31 enero, 2011

Frazada de retazos

"...las relaciones son externas a sus términos... A partir de ahí se plantearán las relaciones como pudiendo y debiendo ser instauradas, inventadas. Si las partes son fragmentos que no pueden ser totalizados, se puede por lo menos inventar entre ellas unas relaciones no preexistentes."
Es Gilles Deleuze, ofreciendo una sofisticada legitimación a cierta clase de juegos a los que somos afectos en esta tertulia.

Nos aporta más, incluso:
"Se trata en primer lugar de la afirmación de un mundo en proceso, en archipiélago. Ni siquiera un rompecabezas, cuyas piezas al adaptarse reconstruirían un todo, sino mas bien una pared seca de piedras libres, no cimentadas, donde cada elemento vale por sí mismo y en relación con los demás: conjuntos aislados y relaciones flotantes, islas e islotes, puntos móviles y líneas sinuosas, pues la Verdad siempre tiene las "lindes hechas trizas". [...] no un vestido uniforme, sino una capa de Arlequín, incluso blanca sobre fondo blanco, un patchwork de continuación infinita, de empalmes múltiples...".
Nada. Que puse "frazada de..." y me vino esta canción a la cabeza

27 enero, 2011

The song remains the same

A veces, el ejercicio puede ser el contrario: pasar por alto la diferencia para inventar afinidades y conjurar una suerte de protoplasma que encarna formas diversas.

Vero dió la pista:



Y se dispararon resonancias. “Romperá la tarde mi voz”, que en eso de romper, es como gritarle a los vientos hasta reventar, digo. Y hacerlo “hasta el eco de ayer”, viene a ser hacerlo aunque solo quede tiempo en mi lugar, ¿no? ¿Y la madera frutal donde luego el hacha se puso a golpear?, ¿no es la corteza donde el hacha golpeará?. “Una historia me recordará”, que es como mentar el final del historial. Y ese árbol  que “reverdecerá, nuevo”, ¿no es como el comienzo que tal vez reemprenderá? Y al final, si “en el hijo se puede volver”, ¿no es como el resto que he de fusionar con el despertar?.

Entonces, ¿es que hay una esencia que trasciende a ambas canciones y en ellas se actualiza? ¿Es un principio o una idea arcaica que fluye por debajo de los géneros, las épocas y los estilos? Yo no creo en semejante cosa. Creo mas bien que ahí estábamos Vero y yo, chateando, y uno de nosotros advirtió una resonancia, y entonces pusimos los fragmentos sobre la mesa, y les buscamos los contornos, y los hilvanamos.

Un hecho creativo. Un patchwork.




Las dos letras, y un video (que no suena como nos gustaría, pero nuestra memoria afectiva puede compensarlo: es una que sabemos todos)





Romperá la tarde mi voz
hasta el eco de ayer
voy quedándome sólo al final
muerto de sed, harto de andar
pero sigo creciendo en el sol, vivo


era el tiempo viejo la flor
la madera frutal
luego el hacha se puso a golpear
verse caer, sólo rodar
pero el árbol reverdecerá, nuevo


Al quemarse en el cielo 
         la luz del día, me voy
con el cuero asombrado me iré
ronco al gritar que volveré
repartida en el aire 
         al gritar, siempre


Mi razón no pide piedad
se dispone a partir
no me asusta la muerte ritual
sólo dormir, verme borrar
una historia me recordará, vivo


veo el campo, el fruto, la miel
y estas ganas de amar
no me puede el olvido vencer
hoy como ayer, siempre llegar
en el hijo se puede volver, nuevo


Si no canto lo que siento
me voy a morir por dentro.
He de gritarle a los vientos hasta reventar
aunque solo quede tiempo en mi lugar.


Si quiero me toco el alma
pues mi carne ya no es nada.
He de fusionar mi resto con el despertar
aunque se pudra mi boca por callar.


Ya lo estoy queriendo
ya me estoy volviendo canción
barro tal vez....


Y es que esta es mi corteza
donde el hacha golpeará
donde el río secará para callar.


Ya me apuran los momentos
ya mi sien es un lamento.
Mi cerebro escupe ya el final del historial
del comienzo que tal vez reemprenderá.


Si quiero me toco el alma
pues mi carne ya no es nada.
He de fusionar mi resto con el despertar
aunque se pudra mi boca por callar.


Ya lo estoy queriendo
ya me estoy volviendo canción
barro tal vez...


Y es que esta es mi corteza
donde el hacha golpeará
donde el río secará para callar.

24 enero, 2011

Queríamos tanto a Charles Sanders Peirce

El aviso dice:
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La recursividad infinita en su forma perversa

19 enero, 2011

Lucas Pizarro y el arte del patchwork

...“no hay que ser sentimental”. Consejo de padre. Privilegiar la estabilidad, el empleo, la obra social...

Es que la cosa es así: Lucas participa de conversaciones variadas, en momentos distintos, con gente diversa. No tienen nada en común, ni los lugares, ni la gente, ni las circunstancias. Qué va, no es lo mismo su padre, charlando mientras maneja, que María, mientras le convida tereré en el patio de su casa, a la sombra de las glicinas.

No embarcarse en aventuras. Morder la sal y decir que es dulce.

No es lo mismo la enfermera, ensobrada en su guardapolvo blanco, en el gabinete, la vista mirando nada, evitando, ni siquiera por maldad o desconfianza, el contacto visual. Todos esos interlocutores y momentos se desconocen mutuamente, se ignoran, son casi (¿por qué “casi”?) mundos paralelos, realidades independientes.

Mientras tanto, el cuerpo acusa recibo. “15-11”, dice la enfermera. La presión.

Es más, ni siquiera él mismo es exactamente el mismo en cada una de esas circunstancias. Un poco más hijo, un poco más paciente, un poco más vecino.

Normal alta, que le llaman, la presión. Será la de afuera hacia adentro, supone Lucas, que rebota, se expande, busca un lugar por donde salir, distenderse.

Pero también es cierto que todo lleva un hilván, ese hilván que se llama, por comodidad y costumbre, “Lucas Pizarro”, aquello que tienen en común esos momentos e interlocutores, la craquelada superficie sobre la cual todas esas conversaciones conforman un patchwork.

“15-11”. “Hay que cuidar el corazón”, afirma María. María de eso sabe: lleva un marcapasos. Marcarle el paso al corazón, ayudarlo a llevar un ritmo, que no se desboque ni renuncie ni enloquezca.

Y claro, la cosa es así: mediante el pase mágico de componer esa frazada de retazos, abrigo y prenda, paradójicamente y al mismo tiempo, no sin incomodidades, aparece algo, el hilván, que logra llamarse “Lucas Pizarro”...

Cuidar el corazón. Para Lucas, sería quizás aliviarlo de la presión que empuja de adentro hacia afuera. La cosa es así: el cuerpo avisa y el que avisa no es traidor.

13 enero, 2011

El amor no es una cosa intangible...

Anduve revolviendo los estantes de Apirronarse y me encontré con Mariana Baraj. Esa piba está del moño, su disco Deslumbre es, valga el retruécano, brillante.

Sin embargo, Mariana me produce en una canción un cierto malestar. Su versión de Dorotea la cautiva, la historia de la mujer blanca que se declara india “por amor”, aunque musicalmente cautivadora, tiene algo que me desconcierta.

Mientras la escucho, voy cantando la canción, que me la sé desde que era así de chiquitito, y, cuando llega el estribillo, mi memoria se tropieza. Dice Mariana:

Me falta el aire pampa y el olor
De los ranqueles campamentos
El cobre oscuro de la tierra, mi señor...


Epa. Mi memoria dice otra cosa. Mi madre tiene el vinilo de Mujeres Argentinas, una pieza de colección a estas alturas, con las versiones grabadas en el 69 por Mercedes Sosa (donde está esa poderosísima cueca que es Juana Azurduy). Yo, de niño, me ví cautivado por muchas horas por ese disco, en el que Ariel Ramírez se manda la jodita, un poco petulante pero con todo inaugural, de incorporar un clave a la paleta tímbrica del folklore.

Mi memoria dice:

Me falta el aire pampa y el olor
De los ranqueles campamentos
El cobre oscuro de la piel de mi señor...


¿Por qué importa ese cambio? ¿Qué hace Mariana cuando cambia la piel por la tierra? Por lo pronto, da por tierra con el erotismo de la canción.

Sí: erotismo. Capaz que ustedes piensan que estoy loco al suponer erotismo en una pieza de Ramírez-Luna, pero vean: cuando Dorotea le dice al Capitán que ella quiere volver al sur, no evoca un marido contenedor, comprensivo, empático, tierno. No, señores, evoca la piel de su señor.

Dorotea es sensual (“me falta el aire pampa y el olor...”) y ama a su indio por una cuestión de “piel”.

Felix Luna estará a la derecha de más de uno, pero no come vidrio y no imaginó a su cautiva enamorada de versos y poemas. Y yo, ya de pendejo, reparaba en que esa mujer blanca reclamaba el cobre oscuro de una piel...

Dorotea no nos deja dudas: “un alarido de malón / me reclama la piel”. Piel otra vez. Dos veces, y acá, aunada a un grito, un alarido. Insisto: Dorotea es sensual.

Mariana opera para cambiar un aspecto para mí esencial de esta letra y, para que la cosa le quepa en el metro, se vé forzada a interponer un silencio allí donde Mercedes Sosa cantó un legato (“el cobre oscuro de la tierra / mi señor”, contra “el cobre oscuro de la piel-de-mi-señor”). Legato: todo un signo, pensando en Dorotea..

Mariana decide que lo que Dorotea extraña es la tierra (¿un terruño, una patria?). Lo parió. Es una operación que no me hubiera sorprendido del propio Félix Luna, pero... en fin.

Me entristece: Mariana Baraj hace, y no llego a entender por qué, una versión de Dorotea la cautiva más conservadora que la de Félix Luna.

Dobleces con que a veces uno se topa.



Las versiones de marras:

 La de Mercedes Sosa (pseudo video en Youtube):



La de Mariana Baraj:





(Digging the tube: cual Casero experimendo al revés, una versión no necesariamente linda de Dorotea la cautiva.... ¡en japonés! -¿cómo habrán traducido "huinca"? http://www.youtube.com/watch?v=zeS8YDqFLik)

10 enero, 2011

"¿Y qué hago con la plapla?"

"Abrió el cuaderno, y allí estaba
la Plapla bailando y patinando
por la página y jugando a la
rayuela con los renglones."
 
María Elena Walsh, La Plapla.

El mundo que somos se sigue apagando...

¿Resultará inapropiado decir que lamentamos la muerte de la señora Maria Elena?

Desde aquí, un modesto homenaje a la señora que pobló, nos guste o no, nuestras primeras imaginaciones, la que nos dió los primeros y más básicos relatos, los más elementales mitos, las primeras metáforas en común, la tortuga, la batata, el perro salchicha, el mono liso y el reino del revés.

La señora que, en su cuento La Plapla, anticipó tal vez a su pesar y sin siquiera imaginarlo, este modo nuestro de usar el texto, texto inquieto, texto en fuga, texto en Flash...

06 enero, 2011

Un toque de rojo

“Nunca imaginé que mi vestidor podía ser algo más.
Sólo necesitaba un toque de rojo...”*


Junto con ese pensamiento, la idea me asaltó tan obvia como debe hacerlo para ustedes. Sólo era cuestión de elegir bien y esperar el momento. Y el momento llegó con él, aquella noche. Lo invité a cenar. ¡Por Dios!, ¡los tipos pueden ser tan elementales! Después de comer y de tomar bastante vino, le dije aquello de “voy a ponerme algo más cómodo”. No sé cómo no se cagó de risa; esas cosas pasan en las películas. Lo llamé desde el vestidor: “¿a ver qué te parece cómo me queda esto?”. Ni siquiera empecé por lo más provocativo, apenas un solero bastante suelto, aunque sin corpiño.”¿Y esto cómo te quedará?”, me dijo. Y empezamos. Fue realmente fácil. Al rato ya me estaba dejando arrinconar contra el estante donde guardo un costurero. “Ay, no, dejame”, le dije, entre risas. Ya saben cómo es, una cosa con el cuerpo y otra con las palabras. “Ay, así no”, le susurré; con las manos lo guiaba por donde yo quería, con las piernas lo alejaba. Logré convertir el ansia en violencia. Me golpeó bastante los muslos, me marcó las muñecas con sus dedos. “Pará, pará, no quiero”, le dije. Era el momento en que todo me podía salir mal. Él podía ser más fuerte que yo, o podía escuchar mis palabras y detenerse. Seguir adelante fue su decisión. Arremetió para entrarme mientras yo alcanzaba la tijera grande. Le clavé el primer puntazo en la base del cuello, justo encima de la clavícula. Se deshizo como si fuera un monstruo de espuma. Retrocedió, espantado, sorprendido, medio ahogado. A la jueza le dije que después de eso había intentado asaltarme nuevamente. Pero ni siquiera se defendió: tres puntazos más bastaron para dejarlo inerte, en el suelo, desangrándose. Cuatro en total. Los conté. Los tipos son increíbles: lo último que se le murió fue la pija. Me quedé mirándolo, porque dicen que algunos eyaculan en el momento de morir. Este no. Pensé en metérmela para obtener la prueba del acceso carnal, pero eso hubiera sido necrofilia, y la idea me repugnó. Habría sido además innecesario: la jueza no dudó ni por un momento de que actué en defensa propia. ¿Y no fue así? Yo le dije que parara...

* Otro anuncio de la misma campaña