26 noviembre, 2009

Fracaso de texto

Las rubdekias tienen ese nombre sonoro, mágico. "Ella cultivaba rubdekias y las disponía en el cantero con esmero"...

Rubdekias... es el sonido del nombre, su color amarillo, sus pétalos largos y delicados, el botón oscuro en el centro...

Rubdekias. Haga la prueba: ponga en su tarjeta personal "Fulano de tal, rubdekia". Suena a algo eslavo o balcánico, una especie de título nobiliario. Sí, otra escena: "Hace su entrada el rubdekia X"...

Rubdequias. No termina de salir. Está el sonido, o la sonoridad. Y nada más. Rubdequias, rubdequias...

20 noviembre, 2009

Lucas Pizarro y sus pretensiones helenísticas

Pienso en Tiresias. Por si no lo tienen, es un viejo adivino griego, ciego como tantos adivinos, profetas y oráculos, que, nacido hombre, fue convertido en mujer y luego en hombre nuevamente. Interviene en multitud de historias de la mitologìa griega clásica, pero de todas las anécdotas que lo involucran, me detengo hoy en la que narra el lance en que se juega la vista.

Resulta que Zeus y Hera mantenían una disputa acerca de quién obtenía más placer durante el coito, si el hombre o la mujer. Zeus, que no sólo es un masculino sino que también representa al principio masculino, sostenía que la mujer goza más. Hera, que no sólo es femenina sino que encarna al principio femenino, afirmaba que el hombre obtenía más placer.

No sé si ustedes observan en esta escena lo mismo que veo yo: tanto Zeus como Hera afirman que el otro goza más. Aquello de que el jardín del vecino siempre es más verde.

Para dirimir la diferencia, convocan al único mortal que ha tenido ambas experiencias. Tiresias se pronuncia: por cada diez partes de placer que la mujer obtiene, el hombre obtiene una. Hera estalla de furia y lo ciega.

¿Por qué se enfurece Hera? En esa furia encuentro un elemento en esta historia que me perturba aún más que la pretención de Tiresias de cuantificar el placer. La explicación tradicional, la que me fue fácil encontrar en una superficial navegación por internet, dice que Hera no toleró que un mortal le diera la razón a Zeus.

Como los dioses griegos llegan a nosotros como personajes celosos y competitivos, esta explicación podría bastar. Pero me queda cierta inquietud y se me ocurren otras.

Por ejemplo, que Hera enfurece porque no puede admitir la respuesta de Tiresias, ya que ella sabe, y lo que sabe es que el mortal no tiene idea y sólo busca agradar a Zeus.

Por el contrario, podría ser que sea cierto que las mujeres gozan más y Hera no le puede admitir a Tiresias que traicione una especie de secreto de género. Esta hipótesis supone que Tiresias sí sabe, y puede, en consecuencia, revelar lo que la diosa insiste en mantener oculto.

Pero se me ocurre todavía otra explicación, la que más me gusta: Hera, además de celosa y de femenina, es orgullosa, y castiga la arrogancia de Tiresias, su inmodestia de pretender que pueda saber, que pueda saber lo que las potencias celestiales olímpicamente ignoran.

No sé si ustedes ven lo mismo que veo yo: ni los dioses saben quién goza más. Y quien pretenda que sabe, comete pecado de arrogancia: ya estaba ciego.