Lucas", propuse.

-Fue para la época del primer recital de Living Colours en Obras, el '93, me acuerdo. Yo vendía café por las facultades y estaba conviviendo con Lu, ¿te acordás? Se dió en esa situación. Conocí una mina que laburaba en Bellas Artes. Se llamaba Claudia y solía comprarme un café y una medialuna casi todos los días. Desayunaba así. No sé cómo fue que se recortó de entre todos los demás que me compraban un desayuno. Tenía un hermoso par de ojos. En serio, sin doble sentido, que tenía unas tetas bárbaras también, no me voy a andar con remilgos para decir eso. Pero creo que en su caso me fijé en los ojos. Tampoco sé cómo fue que empezamos a encontrarnos por todas partes. Una vez me la crucé en Arquitectura y nos quedamos charlando. Otra vez fue un recital de Víctimas del Baile. "Qué hacés acá", le pregunté. "Que hacés vos acá", me dijo, marcando el vos. Y así. Nos encontrábamos sin buscarnos.

-Cortazarianamente- dije.

-Podés decirlo así, si te gusta. Teníamos muy buena onda y ese carácter detaché de la relación daba para charlas francas, mutuo psicoanálisis de banco de plaza y esas cosas. Ella pintaba cuadros, pero conmigo hablaba de libros. Era una lectora curiosa. Ahora que digo relación, no sé si se puede llamar relación a una relación así. Llegaron las vacaciones, ella se fue a su pueblo y empezó para mí la temporada baja. Nos fuimos con Lu a la costa, creo que a San Bernardo, si mal no recuerdo, en esa época era o San Bernardo o Santa Teresita, todo muy pío, a vender uvas frías en la playa. No nos fue ni bien ni mal, pero para finales de febrero estábamos de vuelta. La lluvia de febrero, supongo. Y empecé a encontrarme con Claudia por todas partes otra vez, casi todos los días. Enseguida supe que por esa fecha había sido su cumpleaños. "Feliz cumpleaños", le dije.

-Una chica de piscis.

-Si, una chica de piscis. ¿Vos contaste una vez que tenías un rollo con las chicas de piscis, no?

-Un rollo no. Un par de historias que no fueron que involucran a chicas de piscis.

-Un rollo -dijo mirando el lugar donde está la respuesta a la pregunta sobre por qué es más bien el ente y no la nada-. A mí se me metió en la cabeza hacerle un regalo por su cumpleaños pasado, pero no se me ocurría qué. Al otro día, a la tarde, me la volví a encontrar caminando sola por el bosque. Le dimos no sé cuantas vueltas al lago, conversando. Me dijo que estaba leyendo a Laiseca, La hija de Keops. "¿Te gusta?", le pregunté. "Me divierte", dijo. "¿Leíste La Mujer en la muralla?". "No", me contestó, "esto es lo primero que leo del tipo". Le pregunté si lo quería, que se lo podía prestar. "Dale", aceptó. Había encontrado un regalo para hacerle. Pero no me quería mostrar, cómo decirlo, ¿ansioso?, no me imaginaba apareciendo con un libro nuevo, comprado para ella, me parecía desmesurado, después de todo, no se podía decir ni que fuéramos amigos, ni que estuviéramos flirteando, nada. Entrar en plan "préstamo" y después regalárselo me parecía adecuado. Además, no sé, regalar un libro leído por uno tiene algo más amable, como una oferta de confianza.

-Ibas vos en ese libro -dije. Lucas ignoró el comentario. Yo me dí cuenta de que lo que había querido ser ingenioso había sido pueril.

-Decidí regalarle mi ejemplar, que no estaba ni mucho menos deteriorado pero ya no tenía la disposición hostil, altanera, de un libro nuevo. El único problema era que La mujer en la muralla me lo había regalado Lu. Era la edición de Tusquets, la colección esa que tiene en las tapas un marco como un damero o como las banderas que se agitan al finalizar una carrera de autos. No tenía dedicatoria ni ninguna marca que lo distinguiera, pero Lu y yo sabíamos que era su regalo, no podía desaparecer así como así de nuestra biblioteca. Vamos, que yo participo además de esa ética que dicta que uno no debería regalar lo que le ha sido regalado. O sea: sentía culpa. ¿Sabés qué hice? ¡Mirá vos lo que hice! Compré otro ejemplar, tomé el viejo de mi biblioteca y en su lugar puse el nuevo. Fue la única vez que salí con la intención de encontrar a Claudia. La encontré, claro. "Te traje el libro de Laiseca, ¿todavía lo querés leer?" "Sí", me dijo. "Tenelo, tomalo como un regalo de cumpleaños". Después de eso, pasé, fijate qué locura, varios meses sacando cada dos por tres de su estante el ejemplar que quedó en mi casa para hojearlo, ajarlo, darle un aspecto domesticado, amoldado a las manos, para imponerle el porte que tiene un libro que finalmente ha admitido permanecer de piernas abiertas. De hecho, lo volví a leer. Eso pasó. Técnicamente, eso no es una infidelidad. No es nada, es menos que nada. Una mentira tonta, una expresión de debilidad...

Yo no sé si Lucas finalmente se cogió a Claudia. No me lo dijo y no se lo pregunté. Según él, "técnicamente", nunca fue infiel, así que infiero que no pasó nada mientras duró su relación con Lu, por lo menos dos años más. Me pregunto si habrá logrado que el libro se pareciera al otro, el mismo.

23 marzo, 2007

De la trozabilidad del alma

Por las calles del centro porteño pueden verse los carteles de un fulano que anuncia la presentación de un disco llamado "Trozos de mi alma 2".

Sin ánimo de faltarle el respeto al fulano, debo advertir que no lo conozco a él ni a su obra. Lo cual no debe entristecernos a ninguno de los dos, puesto que estadísticamente siempre es más la gente que no lo conoce a uno que la que sí, por muy famoso o significativo que se sea. Eso puede decirse hasta de los Beatles, más famosos que Cristo, pero, con mucho, ignotos para una importante masa de humanidad. Y la recíproca también es verdadera: hasta entre los muy famosos habrá gente de la que uno no tenga ni noticias.

Pero, salvando esta digresión, lo que me ha sentado frente al teclado es el nombre del disco de marras, "Trozos de mi alma 2". ¡¡¡¡Dos!!!!

Hemos de suponer que el alma de este señor es tan grande como para desagregarse en tantos trozos que le quedaron algunos como para hacer un segundo disco.

Si concedemos a la creencia acerca de la naturaleza inmaterial del alma, podemos suponer que su facultad de trozarse es infinita, lo cual nos expone a una serie de "Trozos de mi alma" aún más larga que la saga Rocky (ya consolidada como unidad de medida de toda serie larga, en perjuicio de recursos matemáticos más rigurosos).

Pero al mismo tiempo, esta concesión nos coloca en posición de cuestionar la trozabilidad del alma, puesto que sería legítimo preguntarnos si puede desagregarse en trozos algo inmaterial. Podemos preguntarnos si puede trozarse a Dios, o a la bondad o a cualquier otra entelequia del gusto del condescendiente lector.

De lo que se sigue que la hipótesis subyacente en el título de la obra es la de que el alma en realidad es algo material. En ese caso, su capacidad de trozarse es limitada, por esas pueriles restricciones que afectan a la materia y que no estoy en condiciones de enumerar ahora, pero que para qué carajo exite la Wikipedia.

¡Hosana! Entonces la serie "Trozos de mi alma" es una serie finita. Qué alivio.

Luego, admitida la materialidad del alma (hipótesis que agradaría a Althusser), cabe preguntarse por sus condiciones de desagregación. ¿Los trozos corresponden a "partes", "componentes" o "elementos"? ¿O se trata sin más de "trozos", es decir, porciones arrancadas sin orden ni concierto y que de alguna manera desfiguran y corrompen el alma en cuestión?

En ese caso, ¿se nos propone como espectadores asistir a la desfiguración de un alma?

En todo caso, aceptada la hipótisis, nos retrotraemos a antiguas cuestiones acerca de la localización del alma en el cuerpo. La imagen es, vale decir, dantesca: nuestro artista aparecería en el escenario mutilado de su alma, ni siquiera completamente, porque sólo se trata de trozos, aunque como es la segunda tanda de tales trozos, hemos de imaginar que la mutilación es significativa.

Aunque quizás el alma participe de alguna manera de la naturaleza del pelo o de las uñas. Quiero decir: vuelve a crecer. Puede usted arrancarse a gusto trozos, ma' qué digo trozos, brutos pedazos de alma, en la confianza de que le volverá a crecer.

Ahora bien, si el alma participa de la naturaleza de las uñas, entregar sus trozos tiene un carácter, digamos, escatológico. Usted no anda por ahí regalando sus cachos de uñas recortadas, salvo que sea santo o semidiós de calaña análoga y sus pedazos busquen destino en dorados relicarios.

En cambio, el pelo tiene un carácter más romántico. Al menos, medievales doncellas han poblado romances y baladas de escalas hechas con sus trenzas y destinadas a facilitarle un buen polvo a su enamorado. O a simplificarle el escape de la muerte, preséntese ésta en forma de mujer con guadaña o de padre embravecido.

Pero, ¿se aloja el alma en algún lugar donde su ausencia sea apreciable? Analizando la morfología exterior de esos sujetos que se califica habitualmente de "desalmados", resulta palmario que no. La falta de alma no es algo que pueda observarse a simple vista. Aunque a decir verdad, gusta señalarse en tales sujetos un ensombrecimiento de la mirada, un rictus de la boca, alguna clase de arruga en la frente que los delataría. Vaya a saber.

Quizás el alma sea una especie de glándula, cuya falta priva al cuerpo de cierta hormona o secreción y que, aunque no resulte visible la ausencia de la glándula, puede adivinarse la extirpación mediante la somera observación clínica de cierta sintomatología.

Dicho to lo cual, no me imagino qué puede estar en juego en la presentación de un disco que se llama "Trozos de mi alma" (dos).

Parece algo así como que viene a ofrecer su corazón. Pero el corazón, no está de más recordarlo, ya te lo han dado.

16 marzo, 2007

Para una refutación de la gravedad

Para mi amigo Darío,
un hombre que vuela.

Hay un arte que envidio sinceramente: véanlos, con cada brazo golpean un plato distinto, descargando, cada tantos, un golpe seco al redoblante y los pies, en un vértigo danzante, se liberan del suelo por interpósitos pedales. El cuerpo mantiene apenas un contacto suave ya no con la materia sino con el tiempo, apenas apoyado en la banqueta (una ilusión óptica o la inercia de esperar que haya un asiento): ¡mentira!, véanlos, esos hombres, los bateristas, flotan.

14 marzo, 2007

Ex coelis (la lluvia, el color que cayó del cielo)

"Las viejas metáforas están desvaneciéndose constantemente en la literalidad
para pasar a servir entonces de base y contraste de metáforas nuevas"
Richard Rorty, La contingencia del lenguaje,
en Contingencia, ironía y solidaridad.

(una transcripción electrónica aquí)

"DEBUTE (O DE BUTE) (adj) : Excelente, óptimo, de lo mejor,
al parecer deriva del sustantivo “debut” o estreno de una obra,
momento en que se expone la mayor gala, voluntad y energía."
Diccionario del lunfardo de ElOrtiba.org
(la itálica es, como se estila decir, mía)


"'Excelente' es atroz, porque 'excelente' es una metáfora,
quiere decir 'celeste', quiere decir 'en el cielo'".
Fogwill según Gustavo Nielsen, en Mandarinas.

Para seguir pensando esto de las metáforas, de su funcionamiento, de su paulatina conversión en lugares comunes y patatín y patatán, recurro a Rorty y a la Historia de la Eternidad del viejo Jorge Luis. Mirando con ojos de Rorty, me aproximo al ensayo borgiano sobre las kenningar (curiosamente, en el aleph que habitamos, no fui capaz de encontrar una transcripción electrónica hacia la cual ofrecer un vínculo). Y se me ocurre una idea quizás un poco tosca u obvia, una perogrullada: ¿no es todo nuestro lunfardo, por ejemplo, un afiebrado ejercicio de creación y uso de kenningar?

Y, por extensión, ¿no son las hablas populares, las hablas del lumpenaje, el hampa, los drogones, arduos sistemas de kenningar? Nuestras hablas populares, ¿no son, de alguna manera, "literaturas instintivas", como el viejo llama a la de Islandia? ¿Y las hablas técnicas, o nuestro argot bloguero? Buena parte de los nombres que hoy usamos para cosas como esta que tengo de a ratos en mi mano, que sirven para ingresar datos y que llamamos "ratones" o esas otras que sirven para almacenar información y que llamamos "llaves" o "lapiceras" USB, ¿no serían como kenningar cuyo origen metafórico hemos olvidado o, amablemente, pasamos por alto?

Llevando el razonamiento al extremo: ¿qué diferencia hay entre la agotadora lista de kenningar que ocupa nueve páginas del ensayo borgiano -en la edición de EMECE, la que tengo- y cualesquiera otras nueve páginas del DRAE o un diccionario de sinónimos? Si construyéramos un diccionario de sinónimos agrupando todos los sinónimos y alineándolos a un "significado" básico, como hace Borges con su selección de kenningar, ¿no lograríamos el mismo efecto desilusionante? ¿No aparecería nuestro lenguaje igual de mal retratado, pobre y mecánico?

Pero, a pesar del tono condenatorio que afecta para referirse a su objeto, elijo usar la reflexión de Jorge Luis con una intención de apariencia distinta, una que entra en consonancia con la idea de Rorty que sirve de epígrafe: una descripción (sincrónica, valdría decir) de un lenguaje no lograría sino la fotografía de un sistema de kenningar más o menos consolidado que en un momento dado se ha vuelto obvio y, aún así, puede usarse para expresar lo que no es obvio para quien usa ese sistema, para nombrar eso "espeso real", como acertó a llamarlo Freidenberg.

(Pienso: una sospecha que siempre tuve, la de que cierta manera de leer poesía que se estimula en la escuela es una suerte de aberración: "A ver, alumnos, 'al andar se hace camino/y al volver la vista atrás/se vé la senda que nunca/se ha de volver a pisar'". "¡La vida!", nunca habrá de faltar el que lo diga, como si Machado hubiera escrito una adivinanza. "Reducir cada kenning a una palabra no es despejar una incógnita, es anular el poema", advierte Borges.)

Mañosamente, en uno de sus abracadabras, Jorge Luis confiesa que no puede imaginarse cómo eran aquellas kenningar cuando eran dichas, desde qué caras eran dichas, con qué "decisión o modestia", porque a él ya sólo pueden darle a conocer un "placer casi filatélico". Es decir, ya no puede imaginarlas cuando eran una lengua viva y capaz de hacer sentido. Cual viejas estampillas, ya no puede usarlas, debe recurrir a otras.

Y aquí estamos nosotros, sintiendo, puesto que hoy, otra vez, es un diagris, algo que me gustaría llamar una honda sensación de queganasdellorar, impostando decisión, afectando modestia.

"Ahora que fuimos expulsados,
gracias a Dios, del Paraíso,
se largó a llover"
Daniel Freidenberg, Lo espeso real

Y, para paladear, En esta tarde gris, de Mariano Mores y José María Contursi, acaso en su versión canónica, la de Julio Sosa, la que al menos a mí se me grabó ya de púber en el recuerdo para proveerme el nombre inevitable de la sensación que me asalta en los diagrises.

Julio Sosa - En es...

13 marzo, 2007

Del funcionamiento de las metáforas

Pienso. Me pasa a veces y en general no resulta algo mejor ni más eficaz que las oportunidades en que no pienso. Pero en este caso, pienso. Pienso, a raíz de las paparruchadas meteorológicas de los posts anteriores, en cómo funcionan la metáforas, en cómo es el tránsito desde eso que es un hallazgo, a veces ligado al genio individual, otras ligado al genio del pueblo o entelequia afín, hacia el lugar común. Digo, algo o alguien, Sujeto X, a él los honores del caso, da con un modo creativo de nombrar algo que está ahí en el mundo y que reclama un nombre, lo pone en relación con otros nombres y lo recorta del sinsentido. El Sujeto X crea una metáfora, que inicia, si resulta una metáfora exitosa, su camino para convertirse en un lugar común.

Nuestro idioma no suele ser muy feliz a la hora de crear vocablos por aglutinación, sus mecanismos preferidos son otros, pero podríamos decir que hay cierta clase de días que son, a secas, un diagris. Los diagrises son días tristes o melancólicos. Se contraponen con los maldicionvaaserundiahermosos, días pletóricos de sol en los cuales uno lamenta no ser un animal salvaje que brinque (puesto que en esta clave los animales brincan, no saltan) bucólico en una verde y soleada pradera.

Pero en todo caso, veo ahí cómo la metáfora abandona su condición de novedad, ya no es un chispazo de genio que da con un nombre para algo que está en el mundo para pasar a ser el nombre de eso que está así en el mundo, de esa peculiar manera y en esa particular disposición. Se convierte primero en lugar común, y luego, si tiene suerte, en un sustantivo.

Un sustantivo común.

12 marzo, 2007

¡Maldición!

No me digan que no lo pensaron, en algún momento, estos días, después de la insistente lluvia, y hablando de lugares comunes, si se encontraron afirmando que el de hoy era un día hermoso...

07 marzo, 2007

En esta tarde gris...


Música melancólica. Es que no hay vuelta de hoja: la idea de "tarde gris", de "día gris", me resulta una barrera infranqueable. Quiero decir: un tópico insuperable, un lugar común. Y a su vez esta noción de "lugar común" supone cierta carga peyorativa. "Era un texto plagado de lugares comunes" es un sentencia que pretende defenestrar el texto en cuestión. Sin embargo... Busco un mapa meteorológico1 y lo compruebo: toda la cuenca del Plata está bajo las nubes. Es decir, varios millones de rioplatenses habitamos hoy un lugar que cabe en la expresión "día gris". Y yo, entre esos millones, los días grises, lugar común, me pongo casi automáticamente melancólico. No sé, me imagino que en algún lugar de mi cuerpo se aloja una especie de glándula secretora de clorofila cuyo funcionamiento se resiente ante la falta de sol. Como con la reducción de las endorfinas, la ausencia de esa secreción me libra a un estado de abulia, pierdo la fe en la acción y quisiera, no sé si unos meses, como decía Girondo, pero al menos sí por todo el tiempo que dure el meteoro, vivir adentro de una piedra.

05 marzo, 2007

Lunes otra vez, como dice la canción

Mi hijo empezó segundo grado. ¡Está tan grande! Anoche la mamá se puso a prepararle la ropa y descubrimos que todos los pantalones le quedan como cinco centímetros cortos. ¡Creció cinco centímetros durante el verano! A mí me impresiona comprobar en algo tan nimio qué tan ciego puede ser uno. Aunque hablar de ceguera es injusto, porque yo hace varios días que vengo notando en mi hijo un cambio en su porte, en su prestancia física, en sus modos, algo que es cada vez menos niño y que no podría precisar, un modo de poner el cuerpo, de usar los brazos, algo en la nariz que ya no hace a la nariz de un niño. En todo caso, lo de los pantalones pone una marca, ofrece un indicador, es como las muescas que los antiguos, dicen, hacían en un hueso para marcar el ciclo de la luna. O, desde mi punto de vista, como la marca que hace en la pared un condenado a muerte...

1984

No es que me haya dispuesto a ver qué cosas pasaban para el año aciago que anticipó Orwell (aunque el ejercicio pueda tener algún encanto), sino que me gustan estas cosas que son como el encimarse de las capas tectónicas: me gusta Bill Frisell, me gusta Vernon Reid, cada uno en su mambo, y, con un "cierto" atraso, me entero de que en 1984, cuando yo pretendía no querer seguir soñando mil veces las mismas cosas ni contemplarlas sabiamente, estos dos tipos estaban grabando Smash and Scatteration.

Nunca es tarde, me digo.



04-Bill Frisell an...