15 diciembre, 2009

un desenlace



"...y el perro, el gato, el roble de sombra amable, la casa, el auto,
una esposa y dos hijos. He cumplido. Papá debería estar contento y
orgulloso. Pero yo estoy hecho todavía este manojo de nervios, esta
incerteza que camina, este montón de furia acorralada, esta mierdita. Y
nada podrá hacer el fuego, porque el perro, el gato, el roble, la
casa, el auto, la esposa y los dos hijos serán ceniza, pero yo seré
todavía este manojo de nervios..."

12 diciembre, 2009

Una de espadas y dragones


"...yes, he knows how to build a fire,
but I know how to inflame a cunt.
I shoot hot bolts into you, Tania,
I make your ovaries incandescent
...."

Henry Miller, Tropic of Cancer.

Después de que el dragón dejara simiente en el culo de su potro blanco, William Francis Fyrbildere murió de furia. Había sido derrotado.

La bestia tenía ahora el camino libre para buscar a la princesa de Oriente que los druidas galeses sueñan todavía más allá del Canal, más allá del Rin, más allá.

Cuando el dragón emprendió la marcha, hubo un flamear de palomas, un remover de arenas, terror de mangostas e hilos e hilos de zorros, blancos, pánicos, fugaces.

El dragón se acercó a la mujer y disparó sus rayos ardientes. Hubo un flamear de palomas y un terror de mangostas.

Fueron blancos, pánicos, incandescentes.

26 noviembre, 2009

Fracaso de texto

Las rubdekias tienen ese nombre sonoro, mágico. "Ella cultivaba rubdekias y las disponía en el cantero con esmero"...

Rubdekias... es el sonido del nombre, su color amarillo, sus pétalos largos y delicados, el botón oscuro en el centro...

Rubdekias. Haga la prueba: ponga en su tarjeta personal "Fulano de tal, rubdekia". Suena a algo eslavo o balcánico, una especie de título nobiliario. Sí, otra escena: "Hace su entrada el rubdekia X"...

Rubdequias. No termina de salir. Está el sonido, o la sonoridad. Y nada más. Rubdequias, rubdequias...

20 noviembre, 2009

Lucas Pizarro y sus pretensiones helenísticas

Pienso en Tiresias. Por si no lo tienen, es un viejo adivino griego, ciego como tantos adivinos, profetas y oráculos, que, nacido hombre, fue convertido en mujer y luego en hombre nuevamente. Interviene en multitud de historias de la mitologìa griega clásica, pero de todas las anécdotas que lo involucran, me detengo hoy en la que narra el lance en que se juega la vista.

Resulta que Zeus y Hera mantenían una disputa acerca de quién obtenía más placer durante el coito, si el hombre o la mujer. Zeus, que no sólo es un masculino sino que también representa al principio masculino, sostenía que la mujer goza más. Hera, que no sólo es femenina sino que encarna al principio femenino, afirmaba que el hombre obtenía más placer.

No sé si ustedes observan en esta escena lo mismo que veo yo: tanto Zeus como Hera afirman que el otro goza más. Aquello de que el jardín del vecino siempre es más verde.

Para dirimir la diferencia, convocan al único mortal que ha tenido ambas experiencias. Tiresias se pronuncia: por cada diez partes de placer que la mujer obtiene, el hombre obtiene una. Hera estalla de furia y lo ciega.

¿Por qué se enfurece Hera? En esa furia encuentro un elemento en esta historia que me perturba aún más que la pretención de Tiresias de cuantificar el placer. La explicación tradicional, la que me fue fácil encontrar en una superficial navegación por internet, dice que Hera no toleró que un mortal le diera la razón a Zeus.

Como los dioses griegos llegan a nosotros como personajes celosos y competitivos, esta explicación podría bastar. Pero me queda cierta inquietud y se me ocurren otras.

Por ejemplo, que Hera enfurece porque no puede admitir la respuesta de Tiresias, ya que ella sabe, y lo que sabe es que el mortal no tiene idea y sólo busca agradar a Zeus.

Por el contrario, podría ser que sea cierto que las mujeres gozan más y Hera no le puede admitir a Tiresias que traicione una especie de secreto de género. Esta hipótesis supone que Tiresias sí sabe, y puede, en consecuencia, revelar lo que la diosa insiste en mantener oculto.

Pero se me ocurre todavía otra explicación, la que más me gusta: Hera, además de celosa y de femenina, es orgullosa, y castiga la arrogancia de Tiresias, su inmodestia de pretender que pueda saber, que pueda saber lo que las potencias celestiales olímpicamente ignoran.

No sé si ustedes ven lo mismo que veo yo: ni los dioses saben quién goza más. Y quien pretenda que sabe, comete pecado de arrogancia: ya estaba ciego.

08 octubre, 2009

No creerías las cosas que he hecho por ella

Melvin: Tengo un cumplido para vos, es algo que pasó.

Carol: Me da miedo que vayas a decir algo desagradable...

Melvin: No seas pesimista, no es tu estilo. Bueno, es así: yo tengo esto... digamos, ¿una enfermedad? Mi doctor, un petiso al que iba a ver todo el tiempo, me dijo que, en el 50 o 60% de los casos, una pastilla realmente ayuda. Yo odio las pastillas, son cosas jodidas, las odio. Y estoy usando la palabra "odio", ahora, para las pastillas. Odio. Bueno: mi cumplido es que aquella noche cuando viniste y me dijiste que vos nunca... bueno, estabas ahí, sabés lo que dijiste. Mi cumpido para vos es que, a la mañana siguiente, empecé a tomar las pastillas.

Carol: No entiendo por qué eso sería un cumplido para mí.

Melvin: Vos hacés que yo quiera ser un hombre mejor.

Carol: Ese es tal vez el mejor cumplido de mi vida.

Melvin: Bueno. Por ahí exageré un poco. Apunté el tiro como para lograr que no te vayas...

Son Jack Nicholson y Helen Hunt, en Mejor Imposible.

22 septiembre, 2009

Descartes

De las diversas formas del voyeurismo que el uso regular del transporte público facilita, la de pispear qué leen los compañeros de viaje es una que practico desvergonzadamente.

En un mar de fondo de browns, grishams y cohelos, cierta vez descubrí una tapa revestida en cuero, un papel grueso y amarillento, una página llena de subrayados: alguien leía, encadenado a La Plata, el Discurso del Método. ¿Quién puede leer en el micro a Descartes? ¿Para qué? ¿Cómo es su vida, cuáles son sus sueños, cuáles sus preocupaciones?

No abundaré en la hipótesis de la superioridad de tal o cual literatura sobre otra. No esta vez, al menos. No es porque sea Descartes y le otorgue un valor intrínseco superior o algo así. Fue la ocurrencia de lo improbable lo que llamó mi atención.

Me fijé en la gracia de algo como una voz que, sin esperarla, brota de eso que parece ruido blanco, como las figuras que uno a veces escoge adivinar en la estática del televisor, conjurando la indiferencia, el caos.

18 septiembre, 2009

Friday Mood Blues

¿Y si me levantara y saliera trotando? ¿si de pronto me pusiera a cantar? ¿si saliera por la puerta sin decir hasta luego y me mandara a mudar? ¿si hiciera algo? Algo, algo que debe ser hecho para que el tiempo pase sin que uno se detenga a medirlo, discreto, pudoroso y confiado (confiado de que no necesita andar haciéndose notar). Para llenar globos de helio es necesario respirar burbujas y espirar incandescencias. Sin embargo, los globos esperan turno y se amontonan contra el cielo raso. Un globo más un globo más un globo y el espacio aéreo del cuarto se va achicando, su límite superior va bajando y una nebulosa de globos de helio se convierte en un entorno apropiado para salir trotando, ponerse a cantar o cualquier otra cosa, esa cosa que se supone que es lo que sí, lo que llevará tu alma a la estratósfera, a celestialidades indiscutibles, más allá de los globos de helio.

Quizás mañana.

13 septiembre, 2009

Ayudando con un examen de ciencias

(y dejando claro el concepto de rima consonante)

Reptiles y anfibios, clasificación

Yo soy un anfibio,
y siento gran alivio,
sobre el piso tibio,
en lo de Tito Livio.

Yo soy un anuro,
y no tengo un duro,
vivo sin apuro:
me cuelgo del muro.

Soy el urodelo:
no tengo ni un pelo
ruedo por el suelo
de lo de mi abuelo.

Entre los reptiles,
los hay muy febriles,
suman mil abriles,
fuman en narguiles.

Yo soy un quelonio.
Me llamo Polonio.
Vivo en San Antonio.
Me gusta el otoño.

Este es un ofidio,
raro bicho libio,
busca el piso tibio
junto a los anfibios.

Y ese es crocodílido.
Es un poco tímido
y se pone lívido
si lo buscan vívido.

Y con rincocéfalo,
busco por mi encéfalo
sólo encuentro "acéfalo",
"macro" o "microcéfalo".

Y nos queda un saurio
de corto anecdotario;
juega en un armario
y se siente otario.

(Todo lo cual debe recitarse al ritmo de una monótona cantinela de mi invención o tramposa memoria que, por suerte, no tengo con qué grabar, si no, ¡¡¡ahhh!!, también les sacudía, vean)

(PS: al nene le fue bien con el examen).

30 julio, 2009

Que no es poco

Media hora después de que sonara el despertador, me levanto. Voy al baño, abro la ducha. Vuelvo al living y prendo la computadora mientras el agua toma temperatura. Subo el calefactor. Vuelvo al baño. Me desvisto, entro a la ducha, me baño. Salgo. Tirito, me seco. Me pongo una remera, un buzo, los calzoncillos. Busco el secador de pelo. Voy a la computadora. Mientras busco información del clima, me seco los pies. Un grado bajo cero, afuera. Me aplico la loción antimicótica. Me termino de vestir. En la cocina, pongo la pava al fuego, vacío el mate de la yerba de ayer, la renuevo. Espero. Con el mate, vuelvo a la computadora. Escribo esto. El calor del mate, recorriendo mis vísceras, me permite identificar una parte de mi que supongo esófago. El calor se difunde desde esa columna interior, por el pecho, el abdomen. Me acerco al punto final. El cuerpo está cálido, la casa también. Los demás duermen. Creo que estoy listo. Empieza mi día. Salgo al frío...

13 julio, 2009

Cosas que nunca te dije

"Tenemos que llegar a alguna parte."
El Viejo, Faulkner.


"Supiste que algo no estaba bien. Notaste los síntomas, pero equivocaste las causas. ¿Lo recuerdas? Estabas embarazada de nuestro segundo hijo y yo leía Las Palmeras Salvajes, de Faulkner. La famosa traducción del argentino Borges, aquella que reemplaza un 'Bitches!' por un '¡Mujeres!', en una de esas ediciones que venden junto con los periódicos. La había encontrado en una librería de viejo cercana a las ramblas. Puedes sentir el olor del mar desde allí. Joder, que esa lectura marcó mi estado de ánimo. No fue falta de amor, no fue hostilidad hacia nuestro nuevo hijo lo que hizo que no le cantara las suaves canciones de cuna con que había acompañado el crecimiento del anterior. No: fue el desgarro horrible entre la pena y la nada que me llamaba desde tu vientre hinchado, fue el frío ingrato de los bosques de Alaska, la muerte infame y la huida sin sentido. Fue el espanto que sintió esa parte de mí que tomó conciencia de que estaba a la deriva en medio de la inundación llevando hacia ningún lado a una mujer embarazada."

08 junio, 2009

Luz de luna

Ahí está, puedo verla. Tantas noches he pasado acá, bajo su ventana, restregándome bajo el pálido fuego de la luna estas manos delicadas, un manojo de dudas, hasta verla salir a caminar por las calles de Nueva Orleans. La he perseguido como... qué otra cosa decir: como un lobo.

No sé cuántos rosarios he rezado. Sí sé que le he pedido cada vez al Señor de los cielos fuerza para destruir esto que amo y amar esto que destruyo, pero bajo la tenue luz de la luna he deambulado, oculto el rostro pecador por el ala del sombrero, y la he seguido, inocente y desprevenida, niña rica. Es como un llamado, la luz de la luna, las luces brillantes, la gente. No es algo que pueda elegir. Ya no recuerdo cuándo me convertí en esto que soy, cuándo fue que me ví atrapado en esta vida y empecé a regatearle al día mi rostro, cuándo empecé a rondar las noches.

Ya está, ya la tengo. No escuchará mis pasos ni verá acercarse mi sombra.

Brilla la luna sobre la calle Bourbon.

21 marzo, 2009

Este post contiene spoilers

...pienso en dejar de escribir. Cada vez que pasan semanas sin que el acto de escribir adquiera otro valor que el que corresponde a una serie más o menos domesticada de ejercicios mediocres de un oficio, pienso en el hecho de dejar de escribir. Y no me refiero a tomar la decisión de no hacerlo más, sino de descubrir, de darse cuenta, como en el fragmento de Onetti, que uno "deja de escribir", así, en presente digamos que continuo.

Y pienso en que el fragmento de Onetti le dio una forma a la vaga sensación que tuve al completar la última página de Los detectives salvajes: "es esta una novela sobre dejar de escribir".

Novelas sobre ser un voluminoso cuerpo muerto baleado absurdamente en medio del desierto de Sonora...

18 febrero, 2009

"Como en tantas otras noches...

... con el mismo grado de velocidad en los movimientos, sabiendo que copio, sin quererlo, gestos de noches anteriores, sintiéndome revivir orgullos, melancolías y postergaciones, dejo de escribir..."

Juan Carlos Onetti, Juntacadáveres.

13 febrero, 2009

Calistenia

En la dimensión física del escribir, entra también el desentumecerse los dedos. Agitarlos velozmente sobre el teclado, garrapatear (garrateclear) boberías nada, carabelas, letras en orden tuntún, qwerty uióp, y entrelazar los dedos, dar vuelta las palmas hacia el frente, estirar los brazos (hiperextensión de los músculos extensores del alma).

Luego, con suerte, lograr que una idea aparezca: en la dimensión física del escribir, el tímido calor de las manos ("me pican las manos, reina") busca estimular la secreción de los jugos que ponen a funcionar la mente (secreciones del alma), para lograr que la brutal inercia ceda y la motricidad fina (de los dedos y del alma) dé lugar a un verso, una estrofa, un poema, un cuento, un ensayo o algo, apenas algo, algo así, que sea (en sí y para otros) un hecho social significativo...