12 julio, 2007

Tirar la cadena (ahí vamos)

"Papá, papá,

¿por qué vos decís 'tirar la cadena'

si el inodoro tiene un botón?"


Me ha sido dado comprobar en carne propia la efectividad cruel y despiadada de las maldiciones meméticas, efectividad aún más despiadada si consideramos su concreción prospectiva. Me explico: si bien es recién ahora que Mr PC me pasa el vástago en una cadena que amanaza con que "si la cortas, te cagas", según advierte quien se la pasó a él (Yael, en Desde la ducha), hete aquí que la escatológica maldición había ya caído sobre mi preventivamente, cual unidad de marines, el sábado próximo pasado. Qué cagada. Resulta que aunque la así impúdicamente mentada diarrea me mantuvo atornillado al excusado por largos e intestinalmente dolorosos períodos, la oportunidad no pudo ser aprovechada para solaz y plácida lectura como es mi habitual, por lo que debo admitir que aún no he llegado a la página 139 del libro que estoy leyendo, de la cual, exige el meme, debo extraer el segundo párrafo, haciendo caso omiso de los mecanismos por los cuales la tal obra otorga sentido al susodicho segundo párrafo de la página 139.

Temiendo que, como los retrovirus, y a diferencia de la varicela, la maldición memética pueda caer nuevamente sobre mi, respondo al guante lanzado por mi tocayo, me salto unas páginas del libro-que-estoy-leyendo y transcribo así, sin tener idea de qué va, el segundo párrafo de la página 139 del libro-que-estoy-leyendo:

"(1) When she began this letter, she intended that it should be a compassionate demonstration of Christian principles. That is to say that in return for your letter to her, wich apparently annoyed her, she meant to turn the other cheek hoping in this way to incite regret for your previous letter and to place you on the defensive in your next".

In Cold Blood, Truman Capote.

Un párrafo emocionante, esclarecedor, luminoso. Un párrafo que, a decir verdad, apenas alcanza para hacer la pueril declaración de que estoy leyendo a Capote (un libro, por cierto, que, hasta el momento, no me ha provisto de párrafos grandilocuentes, citas citables, bellos pedazos; su eficacia está en otro plano; y vaya si la tiene).

Como resulta que aún no he llegado al párrafo en cuestión, no tengo idea de qué cartas habla, de quien, ni para quién. El párrafo está entrecomillado en el original, como si fuera un cita o una transcripción, así que me doy cuenta de que tampoco tengo idea de a quién se cita, ni por quién es citado. La maldición memética cae nuevamente sobre mi: suelto y descolgado, privado de contexto, el párrafo se ve deslucido, una cagada.

Como la maldición ya ha operado, da igual ahora si corto la cadena o no.

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