09 septiembre, 2012

Aquellos viejos buenos cuentitos...

Siguiendo un recorrido de lecturas que no vienen al caso, caigo en la cuenta de que Psiqué es uno de los personajes de la fecunda mitología griega que cruza vivo al Inframundo. ¿Podríamos llamar a eso “atravesar el dolor”?

(La leyenda se reduce a que Eros, encargado por su madre de vulnerar la amenazante belleza de la mortal, se enamora de Psiqué y la secuestra. A Psiqué le agarra síndrome de Estocolmo y se deja garchar por Eros, que le exige sin embargo permanecer ignoto, no ser visto, entrar en la que deviene su mujer protegido por las sombras -pobre Psiqué: no le vé la cara a Dios, pero siente su potencia. Un día, Psiqué viola el pacto que los vincula y enciende una lámpara mientras el dios duerme el sueño del amor. “Sólo un monstruo puede exigir permanecer oculto”. Sin querer, le quema el rostro con el aceite de la lámpara. Decepcionado y seguramente dolorido, Eros repudia a Psiqué y vuelve con su mami, Afrodita. Psiqué, arrepentida, implora el perdón de Eros, el regreso de su amor. Como si la cosa dependiera sólo de ella, Afrodita exige a cambio a Psiqué reparar la belleza de su nene, dañada por la quemadura. Le encomienda ir al inframundo a pedirle a Perséfone una parte de su hermosura. Psiqué piensa en suicidarse para llegar rápido al Inframundo, pero tiene una iluminación que le da un par de ideas mejores. Obviando los detalles, Psiqué logra su objetivo: cruza viva el Aqueronte, llega al Inframundo, negocia con Perséfone y regresa al mundo de los vivos con un recipiente lleno de belleza. Imprudente, abre el recipiente con la intención de robar una parte para sí. Un sueño de los muertos la fulmina. Eros, con todo aún enamorado de Psiqué, la despierta. Final Disney. Comerán luego perdices y de su unión nacerá Placer.)