tag:blogger.com,1999:blog-44516684976597298582024-03-13T03:48:18.724-03:00Catedral de HormigasIlusión de unidad. Atado de algo.Pablohttp://www.blogger.com/profile/07100775094964928862noreply@blogger.comBlogger313125tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-8436522257786918682013-11-19T16:57:00.000-03:002013-11-19T16:57:33.779-03:00De la evangelización (estados de Facebook)<br />
Explicar qué le gusta a uno e intentar convencer a los demás de por qué deberían también apreciarlo, es (IMHO) desplegar un teoría estética, una teoría de la cultura y una teoría de la significación.<br />
<br />
Si usté cree que el valor de una obra equis es inmanente a la obra, intentará someter al destinatario de su esfuerzo a un proceso de "inmersión": agotará ejemplos, citas. Su estrategia será la ostensión.<br />
<br />
Si usted cree que el valor de una obra está en su forma y su construcción, exhibirá retazos, fragmentos y explicaciones. Su estrategia será el análisis.<br />
<br />
Si, en cambio, usted cree en el valor social del arte, se dedicará más bien a exponer las circunstancias de su manufactura. Su estrategía será la argumentación.<br />
<br />
Si cree en el genio, abundará en biografías y psicologismos. Su estrategia será narrativa.<br />
<br />
Si usted cree que el arte es la expresión del espíritu del tiempo, del cual su generación es el protagonista privilegiado, fatigará anécdotas, indagará memorias. Su estrategia será la crónica.<br />
<br />
Si cree que el arte es la revelación de lo inconciente, de la ideología o de cualquier otra cosa "subyacente", saldrá a la pesca de lapsus, corregirá metáforas y metonimias (puesto que usté les asignará su significado *verdadero*), seguirá el rastro de los significantes. Su estrategia será la hermenéutica.<br />
<br />
Si, en cambio, usted cree que el arte vale en la medida en que es la vanguardia de tal o cual sujeto histórico (el proletariado, la raza, los trabajadores, la nación, el género) referirá hechos, señalizará hitos, procurará batallas, plantará banderas. Sus estrategias serán la epopeya casi siempre, la hagiografía muchas veces y la vehemencia demasiado frecuentemente.<br />
<br />
Tal vez crea que el arte es el registro de un proceso de evolución, de los vaivenes del despliegue de algo que está en el origen y se dirige a un destino. En ese caso, anotará tradiciones, identificará escuelas, establecerá filiaciones, compondrá taxonomías. Su estrategia será la genealogía.<br />
<br />
Pero quizás crea que una obra vale por la ocasión de gozo que presenta, organizará una fiesta, abrirá su casa, prepará una comida, bailará. Su estrategia será la hospitalidad.<br />
<br />
Y si cree que el arte es la manifestación irrepetible de una lejanía (por cercana que pueda estar), tal vez intente poetizar.<br />
<br />
Es decir que al final, si usté cree que una obra vale por la posibilidad de decir que cada vez inaugura, hará muy probablemente un poco de todo lo que vengo diciendo, en diferentes mezclas y combinaciones, según su temperamento, pero sobre todo se preguntará ante cada signo para qué le sirve y copiará, combinará, transformará.<br />
<br />
Curiosamente, su estrategia será ofrecer al destinatario de su esfuerzo, más obras.<br />
Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-45976967302061626822013-09-29T22:57:00.001-03:002013-09-29T22:57:23.255-03:00Nota al pie, según Piglia<p>Seis años después de <a href="http://catedraldehormigas.blogspot.com.ar/2007/02/en-el-orden-de-casualidades-que-le.html">este</a> post, vengo a consignar que en la primera entrega del programa <a href="http://m.youtube.com/watch?v=im_kMvZQlv8&desktop_uri=%2Fwatch%3Fv%3Dim_kMvZQlv8">Borges por Piglia</a>, emitido por estos días por "la televisión pública", Ricardo Piglia asegura que sí, que Walsh organizó mañosamente el texto de Nota al pie para que la nota se imponga paulatinamente al cuerpo del relato...</p>
Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-50426741324947380162013-09-17T22:49:00.001-03:002013-09-17T22:49:32.543-03:00Chiquitina<p>Es domingo. Como suele hacer, mi chiquitina se despertó temprano, la primera. Curiosamente, me pidió de bañarse. Así, mientras ella se baña y sus hermanos duermen, yo me preparo un mate y me siento a desayunar. La escucho cantar. A mi chiquitina le encanta cantar. Entonces me asalta una fantasía, una especie rara de melancolía prospectiva. Me imagino viejo, terminantemente viejo, pongamos setenta y tantos años, vaya a saber si recibiendo a mi chiquitina, para entonces una mujer madura, en una casa mía o estando yo de visita en su casa, sentado en una silla, en la cocina, tomando mate, y, mientras ella hace los que sean entonces sus quehaceres, se pone a cantar y al escucharla cantar yo recordaré estas mañanas de domingo en que mi chiquitina cantaba bajo la ducha, jugando, y yo tomaba mate o me sentaba a escribir estos ejercicios de nostalgia prospectiva. Será una tristeza mansa, casi feliz. Eso espero.</p>
Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-24243902694359648912013-09-12T17:05:00.000-03:002013-09-12T17:05:07.718-03:00Un Zarathustra cimarrón y vernáculo...Qué les voy a decir: por lo general, me olvido de este blog. Sigue su curso de electrones y flota medio a la deriva.<br />
<br />
Pero que esté como en animación suspendida no significa que esté muerto: digamos que está esperando volver, como se dice de los espíritus, en un cuerpo nuevo.<br />
<br />
Dicha la cursilería, comparto con los que siguen por ahí y que tan bien nos acompañamos cuando estos bares eran más animados, como con los que pasan a curiosear en esta tapera, la novedad de que tal vez esa idea del "cuerpo nuevo" no esté tan fuera de lugar: tengo la fortuna de que algún escrito de por aquí vaya a ser parte del catálogo de la <a href="http://editorialfunesiana.wix.com/artesanal#!pablo-ferraioli/c1zh4">Editorial Funesiana</a>. Qué me contursi??<br />
<br />
Ya les contaré.<br />
<br />
Gracias por todo.Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-53531211589982859682013-06-10T20:24:00.001-03:002013-09-17T22:49:59.521-03:00El don II<p>La historia del libro que voy a contar empieza, si no antes, en La Plata. Antes de su factura material, comenzó a ser deseado e imaginado allí. La parte que corresponde al papel y la tinta, se concreta en Barcelona. En el medio, claro, un viaje, una escritura, muchos años. Luego, dos amigos se encuentran a compartir un asado a la argentina en una terraza del Gótico. Hablan poco de los viejos tiempos y bastante más de las urgencias de la edad. El libro pasa de manos, junto a otros tres ejemplares. Vuela en la bodega de un Boeing hasta Buenos Aires, y de allí, nuevamente a La Plata. Las historias de libros que me gustan son morosas y suponen involuntarias esperas: pasan meses hasta que el amigo mete el libro en un sobre. Lo lleva consigo en su diario trajín a Buenos Aires y desde allí lo despacha en encomienda a la lejana Patagonia. El correo jura y perjura haber intentado la entrega y haber dejado el correspondiente aviso, nunca advertido por el destinatario, que meses después pregunta por el libro. Lo rastrean. El paquete fue devuelto al remitente, que tampoco advirtió el correspondiente aviso. A pesar de haber sido despachado desde Buenos Aires, el libro espera (esperamos que aún espere) en una sucursal del correo de las afueras de La Plata. Allí irá el amigo a buscarlo, si aún está, y no volverá a despacharlo, sino que lo guardará: el tercero vendrá por él desde el Sur en unos meses, para concretar por fin en La Plata el encuentro con un libro que fue soñado en esa misma ciudad, donde los tres amigos se conocieron, y que le está dedicado.</p>
Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-77619167941797767802013-05-23T23:19:00.001-03:002013-05-23T23:19:56.324-03:00La caída de Tokio<p>"...cada cual tiene un trip en el bocho, difícil que lleguemos a ponernos de acuerdo...'<br><br></p>
<p>Tomados de la mano dimos el paso.</p>
<p>Saltamos apenas un pozo más que nada nominal y ya del otro lado nos volvimos con nostalgia, pero seguíamos tomados de la mano.</p>
<p>Vimos a Tokyo desplomarse en silencio, mudo, "como leones ciegos".</p>
<p>Vimos la lava devorar las avenidas y achicharrar a los autos como caracoles y a los caracoles evaporarse como cabecitas de fósforos. Vimos amapolas y azahares abrazarse de júbilo, aferrarse a los muros y acariciar el musgo y la hiedra.</p>
<p>Vimos humo huir de Tokyo, perseguido por vapor y exhalaciones. El humo se dobló, rozó el vapor y burló a las exhalaciones. Corrió, se dispersó, ensambló los dedos de las manos como un sabio japonés que no espera nada. El vapor se coló de a poco, hasta quedar despegado, desdoblado, desmedido.</p>
<p>Se hizo agua el vapor y la lluvia les lavó los pies a las amapolas.</p>
<p>Llueve con ganas, a veces. Otras veces parece que fuera a morir un tigre o incendiarse una pagoda. Llovió con ganas, aquella vez.</p>
<p>Ganas de golpear tambores.</p>
<p>Las amapolas agradecieron el baño con flores de dos metros (o tres) y los azahares buscaron el sol con notorio esfuerzo, que les hinchó las mejillas blancas hasta que las venas verdes parecían avenidas.</p>
<p>Ni una rata murió en la tormenta (saben pararse en el lugar exacto donde no cae la lluvia, puesto que es sabido que las gotas caen siempre en el mismo lugar).</p>
<p>Los perros vergonzosos, en cambio, corrieron por los pasillos y las escaleras y con los rabos muy cerca del suelo fueron muriendo de a uno, de a dos, nunca de a tres.</p>
<p>Amarillas máquinas despejanieve los apilaron.</p>
<p>Un alma piadosa arrojó un caracol encendido que prendió como un rumor en las uñas resecas, en los dientes picados.</p>
<p>Lo vimos todo, tomados de la mano.</p>
<p>Giramos sobre un pie (el derecho yo, el izquierdo vos) y nos alejamos del pocito nominal que se estaba llenando de lava o de lluvia, según quien de nosotros se volviera a mirar.</p>
Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-25039429160318351492013-03-18T20:49:00.001-03:002013-03-18T22:00:34.166-03:00Érase una vez un restorán-Un irlandés con poca crema.<br />
<br />
Fue decirlo y comprender que estaba empezando a convertirme en un personaje. ¿Cuántas veces puede uno llegar a un bar, sentarse solo en una mesa, sacar un libro de la mochila, esperar al mozo y repetir la misma orden?:<br />
<br />
-Un irlandés con poca crema.<br />
<br />
No creo que hagan falta muchas repeticiones. Mucho antes de que el mozo empiece a preguntar:<br />
<br />
-¿Lo de siempre?<br />
<br />
ya sabe que uno es “el que viene a tomarse un irlandés con poca crema y leer un libro”.<br />
<br />
El pedido contiene el rasgo de capricho (“poca crema”) que enseguida le permite al mozo recortar una individualidad, aunque más no sea negativamente, “qué hinchapelotas”. Recorte al fin.<br />
<br />
Y creo que no digo esto por deseo de ser reconocido, individualizado, sino porque trabajé casi diez años de cafetero y aún recuerdo a la que pedía el exprimido “colado, sin pulpa”, o al que pedía un café con leche “primero la leche”. O el del whisky con hielo, “pero el hielo traelo en un vaso aparte”. Y la de la fanta con crema, toda ella inexplicable.<br />
<br />
Esas personas se convierten en personajes, individuos. El personal los vé venir y los identifica. Si sus costumbres son muy regulares, sirven para puntuar el tiempo indiferenciado de la jornada laboral.<br />
<br />
Me acuerdo que había uno que venía a cenar un rato antes del cierre, cuando ya no quedaba nadie en el salón. Era el dueño de otro restorán. La patrona del nuestro consideraba eso una suerte de halago. Curiosamente, no recuerdo qué solía pedir, pero recuerdo que su presencia marcaba el fin de la noche: si él estaba cenando en nuestro salón era porque su restorán, uno de los más importantes de la zona del puerto, ya había cerrado.<br />
<br />
Se sentaba en una mesa rinconera, cerca de la barra. Cada noche invitaba a uno distinto de sus empleados. Tomaba vino, blanco, de eso me acuerdo porque yo era el que servía las bebidas. No esperaba a que el mozo se acercara; ordenaba desde la mesa, en voz bien alta, directamente a la cocina, como si fuera el patrón y con aire de saber cómo se cocina el bacalao; nunca más apropiada la expresión.<br />
<br />
Su presencia significaba un riesgo. Si otro comensal llegaba en ese momento, era una descortesía contraria a la cultura de la casa negarse a atenderlo y en ese restorán estábamos orgullosos de atender a la antigua. Había reglas de cortesía estrictas: en sus tiempos muertos, los mozos debían mirar siempre hacia las mesas, por ejemplo. Es el día de hoy que me resulta irritante ir a un bar o a un restorán donde los mozos se acodan en la barra, de espaldas al salón, obligándote a los malabares más ruidosos para llamar su atención y pedir el postre.<br />
<br />
A veces sucedía que el salón quedaba vacío temprano, antes de la hora de cierre habitual. Esas noches, los empleados rogábamos que nadie entrara sobre el límite de la hora, porque la política de la casa era esperar a que se retirara el último comensal para poder cerrar. Lo peor eran las parejas. Y si se sentaban en una mesa a pelear, sabíamos que la noche podía hacerse interminable. Dos cafés eternos y escenas de llanto son corolarios indigestos para una noche agitada.<br />
<br />
Pero por suerte este hombre dueño de un restorán del puerto que llegaba a cenar cuando todos ya se habían ido nunca se demoraba más de lo necesario y nos hacía saber que sabía que estábamos esperando que se fuera para poder ir a descansar. No recuerdo si dejaba propinas. Debía de hacerlo, porque los mozos lo atendían de buena gana. Saludaba a todos al salir, con una sonrisa satisfecha y un “gracias por todo” que sonaba sincero. Era un modo amable de terminar la jornada.<br />
<br />
Ahora soy yo el que está pasando regularmente por un café, el mismo cada vez, las tardes escasas pero no improbables en que el tiempo por venir no se puebla de expectativas, y se sienta a repetir una costumbre, una manía.<br />
<br />
Me pregunto si llegaré a habitué y si llegará el día que el mozo me diga: “¿lo de siempre?”.Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-70488266752757738262013-02-14T22:20:00.000-03:002013-02-14T22:20:56.699-03:00"No conviertas un problema científico en una historia de amor", le dice el Dr. Snaut a Kris Kelvin, que espera la resurrección de su visitante, en Solaris, de Tarkovski...Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-56684686190923174492013-01-16T03:06:00.003-03:002013-01-16T03:09:06.944-03:00Lo humano inconmensurableArno Farías ama cantar. Se le nota, quiero decir. Uno lo ve cantar y nota que se está divirtiendo. Canta verdaderamente muy mal. O muy feo. En realidad, no podría decir que canta mal porque, en principio, da las notas. Arno Farías es afinado, quiero decir. Pero coloca la voz en un registro chillón e imposta un tono desprolijo. Digamos que juega al anticantante. Pero es divertido. Y transmite la alegría de cantar. Arno Farías es dionisíaco.<br />
<br />
Uma no podría nunca apreciar el arte de Arno Farías. Ella es apolínea. Ama el deporte y la competencia. Cuida su indumentaria, su vocabulario, su “presencia”. Le gusta saberse entre los ganadores. Uma es competitiva. Si escuchara (cosa que nunca hará) la música de Arno Farías, se declararía indiferente, o, simplemente, lo despreciaría.<br />
<br />
En eso se parece a Adela. Para Adela la excelencia es divisa. El arte de Arno Farías sería para ella un gesto pueril. La técnica, Arno Farías, el rigor, Arno Farías, la forma, Arno Farías, diría Adela.<br />
<br />
Para Arno Farías, Adela y Uma serían dos putas estiradas. Porque todas las mujeres son putas, diría Arno Farías, más que nada para irritar. Porque él es así de rebelde. El tema es, explicaría Arno Farías, que hay algunas putas que se llaman a sí mismas “modelos” o “esposas”.<br />
<br />
Para Adela y Uma, Arno sería un bruto, o un inmaduro. A Adela, hablando de música, le gusta Mozart. A Uma, Peter Gabriel. Son pretenciosas y se consideran parte de una aristocracia de la sensibilidad que se adorna con las mejores galas de los cánones establecidos.<br />
<br />
Para Arno Farías no hay mejor música que la que hacen sus amigos. ¿Y por qué va a ser? ¡Porque son sus amigos!<br />
<br />
Al contrario, Adela y Uma tratan de ser amigas de los que hacen la mejor música. Como verán, Uma y Adela me resultan antipáticas. Eso no es signo de nada bueno ni de nada malo. Es sólo que yo también soy dionisíaco.Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-62988717736406301602012-12-29T11:13:00.000-03:002012-12-29T15:58:19.725-03:00La cualidad nutriciaEl relato conecta dos hechos, separados en el tiempo por un par de meses. Un par largo, se diría, para sugerir que, tal vez, "un par" significa algo más que simplemente dos.<br />
<br />
Son, los dos hechos, banales.<br />
<br />
El más antiguo de los dos corresponde a un día que estaba preparando pasta. Había puesto el agua al fuego y, cuando rompió el hervor, quise abrir el paquete, un paquete de esos fideos cortos con forma de tirabuzón.<br />
<br />
Se me rompió el celofán y la pléyade de fideítos se consteló por la cocina. Aquello del universo en constante expansión, supongo. Barrí y junté los fideos que pude, pero algunos habían caído en el hueco entre la cocina y la mesada, de donde, a decir verdad, ni intenté, en ese momento, retirarlos.<br />
<br />
Me olvidé de ellos hasta el segundo acontecimiento, que fue por estos días. Una invasión de hormigas. Había dejado la mesada llena de trastos sucios y se vé que la cualidad nutricia de los restos atrajo a unas hormigas chiquitas y negras que yo sé que viven conmigo en esta casa.<br />
<br />
La mesada y la propia cocina eran un, como se dice, hervidero de hormigas. Estaban sobre los platos, las fuentes, los vasos, entre las hornallas, abigarradas, móviles, apretaditas, como los murciélagos de Luca, recortando, troceando, trasegando los restos para ellas tan valiosos.<br />
<br />
Me puse a lavar, que no era otro el problema. Lavé los trastos, limpié la mesada y la cocina, pasé lavandina, y las hormigas se fueron retirando, espantadas, a medida que mi tarea avanzaba.<br />
<br />
Lo que conectó ambos hechos fue descubrir, al limpiar el espacio entre la cocina y la mesada, intactos, los fideos que se me habían caído aquella vez que se me rompió el paquete.<br />
<br />
Es decir, algo un poco inquietante, ver que, en su voracidad, las hormigas habían ignorado un alimento, supuestamente, de origen orgánico.<br />
<br />
Rocié el área con veneno para hormigas y me fui a hacer otra cosa.Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-65481394320734594512012-12-10T18:41:00.000-03:002012-12-10T18:41:17.573-03:00Lucas Pizarro y sus noches de invierno<span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 15px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;">...entonces
nos acercamos el uno al otro y nos besamos. Un beso en los labios,
tierno, suave, hecho de varios besos más pequeños. Cuando terminó ese
beso, ella tomó mi cara con sus dos manos, como quien eleva una ofrenda,
como una caricia, y dirigió mi cabeza hacia un costado. Me dió un largo
y dulce beso en la mejilla. Mi reacción fue reír, un poco
exageradamente. Aún no sé qué puede haberle significado mi risa. Tampoco
sé yo mismo qué quise decir, si fue una risa nerviosa, o una forma de
aceptación.</span><br /><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 15px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;"></span><br /><span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 15px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;">Esa
fue la despedida. Salí de su casa. Estaba oscuro y hacía mucho frío. Me
calé el gorro de lana y alcé el cuello de mi abrigo. Un beso en la
mejilla. No había romanos esperándome. Estaba solo.</span>Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-19553854801381495962012-11-22T18:55:00.000-03:002012-11-22T23:37:53.975-03:00PostalMuchas veces, como hacemos todos, seguramente, he intentado reconstruir o recuperar recuerdos de la infancia. La memoria de mis primeros años es un árbol bastante seco del cual sólo extraigo cada tanto unos pocos frutos no muy jugosos. Son retazos, o más bien postales, casi fotografías y, en muchos casos, ni siquiera auténticos recuerdos sino la reimplantación de un recuerdo a través de un relato de alguien mayor.<br />
<br />
Mi madre, sin ir muy lejos. De ella guardo algunos recuerdos, pero sobre todo muchas palabras.<br />
<br />
Si algo es mi madre, por ejemplo, es su historia del abuelo gallego. Y esa historia es a su vez vaga e incompleta. Es la historia de mi madre comiendo almejas. Recogía las almejas con mi bisabuelo, en días de caminata por la arena. Ella era un niña de unos cinco o seis años, la edad que tiene ahora una de mis hijas. Caminaba con su abuelo por una playa que podría ser Mar de Ajó, en esa zona donde el mar todavía está sucio de la afluencia del Plata (hay otra anécdota de mi madre que involucra a Mar de Ajó, un destartalado ómnibus de pasajeros y el esfuerzo de mi abuelo, su padre, para ayudar a mover el ómnibus, que se había encajado en la arena).<br />
<br />
Caminaban por esas playas, que hace sesenta años habrán sido desoladas y rústicas, y recolectaban almejas. El abuelo las abría vivas, las rociaba con limón y las comía. El abuelo gallego le enseñó a mi madre a comer almejas crudas, lavadas con la misma agua del mar, apenas laceradas un poco por el ácido del limón.<br />
<br />
Y yo me pregunto qué habrá sido eso que tanto impresionó a la niña de seis años, qué cosa señaló ese recuerdo de entre el cúmulo de experiencias, si el gesto del hombre, si el acto primal de devorar al animal crudo y todavía vivo, si el sabor fuerte y agresivo del molusco y el cítrico, si el ritual, la coreografía del gesto que imagino (la danza de las manos para despegar la valvas con un cuchillo, apretar el limón, adivinar el reventar de la pulpa, la caída de alguna gota en los ojos de la nena que mira, fascinada, incrédula, al animal reaccionar y retorcerse), si habrá sido el atardecer o la figura del hombre contra el sol, o tal vez el juego, el estar de rodillas en la arena, buscar con la vista los pequeños y redondos agujeros que delatan el lugar donde la almeja se ha enterrado, cavar con la pequeña palita de metal, atrapar al animal antes de que logre hundirse más profundo, cuidar de no romper las valvas con la pala, juntar la cosecha en un balde lleno de agua de mar.<br />
<br />
Mi madre nunca contó que se riera entonces. Siempre ha presentado la escena como un momento pleno de felicidad, pero no recuerdo risas en la historia. Aquel hombre, del que sólo sé que juntaba almejas con su nieta y que las comía bañadas en limón, dejó en la niña que después fue mi madre una impronta tan profunda que se concentró en un único acontecimiento, relatado una y otra vez (ahora lo pienso) como cuento para ir a dormir (y afloran recuerdos de mi madre: sentada en un banco, entre mi cama y la de mi hermana, dándole una mano a cada uno para evitar celos y competencias, y contando la historia del abuelo, una historia con tan escasos elementos como aquí los repito: un hombre y su nieta caminan por la playa buscando almejas para comerlas crudas, rociadas con limón). Ese era el cuento. Ese o el de los tres chanchitos, una canción de cuna y a dormir.<br />
<br />
Algo fascinante habrá tenido la voz de mi madre. La certeza de una forma del amor, algo próximo al encantamiento causado por un único gesto, una escena simple y acotada, aguda y exigua como una espina, y clavada con igual tenacidad.<br />
<br />
Y el cuento pasó finalmente a mi memoria. Aquel inmigrante gallego en las costas del Plata, que imagino taciturno, dejó, diría casi con certeza que sin saberlo, su ciega marca para que una madre la pasara a su hijo. Creo que no fue tanto la historia como la pura voz de mi madre, su inexplicable entusiasmo, aquello inefable que el relato no podía contener pero que la voz revelaba.<br />
<br />
Con los años, mi madre formalizó un manifiesto deseo de conocer Galicia. El tiempo le dio la oportunidad. Viajó a España a visitar a una hija, inmigrante de la oleada de los años dos mil. Y fue a Rajó. Y vio las rías. No sé si comió almejas. Honró la memoria de su abuelo, conoció olvidados y vagos parientes.<br />
<br />
En las costas del Atlántico argentino hace años que ya no se ven almejas. De chico, yo todavía las juntaba cuando íbamos de vacaciones a San Clemente. Era un juego y la ocasión para que mi madre repitiera la historia del abuelo gallego. Nos divertíamos, mi hermana y yo. No recuerdo haber comido jamás esas almejas. Apenas si recuerdo si alguna vez mi madre hizo con ellas algo parecido a una paella, hirviéndolas, creo, hasta que las valvas se abrieran.<br />
<br />
Hace unos días leí en un diario que se habían vuelto a ver almejas en la costa. Pedían a la gente que no las recolectara, para no fracasar su regreso.<br />
<br />
En fin. Así son las postales: parece que tienen un origen, una causa o un motivo y, sobre todo, que se dirigen hacia otro, un lugar o un destinatario, pero en realidad son retazos encallecidos de algo que, suponemos, pasó, sin causa ni efecto, sin trama ni desenlace.Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-36413722538427826152012-10-08T19:56:00.000-03:002015-10-03T00:43:46.943-03:00La GorgonaAcaricio su rostro con mis manos bellas, finas, delicadas. He logrado
desarmarlo luego de una breve lucha; no ha sido difícil, aunque ha sido
el primero en mucho tiempo que logra combatir conmigo sin mirarme a la
cara. Por eso vive aún. Ha venido a buscarme, como tantos otros, no sé
para qué. Para medir su valor, tal vez. Lo tengo atrapado, mi cuerpo
enroscado al suyo, y se resiste a abrir los ojos. Es hermoso y fuerte.
Tiembla de pavor y respira agitadamente. Le tomo la cara con ambas
manos, como alzando un cáliz, una copa. Siento su carne trémula,
envuelta por mi cuerpo. Acerco mi boca para besarlo. Al sentir la
proximidad de mi aliento, no puede resistir el terror y abre los ojos.
Me mira a la cara. Aunque mi rostro es bello, no tarda ni un segundo en
convertirse en una fría estatua de piedra. Desesperada, furiosa,
desenrosco mi cuerpo de su cuerpo inerte, con violencia, y lo arrojo
lejos de mí. La piedra estalla en pedazos.<br />
<br />
Lloro.<br />
<br />
Mi nombre es Medusa. Los hombres conocen mi historia. Vivo en el Inframundo y cumplo una condena.<br />
<br />
Esta
es mi mano. La he mirado muchas veces. La extiendo delante de mí;
estiro los dedos, los separo, la palma hacia abajo. Dispongo del tiempo.
En la penumbra, advierto la tensión, el dibujo afilado de los tendones.
Tengo bellas manos. Finas, delicadas. Giro esta mano, la palma hacia
arriba, la llevo a mi aljaba y saco una flecha. Veo mi izquierda
empuñando el arco, alzándolo a la posición de tiro. Apoyo con la derecha
la flecha en la cruz que forman mi puño y el arco. Cuántas veces he
visto mis manos en este gesto: a la distancia de un brazo, mis dos manos
juntas, una un puño cerrado, sosteniendo el arco, la otra aferrando la
flecha, acercándose a mi cara mientras tensa la cuerda, hasta quedar
fuera de mi vista, exactamente junto a mi mejilla, la cabeza apenas
inclinada, el aliento contenido, máxima la tensión del arco, destino de
la flecha. Ya no miro mis manos sino el pecho de ese pobre idiota que me
busca y me presiente y me ignora.<br />
<br />
Mi mirada es
certera. No me distraigo en mi mano al soltar la flecha. Sin hacer
ningún ruido, con la mudez calma de una serpiente fugaz, la flecha busca
su blanco.<br />
<br />
No falla.<br />
<br />
El hombre herido
cae. Me busca con la mirada y me revelo. Me mira fijo a los ojos. No
tengo tiempo siquiera de acercarme a abrazarlo en su agonía. Se vuelve
piedra.<br />
<br />
Lloro.<br />
<br />
Multitud de hombres
petrificados adornan mis aposentos. Museo del horror y de la muerte,
paseo entre sus cuerpos inútiles mi silueta intocable.<br />
<br />
Me llamo Medusa. Pero soy la Gorgona ahora.<br />
<br />
Ningún
hombre puede acercarse a mí. Esa fue la condena de Atenea por el delito
de haber sido ultrajada ¡Si tan sólo hubiera sabido apaciguar a
Poseidón! ¡Si hubiera sido capaz de evitar que me deseara! Pero no, fui
al templo de Atenea buscando refugio, y Poseidón me siguió y me
acorraló. No fui lo suficientemente valiente para enfrentar la fuerza
del dios. Tuve miedo. Tuve miedo de lo que pudiera ser de mí. Sólo
quería vivir. Hermoso Poseidón, por favor, no, apiádate. Sí, soy tu
sierva si tú los dices. Tu esclava, sí. Sí, hermoso Poseidón, esta pobre
mortal está aquí para tí, si es tu deseo, hermoso Poseidón. <br />
<br />
Debo arrepentirme ahora de mis palabras. <br />
<br />
Sólo
he sabido del poder de Poseidón, que aún reina en los mares. Al
contrario, a mí Atenea me condenó a habitar el Inframundo, sin conocer
jamás el amor de un hombre. <br />
<br />
Escucho nuevos pasos en mi
cueva. Otro temerario viene a medirse con la Gorgona. Me deslizo
suavemente hasta flanquearlo. Lo observo en silencio, lo sigo. Es joven y
fuerte, y mantiene la vista hacia el piso. Otro que cree que puede
enfrentarse a mí sin mirarme. Se detiene y gira su espada hacia donde yo
estoy. Me ha oído. Me mantengo inmóvil y en silencio. Él retoma su
andar a tientas por la gruta, buscándome sin saber que estoy a su lado.
Me decido a provocarlo. Deslizo mi cuerpo de sierpe a sus espaldas con
un roce claramente audible. Se da vuelta y me busca. Ya no estoy. Sigue
caminando. Yo tomo distancia. Armo mi arco y apunto a sus pies. La
flecha cae justo delante de él, indicando claramente el lugar de donde
ha venido. Otros hombres hubieran levantado la vista. Él no lo hace. La
flecha le señala que estoy lejos y que su espada no podría alcanzarme.
Sólo se aleja unos pasos y se protege detrás de una columna. Él tiene
que acercarse a mí. Hago un rodeo y vuelvo a flanquearlo. Con los ojos
cerrados, aspira el aire. Siente mi olor. Camina en mi dirección. Lo
dejo acercarse unos pasos y vuelvo a dispararle, otra vez a los pies. La
flecha en la tierra le hace comprender que no quiero hacerle
daño, que quiero que se acerque. Sonríe, y sin levantar la vista, camina
en la dirección que le marca mi flecha. Una nueva flecha le confirma el
rumbo y mi intención. Lo dejo acercarse a unos pocos pasos. Entonces me
revelo, lentamente, en silencio. Para hacerme daño, debería estar aún
más cerca. El hombre me adivina y se cubre el rostro con su escudo. Es
él quien está vulnerable. Está a tiro de mi arco y en línea con mis
ojos, y lo sabe. Puedo advertir la tensión con que aferra su espada,
alzada hacia mí. Me acerco lo suficiente para que pueda ver mi cuerpo
frente a sus pies, por debajo del escudo. No retrocede. Cuando intento
rodearlo, da un salto y se aleja, evitando la emboscada. Armo mi arco y
esta vez le apunto a las piernas. No quiero matarlo, quiero atraparlo,
para rodearlo con mi cuerpo reptil. Erro. El hombre se aleja y se
esconde entre las ruinas. Ahora soy yo la que no puede verlo. He quedado
al descubierto. Está intentando tomarme por la espalda. Me deslizo
velozmente y me pierdo entre las derrumbadas columnas. No lo encuentro,
lo he perdido. No puede estar muy lejos, aún en este laberinto. Él tiene
que acercarse a mí. Siento a mi espalda el veloz deslizarse de unas
sandalias y adivino la amenaza. La espada pasa sobre mi cabeza y yo
alcanzo apenas a darme vuelta, mientras el hombre cae y rueda a
esconderse entre las rocas. Armo mi arco tan rápido como puedo y
disparo. Erro. Me alejo. Yo soy la que tiene el arco. La distancia es mi
aliada. Pero ahora no tengo dudas. Él quiere matarme. Lo he perdido
nuevamente. Intentará otra vez emboscarme. Avanzo lentamente por un
pasillo estrecho con el arco armado, apuntando al frente. Logra una vez
más sorprenderme. Aparece velozmente de atrás de unas columnas a mi
izquierda y de un mandoble parte mi arco. Rueda otra vez entre las
ruinas y lo pierdo de vista. Ha eliminado mi ventaja. Grito de furia y
me lanzo a perseguirlo. Lo encuentro de pie en medio de una gran
recámara, dándome la espalda, viendo cómo me acerco en el reflejo de su
escudo, la espada lista, el cuerpo tenso. Quiere que me acerque. Quiere
matarme.<br />
<br />
Es que soy la Gorgona. Soy (ahora) la Gorgona.
Por fin lo comprendo. Ya no soy más la que fui, la bella Medusa, la
hermosa, la esbelta, la perfecta, la que deseaban los hombres y los
dioses.<br />
<br />
Soy ahora una bestia, la sierpe, la de la voz
viperina y el cabello reptil, soy el monstruo de la mirada mortal que se
arrastra por las ruinas de esta enorme gruta del infierno, acechando a
los audaces que se aventuran en la oscuridad, para saltarles a la cara y
convertirlos en piedra, sin un hálito de vida ni un temblor de
ansiedad. Piedra pura dura y muda. Pero hoy ha llegado otro hombre que
ha sabido acecharme sin mirarme a los ojos, sin mirar a la Gorgona. La
única, la inabordable.<br />
<br />
Solitaria Gorgona.<br />
<br />
Puedo
por fin maldecir a Atenea, ¿qué otro mal puede hacerme? Tal vez este
hombre que me espera de espaldas con la espada en alto sea por fin el
que termine con este dolor. Yo ya no soy una mujer. Nunca volveré a
serlo.<br />
<br />
Me acerco a él desarmada. Se prepara para
saltar. Gira con violencia, la espada firme en su mano, directo a mi
cuello. No sé si me mira. Por las dudas, cierro los ojos.Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-8911549232960334012012-10-06T01:14:00.000-03:002012-10-06T01:35:23.510-03:00El don<div style="text-align: right;">
Habría que intentar otro pesar, </div>
<div style="text-align: right;">
otra alegría, un sitio </div>
<div style="text-align: right;">
distinto para esta alma que se espeja...</div>
<div style="text-align: right;">
<i><a href="http://lalecciondepiano.blogspot.com/2010/02/con-otra-cosa.html">Tamarit</a></i> </div>
<br />
<br />
El libro inició su recorrido hace meses, años, tal vez. Fue pergeñado, deseado, escrito y fabricado en Córdoba. Fue dedicado a una decena de personas. Otros tantos ejemplares fueron entregados en don a un mensajero y transportados por unas primeras manos humanas desde La Docta hasta la Reina del Plata. Ese primer mensajero podía guardar un ejemplar para sí, pero debía acercar al resto a otro destino. Un tiempo humano, que no se mide sino por los azares de las ganas y la voluntad, transcurrió hasta que las manos del primer mensajero se encontraron con otras y conversaron y entregaron en don los ejemplares del libro. Manos humanas lo transportaron desde la Reina del Plata hasta algún lugar del Oeste. La cruda y bruta materialidad del libro esperó otra vez un tiempo humano hasta que tuvo lugar un nuevo encuentro. El segundo mensajero guardó un ejemplar para sí y transportó camino al Sur la ruda materialidad del papel y la cartulina. Mis manos recibieron un don y un testigo. Guardé un ejemplar para mí. Otros dos ejemplares más esperaban aún para encontrar su destino. Más tiempo humano pasó. Hoy, mis humanas manos pasaron los dos últimos ejemplares a un nuevo mensajero, que guardará un ejemplar para sí. Sólo falta un libro. En estos tiempos interesantes que nos tocan, la historia que quiero contar es la de un curioso libro, un libro de poemas, un libro impreso en papel, que recorrió por tierra, en bolsos, carteras, guanteras o mochilas, cientos de kilómetros para hilvanar una decena de puntos.Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-23790767160550454182012-09-09T12:09:00.000-03:002012-09-09T21:39:39.548-03:00Aquellos viejos buenos cuentitos...Siguiendo un recorrido de lecturas que
no vienen al caso, caigo en la cuenta de que Psiqué es uno de los
personajes de la fecunda mitología griega que cruza vivo al Inframundo.
¿Podríamos llamar a eso “atravesar el dolor”?<br />
<br />
(La leyenda se reduce a que Eros,
encargado por su madre de vulnerar la amenazante belleza de la
mortal, se enamora de Psiqué y la secuestra. A Psiqué le agarra
síndrome de Estocolmo y se deja garchar por Eros, que le exige sin
embargo permanecer ignoto, no ser visto, entrar en la que deviene su
mujer protegido por las sombras -pobre Psiqué: no le vé la cara a
Dios, pero siente su potencia. Un día, Psiqué viola el pacto que
los vincula y enciende una lámpara mientras el dios duerme el sueño
del amor. “Sólo un monstruo puede exigir permanecer oculto”. Sin
querer, le quema el rostro con el aceite de la lámpara. Decepcionado
y seguramente dolorido, Eros repudia a Psiqué y vuelve con su mami,
Afrodita. Psiqué, arrepentida, implora el perdón de Eros, el
regreso de su amor. Como si la cosa dependiera sólo de ella,
Afrodita exige a cambio a Psiqué reparar la belleza de su nene,
dañada por la quemadura. Le encomienda ir al inframundo a pedirle a
Perséfone una parte de su hermosura. Psiqué piensa en suicidarse
para llegar rápido al Inframundo, pero tiene una iluminación que le
da un par de ideas mejores. Obviando los detalles, Psiqué logra su
objetivo: cruza viva el Aqueronte, llega al Inframundo, negocia con
Perséfone y regresa al mundo de los vivos con un recipiente lleno de
belleza. Imprudente, abre el recipiente con la intención de robar
una parte para sí. Un sueño de los muertos la fulmina. Eros, con
todo aún enamorado de Psiqué, la despierta. Final Disney. Comerán
luego perdices y de su unión nacerá Placer.)
Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-62655195411858576012012-08-25T22:27:00.000-03:002012-08-25T23:34:20.332-03:00¿No ves que ya no somos chiquitos?<span id="internal-source-marker_0.9338461928469926" style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 15px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;">Es
muy triste ver surgir un entusiasmo, chiquito, tímido, debilucho. Verlo
asomar como una plantita minúscula que rebrota entre el polvo cruel de
la sequía o entre las cenizas que siguen al incendio. Es descorazonador
verlo estirar esas hojitas como bracitos, como desperezándose, como
venciendo una tendencia a la inmovilidad que le viene de dentro. Y
después, verlo malograrse. Los anteriores entusiasmos fueron arrasados
por cataclismos furibundos y rapaces y no ha quedado de ellos más que un
germen que se repliega y repliega y repliega y se va hondo en la tierra
y huye de la luz y todas esas cosas que ya se sabe que hacen los
entusiasmos cuando a su alrededor el tiempo no es propicio y rugen
tempestades o rechistan alambradas eléctricas. Pero nunca un cataclismo
es tan fuerte ni tan duradero. Se acaba, un buen día, y entonces un
minúsculo entusiasmo asoma su cabecita y empieza a desperazarse. Y
cuando parece que este minúsculo entusiasmo, un entusiasmo que es apenas
la evocación o el resto de otros entusiasmos voraces o feroces,
entonces, se acerca la cabra inevitable, el hervíboro del caso y pum, se
lo come, o lo pisa la manada de elefantes o lo arrastra un torrente
inesperado que, en realidad e igual que el propio entusiasmo, señala el
fin de la sequía.</span><br />
<span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 15px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;"></span><br />
<span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 15px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;">Y
después queda ahí el hueco de ese minúsculo entusiasmo, la sensación
del brazo amputado que es énfasis de una ausencia, y uno se queda
mirando como diciendo "¿y? ¿ya pasó?" y ahí no queda nada y otra vez a
esperar, a cuidar semillas invisibles y minúsculas, que las trae y lleva
el viento, y repararlas del clima y de los pájaros y esperar a que
brote, otra vez, un entusiasmo que, para llegar a baobab, tiene primero
que ser brizna.</span><br />
<span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 15px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;"></span><br />
<span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 15px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;">-¿Baobab?</span><br />
<span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 15px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;"></span><br />
<span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 15px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;">-Si, Antoine, las rosas me chupan un huevo. No quiero un entusiasmo de rosa. Quiero un entusiasmo fuerte como un baobab...</span><br />
<span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 15px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;"></span><br />
<span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 15px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;">-Pero es que yo pensé... creí... bah, la idea era...</span><br />
<span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 15px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;"></span><br />
<span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 15px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;">-Si, Antoine, ya sé cuál era tu idea. Era una linda idea.</span><br />
<span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 15px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;"></span><br />
<span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 15px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;">Antoine
me mira. Se lo ve apesadumbrado. Se ve que, de alguna manera, lo he
decepcionado. Se recuesta en su silla y juega con la cuchara del café.
Abre la boca como para decir algo y escucho la pequeña apnea que prepara
la salida de la voz. Se calla, sin embargo.</span><br />
<span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 15px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;"></span><br />
<span style="background-color: transparent; color: black; font-family: Arial; font-size: 15px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;">-¿Sabés,
Antoine? Hace años, había en el patio del departamento donde vivía una bolsa
de tierra. Brotó algo, ahí. Lo cuidamos y lo dejamos crecer. Resultó un
jacarandá. O la semilla estaba en la bolsa, o cayó con la mierda de
algún pájaro, andá a saber. Lo dejamos en la bolsa hasta que estuvo lo
suficientemente grande como para pasarlo a una maceta. Lo
transplantamos. Luego nos mudamos y lo llevamos con nosotros. Tuvimos
que pasarlo a una maceta más grande. Alcanzó un par de metros de altura.
Se ve que el macetón donde lo teníamos no lo favorecía. El tronco era
un palito fino y flexible que tenía en la punta un penacho de esas
hojitas compuestas propias de los jacarandaes, pero resistió vivo,
aguanto tormentas y heladas y resolanas. Pero nunca nos decidimos a
plantarlo. Ningún lugar parecía lo suficientemente bueno. Yo me fui de
esa casa, con dolor, con furia. Ahora, necesito un baobab. ¿Me entendés,
Antoine? Un baobab...</span>Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-7499977690292666282012-08-10T18:59:00.001-03:002012-08-10T18:59:20.582-03:00El fabricante de espejosEl arte de fabricar espejos era, en sus inicios, un arte delicado pero sucio. Exigía el trato con cristales frágiles y la manipulación del mercurio y del estaño, metales que contaminaban de a poco el cuerpo de los artesanos.<br /><br />Los más célebres fabricantes de espejos exportaban sus maravillas desde Venecia, que era además un estado guerrero. Cuando la ciudad entró en guerra con el turco para detener su avance en los Balcanes, se encontró peleando del mismo lado que los ejércitos rumanos del príncipe Vlad III, rey de Valaquia. Petre Wajcescu era vidriero y no conocía el arte de fabricar espejos. Era uno de los tantos rumanos que habían sido arrastrados por la leva y habían quedado entre las tropas del Príncipe Radu, quien, en alianza con el turco, quería arrebatarle la corona de Valaquia a su hermano Vlad, entregando de esa manera el control de los Balcanes, las puertas del Sacro Imperio Romano Germánico, al Imperio Otomano.<br /><br />El Papa no podía permitirlo, por lo que ejércitos de toda Europa enfrentaron al Sultán. Naves venecianas recorrieron el Adriático hostigando a los buques turcos. Una nave de la armada serenísima capturó el bajel (uno de tantos) en el que se hallaba Petre. Fue liberado a su suerte en tierra de la República cuando convenció a los oficiales de la nave de que era un cristiano prisionero del infiel. Abandonado en Venecia, encontró trabajo como vidriero en el taller de un fabricante de espejos, a cambio de casa y comida.<br /><br />Ahí Petre aprendió a mezclar el estaño y el delicado mercurio. Aprendió a aplicar al cristal los paños de lana para fijar el azogue, desde ese momento, invisible al mirar el espejo.<br /><br />Luego de violar a la hija de su maestro, huyó de Venecia y emprendió el regreso a Bucarest. Petre se instaló en Targoviste, la capital del reino, y llegó a ser el más famoso fabricante de espejos de los Balcanes. <br /><br />Una noche, tres lacayos pálidos llegaron a su taller a encargarle la fabricación de 72 espejos. Vlad III, señor de Valaquia, quería adornar con ellos los recintos de su castillo de Poenari, para que las aguas tristes del Arges se multiplicaran en el interior de la fortaleza (como si pudiera de ese modo quitar las manchas de sangre de los boyardos que mandara a morir en su construcción).<br /><br />72 era una cantidad que el modesto taller de Petre, donde sólo él trabajaba, difícilmente podría producir en el tiempo que se le ordenaba, pero no podía negarse: su señor era terrible (lo supieron 20.000 prisioneros turcos que colgaron empalados a las puertas de Targoviste, sacrificados para aterrorizar a los generales enemigos).<br /><br />Una vez iniciados los trabajos, el príncipe en persona visitó una tarde el taller para conocer al artesano. Vlad se paseó (la larga capa negra de la orden del Dragón) entre los espejos terminados, sin pronunciar palabra, mientras Petre temblaba de terror. Al partir, prometió pagar un precio que ningún artesano de Valaquia hubiera imaginado obtener por su obra, si se cumplía con el plazo. Petre no necesitó más para entender las consecuencias de lo contrario.<br /><br />Fue esa tarde que Petre comprendió, además, que su trabajo, esforzado y eximio, no sería jamás apreciado por su señor.<br /><br />El plazo impuesto vencía cuando la última gota de mercurio había escurrido ya de los cristales. Había logrado los 72 espejos a tiempo (y había pensado en lo arbitrario del número durante las muchas mañanas que había dedicado a elegir las mejores láminas de vidrio). 72 espejos perfectos, incapaces de la más mínima distorsión, en los que había invertido todo lo que los venecianos le habían enseñado y todo lo que él les había robado antes de huir.<br /><br />Los lacayos pálidos terminaron de cargar 72 impecables cristales en 18 carruajes tirados, cada uno, por 3 caballos (estaba previsto que algún cristal se rompiera durante el viaje a Poenari). Pagaron la suma convenida y el vidriero no pronunció una palabra, a pesar de haber salvado la vida y de haberse convertido en el artesano más rico de Valaquia.<br /><br />Es que Petre Wajcescu, de oficio vidriero, fabricante de espejos, había descubierto durante aquella visita a su taller que, como el azogue, su amo, Vlad III El Empalador, hijo del príncipe Dracul, vaiboda de Valaquia, no se refleja en los espejos.Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-25168431644972605602012-08-01T22:09:00.001-03:002012-08-01T22:10:28.989-03:00ManosMi hijo mayor se durmió agarrado de mi mano. No sé si debería contar esto. Pienso en mis doce años y en que me hubiera avergonzado enterarme de que mi padre le contaba a alguien una cosa así. Pienso también en que hay diferencias de estilo sustanciales entre el padre que fue mi padre y el padre que yo soy, y en que hay diferencias de carácter sustanciales entre el hijo que yo fui y el que mi hijo es.<br />
<br />
La cuestión es que se acostó y nos dimos la mano y se durmió. Tiene la mano grande. Casi tan grande como la mía. Y fuerte. Ya no es la mano de un niño. No es aún la de un hombre, pero ya no es la de un niño. Entonces agarré fuerte esa mano. Quería que esa forma, ese volumen, esa tensión, quedara grabada en mi mano, en la memoria de mi mano, porque intuí que esa era una última vez, que esa era una de una serie de últimas veces que ya han comenzado a ser.<br />
<br />
La vida no se priva aún de ofrecerme primeras veces. Sorprendentes, excitantes, frustrantes o dolorosas, mi vida sigue llena de primeras veces. Pero empiezo a ser consciente ahora de las últimas. No sé cuántas veces más mi hijo se dormirá tomando mi mano.<br />
<br />
Cualquier día de estos, serán esas las manos de un hombre que comprenderá que no hay nada que pueda sostenerlo guardado en las manos de su padre.Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-39911450364668497492012-07-31T15:03:00.001-03:002012-08-01T22:09:45.698-03:00N+2 ocurrencias de (casi) un mismo texto<div><p>Intro. Trumpet solo...</p>
<p>Summertime... Y la vida es fácil. La nana negra está en el campo con el hijo del amo y el niño blanco rompe en llanto. Un rasguño, una espina, una piedra o el fracaso en la pesca. The fish are jumping and the cotton is high. A ver mi niño, tu papá es rico (es el dueño de este campo, del algodón y de todos estos negros que lo cosecharemos: para vos la vida está resuelta), tu mamá es bonita, así que hush you little baby, don't you cry. Pero la negra es un poco cruel, o de un fatalismo impiadoso. No llore mi niño, la vida es fácil y el día de verano es espléndido, pero one of this mornings, you gonna rise up singing, te saldrán alas, and you'lll take to the sky. Te vas a morir, claro que te vas a morir. But till that morning there is nothing can harm you, esa mañana está escrita en el gran libro del Señor y, si hoy no es ese día, hoy sos inmortal, no será este rasguño el que te mate, ni esa piedra, ni ese río. Daddy and mammy standing by se ocuparán de eso (el algodón está crecido y tenés la vida resuelta)...</p>
<p>Trumpet solo, bridge...</p>
<p>Summertime, time, time, and the living is easy... Amanecen dos en un departamento con vista a la Bahía de San Francisco, un amanecer espléndido. Estuvieron garchando toda la noche y los sorprende la mañana en un nuevo trip. Ella mira el techo: "hay peces que saltan... y algodón... allá arriba". A él le pega mal, se asusta, empieza a llorar. Vamos, che, niño rico, your mamma's good looking now, todavía es joven, tu viejo tiene guita, ¿de qué te quejás? Ah, ¿es por mí? No, un día de estos vos también vas a elevarte cantando (te va a pegar bien), you'll spread your wings, y llegarás al cielo. Hasta esa mañana, por mí no te preocupes, there is nothing can harm me, así que, pibe, no llores. No, no, no. No llores.</p>
<p>Guitar solo. Coda. Finale.</p>
<p>Fantasías que despiertan los modos de decir Summertime de Ella y Janis (con sus sutiles diferencias en la letra).<br>
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</div>Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-8657101297216764272012-07-04T00:05:00.000-03:002012-07-04T00:05:25.421-03:00El grito (el gran baile en el cielo)Hacía rato que no jugaba a traducir. Ahí va mi versión del diálogo del video de Cosor:<br />
<br />
<br /> -¿Acaso no está muerto de miedo?<br /> <br /> -No... No tengo miedo de morir<br /> <br /> -¿En serio? ¿Está seguro?<br /> <br /> -Es algo que pasa un día u otro. Qué importa.<br /> <br /><span class="text_exposed_show"> -Si está asustado, está bien. Es decir: ¿quién no lo estaría?<br /> <br /> -¿Por qué debería tener miedo de morir?<br /> <br /> -No sé, alguna gente se asusta.<br /> <br /> -No hay motivos para eso. Hay que irse algún día...<br /> <br /> -Si, es verdad. Supongo que así debe ser. Pero, si está asustado...<br /> <br /> -Nunca dije que tuviera miedo de morir.<br /> <br /> -¿Puede confiar en mi? Sólo estoy buscando conversación. No hay razón para gritarme.<br /> <br /> -Le dije que estoy calmado. No intente dar vuelta mis palabras.<br /> <br /> -No hago eso.<br /> <br /> -¿No? Yo creo que sí. Lo conozco bien.<br /> <br /> -OK, lo lamento. No debí decir nada. Fue un error... Le pido disculpas por mi falta de sensibilidad. Le prometo que me mantendré callado mientras estemos juntos.</span><br />
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<span class="text_exposed_show">(Las primeras cinco líneas que corresponden al viejo coinciden textualmente con el texto que se oye en el principio de The Big Gig in the Sky, en la grabación original, un poco en el segundo plano de la mezcla.)</span>Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-36937457266919467982012-07-03T00:12:00.000-03:002012-07-03T00:24:01.487-03:00Vean el videíto que nos mandó <a href="http://laresacada.blogspot.com/">Luc</a>.<br />
<br />
<iframe allowfullscreen="" frameborder="0" height="315" src="http://www.youtube.com/embed/UfO4WuI9IIo" width="560"></iframe>
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No se escapen a los créditos finales. Atribuyen la música a Pink Floyd, lo cual es inexacto, porque parte del crédito corresponde a <a href="http://catedraldehormigas.blogspot.com.ar/2010/04/i-not-afraid-of-dying.html">Clare Torry</a>. Pero pienso,<span class="text_exposed_show">
¿habrán pagado derechos? Munch debe estar en el dominio público, así
que con eso no hay problema, pero Pink Floyd, ¿será muy caro usarlo de
soundtrack?, ¿habrá sido el costo más alto de la producción?<br /> <br /> Copiar, combinar, transformar...<br /> <a href="http://www.youtube.com/watch?v=nxOrSzCy50U" rel="nofollow nofollow" target="_blank">http://www.youtube.com/watch?v=nxOrSzCy50U</a></span><br />
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<span class="text_exposed_show">(De paso: el video está güenísimo.) </span>Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-91450205472891186962012-06-28T18:58:00.002-03:002012-06-28T19:00:20.719-03:00De cómo se rellena el tiempo perdidoVenía leyendo en el tren. "Historia de la lectura". Voy por "Roma",
digamos. Pero el pensamiento que se me ocurrió, mientras leía, tiene un
carácter bien actual: pensé en que toda la mitología griega, esa que
tanto ha admirado a nuestro "occidente" euro-determinado del que creemos
formar parte, no hubiera existido si no hubiera sido posible para los
autores de tragedias apelar a personajes de la tradición oral, de la
religión popular, si no hubieran sido capaces de apropiarse de
situaciones dramáticas y narrativas, si otros autores no hubieran podido
continuar o retomar temas, contarnos lo que otros no habían contado
acerca de los mismos personajes.<br />
<br />
<br />
Es decir: la entera cultura griega no hubiera existido si una
normativa de derechos de autor y propiedad intelectual hubiera impedido a
una multitud de autores y comentaristas explorar (y explotar)
personajes o situaciones en su carácter de enteros símbolos, como
unidades de significación de un nivel superior, distinto de sus
componentes, que se integraran en nuevas composiciones.<br />
<br />
<br />
Pensé también que si limitaciones de propiedad intelectual como
las que se impulsan hoy en día hubieran estado en vigor desde entonces,
muy probablemente supuestos herederos de Sófocles, o detentores de la
propiedad intelectual que podrían haberla comprado como quien compra una camisa a
los que se la habían comprado a los que se la habían comprado a los
herederos de los herederos de los derechos de Sófocles, hubieran hecho
imposible a Freud crear el psicoanális basado en una metáfora como la de
"Edipo" (o lo hubiera obligado a una perífrasis sin vigor expresivo:
"Complejo de
joven-rey-griego-que-descubre-tarde-que-ha-desposado-a-su-propia-madre").<br />
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Pensé también a quién carajo le importaría lo que yo estuve pensando.Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-47035365901324068252012-06-21T19:57:00.002-03:002012-06-21T19:57:57.426-03:00Algo que, aunque usted no lo crea, viene a ser una especie de diálogo"Reconoció ese tono exacto de gris que sólo los miserables pueden distinguir en un cielo de lluvia".<br />
<br />
Es Onetti, condenando nuestro daltonismo, citado <a href="http://elinfiernodenuestrodescontento.blogspot.com.ar/2012/05/gris.html">acá</a> por Vero.<br />
<br />
"-... ¿Cuál es el color de sus ojos?<br />
-¿Se ha fijado usted en el color de la plata pulida cuando...?<br />
Anoté <i>ojos grises</i> y me dí prisa en seguirle interrogando."<br />
<br />
Es Dashiell Hammett, uno que nada que ver.Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-57822349230557138962012-06-01T19:17:00.000-03:002012-06-01T19:17:44.135-03:00SilencioNo voy a decir la pavada de que el silencio sea algo malo porque para silencio el de los cementerios. El silencio es la parte, me parece a mí, más importante de la música.<br />
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Por eso, porque este blog está en silencio desde hace bastante (y eso no es ni malo ni bueno: simplemente es), encuentro ahora un motivo para tomar la palabra: desde hace unos días, Blogspot decidió imponer el silencio a <a href="http://ignototransversal.blogspot.com.ar/">Toy Enojau.</a><br />
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Toy Enojau ha hecho un gran, enorme, valiosísimo aporte a la cultura, a romper la idea de que sólo valen los blockbusters, de que música es Lady Gaga.<br />
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Como sabemos en la pampa, siempre llega un momento para ir <a href="http://caballodefuerza.blogspot.com/">con la música a otra parte</a>.<br />
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Y allí, ser libres de elegir, si queremos, y sólo si queremos, el silencio.Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-4451668497659729858.post-55684794297843575102012-04-12T20:49:00.001-03:002012-04-12T21:02:59.600-03:00Sur y despuésEstación Constitución (borde orgánico) y tren Roca. Corte de vías en estación Plátanos. Trenes hasta Quilmes. Micro 159, Avenida Mitre. Berazategui por Avenida Rigolleau. Vueltas por las callecitas de Beraza que tienen ese no sé qué. Camino Belgrano al fin, José María Gutiérrez: Rotonda de Alpargatas. Un gaucho sin nombre que ofrece su tarjeta SUBE: Costera Metropolitana. Camino Centenario. Estación City Bell. Sacar la bicicleta del guardabicis.
Cuatro horas y media para llegar a casa.Pablohttp://www.blogger.com/profile/13753316099823646014noreply@blogger.com4