31 marzo, 2011

Hablando de jazz...

John Coltrane no es un estilo. No es una técnica, un estudio de armonía, un instrumento o tal o cual ensamble. John Coltrane es un estado de ánimo. Infinidad de músicos lo han diseccionado y estudiado y son capaces hoy de acompañarnos en un humor coltrane. Pero claro, a Coltrane le queda el mérito de haber desembarazado a ese sonido de todo lo que le sobraba y haberlo puesto ahí, sobre las mesas de los bares.

A ver, probemos por la negativa: el ánimo coltrane no es blue, no es melancólico, no es cuelgue cannábico, no es pena. No es sino un ánimo coltrane, un tono muscular ligeramente bajo y una sonrisa mas bien irónica. Para dejarse mecer en este humor es cuestión, siempre, supongo, de encontrar el bar adecuado. Porque cuando esta forma del jazz se toca en otro ámbito que no sea un bar, algo del encantamiento se rompe -los bateristas no los tocan, pero el ruido a vasos es consustancial y necesario.

Hoy ando así, medio coltrane.



(El coso de Goear me ha dejado a pie y no logro hacerlo andar. Aqui está la canción)

29 marzo, 2011

The message of the medium

Leyendo leer a Vero, escribo...

Tu lectura de El ruido (te lo concedo) y la furia me está resultando un ejercicio (por interpósita persona) iluminador.

Porque me hace pensar en mi propia lectura. Yo la novela la leí dos veces, y aún así multitud de cosas, veo, me quedaron en el aire, confusas o definitivamente mal entendidas. Sin ir muy lejos, yo estaba dispuesto a creer la confesión de (he) Quentin. Es más, estaba dispuesto a suponer que (she) Quentin era efectivamente hija de su tío (me reservo la opinión, que no sabría sostener con una argumentación, de que Caddy bautiza a su hija con el nombre de su hermano para decirnos que, de alguna manera, es una hija de él).

Al contrario que vos, que te armaste de recursos para disipar la oscuridad, yo la acepté mansamente y me dejé confundir. Si no me engaña la memoria (que últimamente me está funcionando de maneras anómalas y caprichosas, al menos desde el punto de vista de mi Ego), es Borges quien dice, creo que en algún prólogo, que al leer a Faulkner uno no sabe qué pasa, pero sabe que lo que pasa es terrible.

Me dí cuenta, por ejemplo, de cuán imposible me resultaba contarle a alguien esta novela. Si me preguntás, no tengo idea de qué pasa en El ruido y la furia, cuál es su anécdota. Pero no tengo dudas de que lo que sea que pase es terrible.

Yo salí, de esa novela, como quien experimenta el ruido estremecedor de un temporal que lo atrapa en la playa, con la sensación de miedo y fascinación y exceso inasible que produce la tempestad desatada cuando uno la mira desde la costa, golpeado por el viento y sabiendo que está, a causa de una circunstancia muy pero muy frágil (una circunstancia muy pero muy frágil), a salvo de la furia del mar.

Yo no sabría sostenerlo con una argumentación, pero coincido con lo que decís: fue la mejor novela que leí en mucho tiempo.

28 marzo, 2011

De las extensiones del hombre

Hay algo que me gusta de cierto jazz y es el recurso a la economía en las herramientas. Comparen a Billy Martin, en este video, con el Bill (oia, dos Williams) Bruford del video de hace unos días.

Ese minimalismo de la prótesis, esa renuncia a buscar el efecto en la plétora de accesorios, me parece algo encantador y poderoso del género. Claro que es algo que no es exclusivo del jazz, ni mucho menos, pero reparo en ello ahora, a la escucha de Medeski, Martin & Wood.

No hablo de "autenticidad" o de "pureza" ni nada de eso, hablo de las limitaciones que nos damos para desafiar nuestra libertad. Como decía con cierto mal gusto Borges acerca de la censura, aquello de que estimula la creatividad del artista, la economía de recusos fuerza la imaginación.

Amables contertulios, a su salud, Medeski, Martin & Wood, digamos que apenas un trío de jazz.

25 marzo, 2011

Top mantra

Reparo en que este blog ha ido deviniendo en las últimas semanas cada vez más un blog sobre (ante, bajo, cabe, con) música.

No luchar: bienvenido el ciclo.

Ommmmm

22 marzo, 2011

Getting stone

(Recuerdo). Me tomó sus buenas horas, pero al final lo logré. Estaba tan hasta las pelotas que no sabía qué pensar. Cargué con eso por días, jugando pequeños jueguitos y haciendo como si pasara el tiempo sin prestarle atención. Entonces, observándolo para saber si aún me gustaba, lo hice...

(Me repito a mi mismo cuando estoy bajo presión, me repito a mi mismo cuando estoy bajo presión, me repito a mi mismo cuando estoy bajo presión, me repito a mi mismo cuando estoy bajo presión, me repito...)

Y cuanto más lo observo, más me gusta. Creo que es jodidamente bueno.

La cuestión es que no importa qué tan detenidamente lo estudie, qué tanto lo desmonte o lo despiece: sigue igual a sí mismo.

Me gustaría que pudieras verlo.



I like it!!

20 marzo, 2011

Estocada

“¿Tienes miedo de ser en tus propios actos y en tu valor
el mismo que eres en deseo?”

Lady Macbeth.


Quéhijademil...

15 marzo, 2011

Message in a bottle

Estamos solos, vamos perdidos y a la deriva, mensajes en botellas, verdes, traslúcidas, grandes o pequeñas.

Esta mina escucha claramente dónde puede estar sin estorbar. Y tira su botella al mar.

Hermosamente. Delicadamente.

13 marzo, 2011

Cure for pain




Qué decir. Creo que no miento si digo que hacía un añito fácil que no escuchaba nada de Floyd. Y ayer un amigo me dejó este regalito. Estas fidelidades del gusto a mí me resultan sorprendentes: como sea, aún cuando crea que ya está, que no hay mucho más que escuchar, que otras canciones vendrán para calmarnos,  de repente pasa Gilmour, blown in the steel breeze, y caigo ante Floyd, como una hoja.

(Un rip de varias canciones del DVD, con una calidad de puta madre, acá. Véanlo antes que se aviven y lo saquen).

11 marzo, 2011

Si, ya sé, ya sé lo que me vas a decir. Que son casualidades, que estas cosas pasan. Sos un racionalista, y, por eso, tenés razón. Pero fijate. Fue poner un pie en la vereda y notar ese micro parado, casi en el medio de la calle, con todo su pasaje alrededor. Cuando pasé al lado, ví que tenía las puertas abiertas de par en par y que había un tipo tirado en el suelo, con una mina encima haciéndole reanimación. Yo seguí, hasta la parada. Desde ahí veía el transito esquivar al micro detenido para llegar hasta donde estaba yo. Llegaron varios bondis. El mío no. En cambio, pasaron un par de camiones cargados de manifestantes, golpeando sus bombos y cantando sus consignas. Mi micro no llegaba. A mis espaldas sonó una frenada y el seco paff de dos vehículos que chocan. Me dí vuelta para mirar. Un móvil de control urbano estaba en el medio de la bocacalle, con el paragolpes caido en el suelo. Unos metros más allá, un auto con el guardabarros trasero deshecho. Uno de los dos pasó en rojo. Bocinas. Mi micro no llega. Se oyen unas sirenas acercarse, no alcanzo a ver. Pasan más camiones cargados con manifestantes. Pasan más micros. El mío no. Una ambulancia pasa lentamente junto a mí, vacía. Una pareja llega a la parada. "No había nada que hacer", escucho. "Le dió un paro". Decido ir a tomar el subte. Desando lo andado y vuelvo a pasar al lado del micro detenido. El tipo sigue tirado ahí. Ahora lo cubre una manta y unos policías a su alrededor hacen lo que sea que hagan los policías en estas circunstancias. Ya sé lo que me vas a decir: accidentes hay todos los días. Pero, viste, hoy se murió Viñas y un terremoto hizo mierda Japón. Si, claro: los humanos nos morimos a carradas todos los días. Sos un racionalista y, la verdad, tenés razón: convivimos con eso. Hoy yo lo percibí.

Sentí lo ominoso flotando en el aire.

10 marzo, 2011

Mestizajes

La verdad es que yo no tengo idea cómo vienen las migraciones, las invasiones, los mestizajes y las influencias, las mutuas contaminaciones. Apenas si tengo la idea de que el pensamiento de Buda llegó de alguna manera desde la India hasta Japón, abarcando todo lo que hay en medio y alrededor, y que eso construye una entidad identificable, un cierto nivel de agregación posible para todo ese mundo que llamamos, por comodidad y etnocentrismo, “el Lejano Oriente”. No sé, aunque esté informado, cuál es el peso del componente árabe y musulmán que vino después. No tengo idea, aunque sospeche, cómo ha sido la mutua influencia entre el colonizador británico y el colonizado asiático.

Lo que quiero decir es que no sé qué relación existe entre la música tradicional tamil, la del sur de la India, música que se supone que revitaliza o inspira el trabajo de esta chica Susheela Raman, y el gamelan de Indonesia, del cual King Crimson toma, dicen por ahí (o por ahí), algunas ideas sobre patrones polirrítmicos hipnóticos y reiterativos y sobre la creación colectiva.

Como sea que sean esos recorridos y esas historias, aquí, en el lejano sur, no puedo evitar escuchar a King Crimson en esta canción de Susheela Raman.



Digamos, Raman es un músico (que me disculpen las fundamentalistas del género, pero decir “una música” me resulta cacofónico y confuso), decía, Raman es un músico de raíces indias que ha vivido y estudiado música en Inglaterra. No puedo imaginar que no haya escuchado a King Crimson.

Habrán llegado a su oídos por vías distintas y con pesos específicos diferentes la música tamil y la de King Crimson. Y habrán resonado.



Entonces me pregunto, y no es que me interese especialmente la respuesta, cómo son estos círculos que se cierran, o que en realidad nunca llegan a cerrarse, sugiriendo el punto de fuga de una espiral, estos caminos donde la influencia mestiza a la influencia.

09 marzo, 2011

Reductio ad absurdum

Desde 1952, cada vez que un ser humano pasa cuatro minutos con treinta y tres segundos en silencio pasa a deberle regalías a John Cage o sus derechohabientes.



(Jejeje. Ahora, con el video bueno)

07 marzo, 2011

De la gramática

La niña A, de dos años, dice algo que puede más o menos transliterarse como “peshosha”, forma que no da fé de la ligera oclusión de la lengua contra el paladar, en una posición que imagino cercana a la que debe asumir durante la ejecución de una “ñ”, y que la niña intercala entre la “p” y la “e”. Tampoco da fe esa transliteración de la forma cerrada de la “o”, que sintetiza la “i” que ha desaparecido de su lugar luego de la primera “s”.

Que, aún indescriptible, suena adorablemente tierna esa pronunciación infantil, eso.

Y el niño B, el hermano, el mayor, destinatario del elogio, adopta un aire pedagógico y afirma: “no, vos sos preciosa. Yo... yo soy precioso”.

Como cada vez, entonces, sonrío de esa forma que le dicen "para mis adentros" y me doy cuenta, de vuelta, que los amo.

05 marzo, 2011

Lucas Pizarro y sus actos altruistas

...cuatro dadores de sangre,
cualquier grupo o factor...

“Hoy es un día raro. Vengo de donar sangre y me siento para el orto. Ojo, ningún matiz moral en esto: me bajó la presión al piso y yo me fuí con ella. Me desmayé, por suerte, en la misma sala del hospital. No me dí ni cuenta. Cuando termina la extracción, te hacen pasar a una salita donde te dan un café y, me río ahora que lo voy a escribir y recuerdo, una madalena. Estaba sentado tomando mi café cuando de repente siento que la auxiliar que me lo había servido me está sacudiendo, diciéndome ‘Señor, señor’ (ya no sólo los pibes me dicen ‘señor’). Veo que hay otra mina que la ayuda y me dice ‘sentate en el suelo, acostate’ y me levanta los pies y me los apoya sobre una silla. Quedé tumbado ahí, justo atravesado frente a una puerta que da a la sala de espera. La médica (porque la otra mina resultó una médica), me levanta los brazos y me pregunta si me siento mejor. Ahí yo ya puedo pensar y responder, me doy cuenta de lo que pasó y agradezco, ‘sí, un poco mejor, gracias’ y reparo en que estoy a la vista de todos los que esperan para donar. Se lo señalo a la doctora. Cierto, me vas a espantar a los donantes’ y nos reímos. ‘Yo creí que bajaba la cabeza para leer’, me dice la auxiliar. Se vé que me estaba cayendo así nomás cuando atinó a atajarme. Cuando pude pararme, me llevaron a otra sala. Estuve cerca de una hora tirado en una camilla junto a la cual había un desfibrilador. Esa presencia me resultó entre cómica y siniestra. Todavía me siento flojo y algo mareado y pienso que la jodita se metió en mi día y me lo cagó a lo largo y a lo ancho, porque no tengo voluntad de hacer nada. Sólo quisiera permanecer tirado esperando a que la sangre vuelva a su caudal...”