26 noviembre, 2010

Viernes otra vez

Silencio!!! Callemos un rato: por desgracia, hablar y escuchar al mismo tiempo es imposible (paradojas: no se puede cantar sin escuchar, acaso un privilegio). Silencio!!!! Aún más silencio, hasta descubrir que aún no se ha callado nada y escuchar el ruido del cooler de la compu. Silencio! Apagar la compu y escuchar el ronron de la heladera. Silencio!! Desenchufar la heladera y escuchar los pasos de los gatos en las chapas del techo. Silencio!!! Un par de piedras a los gatos y llegar al punto tópico de esta reducción en que se escuchan las hojas movidas por el viento. Silencio!!! Encerrarnos en las jaulas flotantes que imaginó Vian para contener a sus trillizos y escuchar el bumbún del corazón. Silencio!!! Arrancado el corazón, escuchar los pasos de los deudos que fatigan los alrededores de la tumba. Silencio!!! Retirados los deudos, el minúsculo roer de las alimañas, la caída del pelo, el estruendo de la flojera de los dientes.

De lo que se desprende un conclusión banal: el silencio no existe. Sin embargo, bien vale la pena como ejercicio.

Será (salvo que mi voluble carácter sea víctima del viento norte), hasta la semana que viene. Have fun.


23 noviembre, 2010

Una de oficinas

La escena incluye a un florentino que se dedica a la exportación de calzado para una firma japonesa. El lugar contiene cajas de zapatos, japoneses y una asistente argentina. El florentino se enoja y le dá por patear las cajas de zapatos. Algo se rompe, algo pasa, "acidente, il bambino Jesus e nato morto!", la asistente lo mira, morochazo bello, y lo desea. El jefe japonés no se inmuta y pide el estado de cuenta. La asistente lo entrega. "Mal", dice el japonés, y la asistente llora sobre su remington. Con sus ábacos en las manos, mientras el florentino patea cajas, otros japoneses hacen cuentas impecables...

11 noviembre, 2010

Soluciones precarias

(o “technicalities” al Margen)

A pedido de Mr. PC, paso en limpio en la forma de post el estado actual de mi experimento para lograr un sistema de etiquetas de N dimensiones (denominación harto pretenciosa, a decir verdad).

Vale decir: de cómo estoy usando Delicious para llevar un segundo sistema de tags paralelo al ofrecido en forma nativa por Blogger.

La solución es por demás sencilla, mi estimado Contursi: ha usted de suscribirse en Delicious y comenzar a “bookmarcar” sus propios posts, asignándoles la etiqueta que mejor le convenga.

Luego, podrá utilizar el “widget” que Delicious ofrece a tal fin para mostrar la correspondiente “tag cloud” en su sitio.

Pueden ver mi implementación de esto allí abajo, a un par de vueltas de “scroll”, tras el título “Series de posts”. Como este método es por demás precario e incómodo, yo lo empleo para agrupar posts que conforman una “serie”, cosa que, en mi caso, es relativamente poco frecuente.

“Downsides”, como se dice en gringo, de esta solución: a) debe usted utilizar otra herramienta, distinta de su CMS, para llevar sus “favoritos” y etiquetarlos; b) Delicious no acepta tags de más de una palabra (vale decir, cada palabra de una frase es un tag por sí mismo), por lo que, en mi caso, opté por recurrir a los guiones; c) los enlaces creados por este medio conectan con una búsqueda en Delicious, con lo que el listado de los posts que integran un grupo se ofrece en el entorno de ese servicio y no en el del propio blog; y d) no se pueden establecer relaciones entre ambos sistemas de tags.

Nada demasiado grave, pero, para mí, todavía bastante distante de lo que estaba imaginando. Pero, así es la vida, es lo que hay.

06 noviembre, 2010

Otra por Casero

No siempre boludea o se hace el payaso. A veces canta lo que se cifra en un nombre.

01 noviembre, 2010

Mas...

Hace unos días, por chat, le dije a una amiga que Marcelo Cohen me había desilusionado. Como otras veces, advierto que el entusiasmo no siempre es transitivo. Se trata, ahora, de Los Acuáticos. No hay caso. Cada unidad de las que componen el libro, cada relato, se me ha hecho larga y trabajoso. Coincidiendo justo con la lectura de Philosophy of composition, donde Poe establece que la unidad de medida ideal para una pieza corta es "one sitting", descubro que Cohen violenta mi disposición a permanecer sentado.

Sin embargo, empero, no obstante, Cohen me ha deparado el fragmento más jugoso, con perdón de la expresión, con que me he topado últimamente.

Lo transcribo textual:

"Le sostengo al tránsfuga la cara con las dos manos, lo guío por las pecas del cuello y los pezones, consigo que chupe y masque, lo convenzo de que reacciono, le propongo demoras, se las consiento, le araño la espalda, hurgo en una cicatriz, me dilato y me tuerzo, lo retengo, lo confundo y, mientras sopeso la entrepierna, esperando la máxima dureza, le solicito que sea considerado conmigo. Es un susurro gentil, serio, y luego un pedido cariñoso. Me pega el sol en la frente. Pienso que desde el cielo, si me filmaran, se me vería a lo lejos la saliva viscosa. Entonces él no aguanta más y me entra, o se percata del pedido y cariñosamente entra en mí, y cuando veo que más se ha hundido yo me quejo despacio, no de gusto ni de molestia, sino de ansia. Le pido que entre. Como al principio él no entiende, desbocado como está, parece que la carne le palpitara; pero no bien le murmuro otra vez que entre, recula un poco y embiste, y vuelve a embestir buscando una cadencia, y me aprieta las costillas aún con la delicadeza que da el vasallaje. Pero embiste y ya está bien grueso (...). Quiere besarme, todos quieren besarme, como si el beso aumentara la presencia de su carne, pero sobre el choque de babas yo le vuelvo a pedir con dulzura que entre en mí. Se le hincha un poco el cuello. Me esquiva ahora la mirada. Yo requiero, ruego, me río de nervios, imploro que termine ese tormento bobo; quiero que cumpla. JOsé, murmuro, José, porque supongo que oír un nombre exótico lo desquicia. Y como ahora ha entendido, de puro pánico me agarra por las corvas y empuja a fondo. Quiere atiborrarme de olor y de carne escabrosa, a ver si acuso recibo de lo que me está dando; pero yo, que definitivamente he cerrado los ojos, cambio el ruego por el reproche y le pido que entre en mi de una vez. Vamos, digo. Vamos. Él se afana, se remueve, me aplasta. Sé cuánto le gustaría colmarme. Lo siento adentro, al extremo de su tamaño; sin embargo, con un alarido tajante le exijo que entre en mí de una vez. Me enfurezco, le golpeo la espalda, le clavo los dientes en el hombro. Él  declina un instante; el sudor que le cae de la frente me empapa la cara. Me lo limpio de un manotazo, le pregunto socarrona para cuándo. Acto seguido sollozo mientras él arremete de nuevo, me endurezco fugazmente, me diluyo por completo, vuelvo a agarrarle la cara, lo miro bien al fondo de las pupilas, malsana, intolerante, triste, con la duplicada tristeza de no saber qué me entristece. Y porque él calla, y yo le pregunto a voz en cuello por qué juega así conmigo, y él no sabe qué contestarme, trabado a mí como lo tengo con toda su potencia enigmática, me abandono del todo, y musito y resoplo, fría, no sólo decepcionada sino exhausta, trémula apenas, ida, farfullando que quiero que entre en mí, que quiero, que quiero, y pregunto qué cuerno pasa que no me da lo que quiero. Y ahora por fin prescindo de él. Me ausento. A sus ojos podría haberme vuelto loca. Y ni siquiera la posibilidad de que ya estuviera loca le va a restaurar el orgullo. Porque sabe que loca no estoy.

[...]

El tránsfuga se retira y por supuesto que ni de esto doy a entender que me entero. A medias de rodillas, con la camisa cayéndole en los muslos lampiños, empanado en arena, él procura no mirarse eso que ahora es más que nunca un miembro, encapuchado todavía en látex espermicida, y se le ha vuelto chiquito como un supositorio. Así se le quedará mucho tiempo.

Listo. Está listo."
Qué se yo: hay aquí algún conector que me parece fuera de registro, y tengo para mí que esta pieza es una joya a la que le sobran un buen número de párrafos antes y después.

Pero. El adversativo se impone para decir que, mierda, me hubiera gustado a mí escribir este pasaje.

Entonces, pienso que no debería decir "pero", sino "mas". "Mas me hubiera gustado a mí escribir un pasaje como éste". Cohen, después de todo, me ha sumado algo.

Como verán, una cuestión de acento.