27 diciembre, 2010

Father, change my name

El pedido de Cohen, "father, change my name", trae a mi mente aquél que el monstruo le hacía a Victor Frankenstein. Aunque quizás el monstruo estaba en un nivel más elemental: quería simplemente que su creador se dignara a ponerle un nombre. Para poder de una vez empezar o para empezar de vuelta, poco importa. Encerrados en este cuerpo, no sabemos lo que hacemos.

Traído a cuento de que, allí, en un ejercicio de extracción y traslación, Freidemberg convierte en poema lo que es presencia y canción. Agregamos agua y, cual leche reconstituida, aquí lo ponemos a Cohen en un video técnicamente reprochable pero que bien ilustra eso que estuvo ahí:




(
Marginalia: No hay en el tubo muchos "videos" de Leonard Cohen. Quiero decir: videoclips con guión e intención creo que ninguno y grabaciones oficiales de conciertos hay alguna que otra -arcaica- presentación televisiva. Es como si el viejo Leonard apostara el todo por el todo al lance del vivo. Esquivo, cual redondo de ricota. Será tal vez por eso que, en compensación, abundan videos cámara en mano, de baja calidad, de personas que asistieron a algún concierto, en especial de estos últimos años. Leonard está viejo. Y sus fans parecen querer preservar su presencia, antes de que la memoria lo transforme en mera leyenda y su voz, amputada en los discos, devenga fantasma.

Digging the tube, testimonios que dirán que un tal Leonard Cohen existió...

http://www.youtube.com/watch?v=vTlWWfhm5jk&feature=related

http://www.youtube.com/watch?v=NfqNb28z-Hk&feature=related

La canción en una versión temprana, en una calidad aceptable, de cuando Cohen todavía no era tan Cohen sino mas bien Dylan.

Y una versión adorable, de entre las muchas que guarda el tubo:

http://www.youtube.com/watch?v=R3JRs8ivqhE&feature=related
)

18 diciembre, 2010

Construcción

Dos historias:

a) El fondo de este post, su contenido, o tal vez su motivación, que es compartir una canción que no me canso de escuchar y que, a su vez, me lleva a decir algo. En suma: uno de esos textos que valen no sólo por lo que dicen, sino porque empujan a decir. Esta canción me conmueve. Es dramática, tensa, violenta. La melodía obsesiva (como si fosse maquina), esos bronces brutales, la base vamp, el coro (¡un coro!). La reiteración contra la que el cambio construye sentido, las mismas palabras encontrando relaciones nuevas. Los hijos besados como si fueran únicos, pródigos, el arroz comido como alimento de príncipe, la mujer besada como si fuese lógico. Morir, en todos los casos, a contramano.

b) La historia de la construcción de este post. La investigación sobre géneros y recursos musicales, la búsqueda de un video con la versión original de 1971, no encontrar en el tubo la imagen del joven Buarque ejecutando esta pieza y en su lugar hallar una versión reciente, igual de dramática, de triste, de insana. Y hallar también una versión irreverente pero eficaz.

Al final, buscar en goear el audio aquel de 1971 (un sonido completamente actual, vigente, algo que no suena para nada datado).

Entonces, les dejo Construçao, de Chico Buarque.


16 diciembre, 2010

Não achei

Metáfora: hojeaba una edición en portugués de Los Detectives Salvajes (Os Detetives Selvagens, reza la tapa). Buscaba (yo también) los poemas de Cesárea Tinajero.

No los encontré y devolví el libro a su estante...

08 diciembre, 2010

No dejéis a los niños jugar en la selva

"Hicimos un descubrimiento increíble
Una selva en el cuarto de nuestro hijo.
Con el verde, aparecieron las criaturas más exóticas.
Escuchamos chillidos, aullidos, rugidos..."*


Nos asustamos.

Una enmarañada foresta nos cerraba el paso. Debimos cortar lianas y raíces. Nos hundimos hasta los tobillos en el sustrato vegetal en descomposición. Serpientes e insectos corrían a nuestro paso. No todos escapando. Cientos de hormigas mordieron los pies de mi mujer. No pude evitar el shock anafiláctico. Tuve que dejarla y seguir. Enjambres de mosquitos llenaban los intersticios, mordían mis manos, atacaban mis ojos. Ojos. Pequeños y sagaces me escrutaban desde la fronda. Respiraciones, cuerpos que se deslizaban a mis flancos, volúmenes que no alcanzaban para quebrar las ramas. Finalmente hallé a mi hijo. No era sino un pegote de carne roída por las musarañas (reconocí su calzado).

En el perenne rocío de la selva, mis lágrimas son insignificantes. Tengo la boca seca, ya arde mi cuerpo por la fiebre. Debe ser malaria.



* Nueva campaña de Pinturas Alba ( o de por qué no trabajo de creativo publicitario).

05 diciembre, 2010

Música de N dimensiones

Introducción a la apreciación musical II

Hay música de N dimensiones. Digamos, repitamos, aquello de que la música es el arte de combinar los sonidos. Precisemos un poco este por demás insatisfactorio resumen. La música es un arte complejo donde el artista tiene a su disposición un número altísimo de variables sobre las que puede incidir.

Para empezar, en el contraste entre el sonido y el silencio, en lo que media entre un sonido apenas perceptible y otro atronador, hay todo un arco de posibilidades que determinan algo que se conoce como "dinámica".

Tomada la opción por el sonido, un curioso fenómeno acústico le permitirá diferenciar algo que se conoce como altura, es decir, establecer si un sonido, además de fuerte o suave, es mas bien agudo o mas bien grave. También verá que hay sonidos donde esta diferenciación es irrelevante; para decirlo mal y pronto, no tienen altura.

Como sea, los sonidos en los que se aprecia una altura y los sonidos en los que no se aprecia pueden organizarse secuencialmente en el tiempo, constituyendo melodías y ritmos.

Pero a la vez, esos sonidos pueden organizarse según ocurren simultáneamente. Cuando esa combinación afecta a los sonidos con altura, hablamos de armonía. Cuando usted combina armonía y melodía, puede encontrarse haciendo voces. A ver si se lo explico: usted puede hacer que un instrumento realice sonidos de diferentes alturas organizados secuencialmente en el tiempo. Eso es una melodía. Al mismo tiempo, otro instrumento puede hacer esas mismas "figuras", pero tocando otras notas (es decir, produciendo al mismo tiempo sonidos de diferentes alturas).

Hay instrumentos que, por su diseño, son capaces de producir más de una nota simultáneamente. El piano es el ejemplo evidente. Entre los instrumentos polifónicos (capaces de producir varias voces), están el bajo y el acordeón.

Por diseño, existen otros instrumentos que, en principio, son monofónicos: sólo pueden producir un único sonido por vez.

Pero esto no frustra a un músico. Se pueden combinar varios instrumentos monofónicos para crear un ensamble. Varios saxos, por ejemplo. O un par de saxos, una flauta y un clarinete.

Entonces acá podemos tomar nota de otra variable: el timbre. Es curioso, pero el timbre también es un fenómeno que surge de la relación entre el sonido y el silencio. El timbre es la cualidad del sonido que le permite a usted, por muy obstruidos que tenga sus canales auditivos, diferenciar un saxo de una flauta.

Pero cuando usted decide hacer sonar juntos un saxo y una flauta, no sólo expande una melodía en varias voces, no sólo crea acordes, sino que también combina timbres.

Por las mismas propiedades físicas del sonido por las que un instrumento tiene un timbre característico (y es maravilloso: la música es esa cosa intangible que surge de un muy estudiado conjunto de fenómenos físicos; y hay los que creen que el alma no existe), decíamos, cuando usted combina varios timbres se produce un fenómeno vistoso por el cual usted escucha un nuevo timbre, distinto de aquellos que lo componen.

Lo admirable es que este principio de que el todo resulta distinto de las partes también se aplica a los ritmos. Fíjese que usted puede poner a un instrumento, una batería, por ejemplo, o las palmas, o unas tumbadoras, a hacer cada uno un patrón rítmico distínto. Intuitivamente, el que más y el que menos sabe que hablamos de "ritmo" cuando algo se repite.

Algo que se repite tiene una determinada duración: un metro. Cada N cantidades de una determinada unidad, el patrón comienza de nuevo. Como la semana, por ejemplo. O las estaciones. Usted puede hacer que varios instrumentos repitan figuras diferentes pero de un mismo metro. Es decir, que vuelven a empezar juntos. O puede combinar patrones de diferente longitud. Acá nos alejamos de lo intuitivo. Le propongo un ejercicio. Tiene que encontrar para ello un amigo igual de desocupado que usted y dispuesto a un experimento musical. Usted cuente hasta tres. Uno, dos, tres, uno dos tres, uno dos tres. Eso es un patrón. Y comienza de nuevo cada vez que usted llega a tres. Digamos que dura 3. Tres qué no importa ahora. A los fines del ejercicio, haga palmas cada vez que dice "uno" y cada vez que dice "tres". Ahora viene la colaboración de su amigo. Él deberá contar hasta cuatro y batir palmas cuando dice "dos" y cuando dice "cuatro".

Para que el ejercicio funcione, deben contar a la misma velocidad. Y fíjese que usted y su amigo pueden decidir contar sus palmas más lento o más rápido, pueden apurarse o aletargarse. Puden seguir la velocidad de su corazón o el de la respiración. Tienen que acordar un tempo.

Si logran mantener la coordinación el tiempo suficiente, descubrirán que, entre los dos, están haciendo un patrón que es diferente a sus partes y que se repite cada 12 no importa qué. Como decíamos de los timbres, la combinación da lugar a otra cosa. En este caso, se llama polirritmia. Una demostración apabullante de eso puede encontrarla en esta pieza de King Crimson.

¿Y sabe usted una cosa? Esa misma simple y maravillosa idea de combinar elementos distintos para obtener algo diferente también funciona con los sonidos armónicos, aquellos que tienen altura, como los del piano o de la flauta. Cuando esos instrumentos producen sonidos simultáneos, crean acordes. Quédese usted tranquilo, no me voy a extender con ejercicios para que pruebe la idea, pero un músico puede hacer que una flauta, un saxo y un clarinete hagan una melodía distribuida en varias voces, lo que da lugar a variados acordes que se suceden en el tiempo, mientras un piano, él solito que no es poco, hace otros acordes.

Ya lo puede adivinar: el resultado es un acorde distinto a los acordes que lo integran. Y creo que no lo sorprendo si le digo que, por si fuera poco, esos acordes, en la medida que se suceden en el tiempo, establecen entre sí relaciones que se llaman progresiones y cadencias.

¿Se va haciendo una idea de por qué digo que hay música de N dimensiones? La cuestión es que usted puede hacer todo esto al mismo tiempo. ¿Se imagina? Usted puede hacer que un grupo de cantantes hagan una melodía que se combina con otra que hace otro grupo. Cuando las notas de cada una de esas melodías suenan simultáneamente, crean acordes que se mezclan con los que crean las melodías que toca un ensamble de vientos. Al mismo tiempo que eso hace aparecer y desaparecer variados y novedosos timbres, se enlaza rítmicamente con las figuras que toca el bajo que, apoyado en la batería, se conecta con otros instrumentos de percusión, creando un patrón rítmico distinto a la simple suma de sus partes.

Y piense una cosa más: ¿se acuerda de usted y su amigo intentando mantenerse coordinados? Vea qué maravilloso: para que la cosa funcione, los músicos se tienen que poner de acuerdo, tocar coordinadamente: se llama concertar, y no sabe el laburo que es eso. Laburo humano, digo, de relaciones sociales. Pero bueno, a la hora de concertar, usted puede poner el énfasis en el trabajo del equipo o dar espacio para que alguna individualidad se destaque. Cuando una individualidad se destaca, tenemos lo que se llama un solista. Hay músicas que otorgan este privilegio a unos pocos y escogidos instrumentos. En otras, del jazz para acá, podríamos decir que todos los instrumentos han sido dignificados y han cobrado cualidad solista.

De esto se sigue que usted puede operar sobre todas las variables que venimos describiendo y, además, alternar trabajo de equipo con despliegues solistas de muchos y variados instrumentos. Entonces, a todo lo que hemos mencionado, se pueden sumar artilugios y maniobras propias de cada instrumento para enriquecer los timbres, jugar con la dinámica, manipular la expresión.

No lo crea: a pesar de lo fatigoso de mi explicación, la música de N dimensiones produce placer. Y alegría, a juzgar por las expresiones de las personas que la ejecutan. Es que, a todo esto que venimos intentando desesperadamente poner en palabras, resulta habitualmente conveniente agregarle una buena actitud. En este blog no nos cansaremos jamás de repetirlo: el humor pertenece a la música.

No se crea que todo esto es muy frecuente. Si bien, en sentido estricto toda música tiene N dimensiones, no todas las músicas otorgan la misma importancia a todas estas variables.

Fíjese el punk: es casi exclusivamente actitud. En compensación, piense, si es que le aburre escuchar, en esa cosa a la que frecuentemente se le llama "música clásica" y a la que, sin ánimo de ofender, ni le fú ni le fá la actitud. O vea la balada, que no se hace mayor mala sangre por ninguna otra cosa que no sea la melodía. Y al contrario, vuelva, si ya fue, al ejemplo de King Crimson que le pasé más arriba y note que no hay ahí nada que podríamos llamar de buena fe una "melodía".

Pero a veces pasa que uno encuentra un grupo de gente que le mete palo a todas las dimensiones que componen una música, que se las toman a todas como objeto para una intervención, una decisión creativa. Y cuando digo todas, digo todas. Entonces la música es como la arquitectura más audaz, esa que hace catedrales insólitas: curvas, catenarias, planos, puntos de apoyo, cúpulas, fuerzas, tensiones, resistencias, arcos, pendientes, rampas... para que, como en la Sagrada Familia de Gaudí, todo caiga hacia arriba.

Entonces usted asiste a un pase de magia, admira mesméricamente los millares de reflejos de una joya infinitamente facetada.

Usted tiene ante sí a la Banda Hermética.

04 diciembre, 2010

La juventud bruta

¿Te acordás cuando amabas
con total locura?
Era la juventud bruta.
Una impertinencia salvaje,
ególatra,
pueril,
un deseo de heridas y suturas brillantes,
un arte de cicatrices.

Era la juventud bruta...

01 diciembre, 2010

One day you find you got ten years behind you

¿Se acuerdan de Buck Rogers? Si, ese, el astronauta que no me acuerdo por qué causa había quedado a la deriva en el espacio, congelado, en ese estado que la SF llama "animación suspendida", algo así como la hibernación de los osos, pero a escala histórica. Como sea, Buck Rogers pasa, si mal no recuerdo, 250 años ahí, flotando, hasta que es hallado por cosmonavegantes de la civilización del futuro, que lo rescatan y vuelven a la vida.

El chiste es ese: 250 años después, el astronauta se "despierta" como si ese tiempo no hubiese transcurrido, es decir, ante la realidad de que ese tiempo no transcurrió para él.

Bueno, a lo que voy: me siento como Buck Rogers. En mi caso, han sido apenas diez años, la mitad de nada. Y ahora me despierto y me encuentro retomando más de un sendero en el punto donde lo dejé hace diez años, buscando gente que no veo desde hace diez años,"desempolvando" la agenda, como si lo que pasó estos diez años no le hubiera pasado a este que soy yo ahora.

No sé cómo lo recuerdan ustedes, pero para mí Buck Rogers era un personaje fundamentalmente cómico.

Yo me siento víctima de un robo.

26 noviembre, 2010

Viernes otra vez

Silencio!!! Callemos un rato: por desgracia, hablar y escuchar al mismo tiempo es imposible (paradojas: no se puede cantar sin escuchar, acaso un privilegio). Silencio!!!! Aún más silencio, hasta descubrir que aún no se ha callado nada y escuchar el ruido del cooler de la compu. Silencio! Apagar la compu y escuchar el ronron de la heladera. Silencio!! Desenchufar la heladera y escuchar los pasos de los gatos en las chapas del techo. Silencio!!! Un par de piedras a los gatos y llegar al punto tópico de esta reducción en que se escuchan las hojas movidas por el viento. Silencio!!! Encerrarnos en las jaulas flotantes que imaginó Vian para contener a sus trillizos y escuchar el bumbún del corazón. Silencio!!! Arrancado el corazón, escuchar los pasos de los deudos que fatigan los alrededores de la tumba. Silencio!!! Retirados los deudos, el minúsculo roer de las alimañas, la caída del pelo, el estruendo de la flojera de los dientes.

De lo que se desprende un conclusión banal: el silencio no existe. Sin embargo, bien vale la pena como ejercicio.

Será (salvo que mi voluble carácter sea víctima del viento norte), hasta la semana que viene. Have fun.


23 noviembre, 2010

Una de oficinas

La escena incluye a un florentino que se dedica a la exportación de calzado para una firma japonesa. El lugar contiene cajas de zapatos, japoneses y una asistente argentina. El florentino se enoja y le dá por patear las cajas de zapatos. Algo se rompe, algo pasa, "acidente, il bambino Jesus e nato morto!", la asistente lo mira, morochazo bello, y lo desea. El jefe japonés no se inmuta y pide el estado de cuenta. La asistente lo entrega. "Mal", dice el japonés, y la asistente llora sobre su remington. Con sus ábacos en las manos, mientras el florentino patea cajas, otros japoneses hacen cuentas impecables...

11 noviembre, 2010

Soluciones precarias

(o “technicalities” al Margen)

A pedido de Mr. PC, paso en limpio en la forma de post el estado actual de mi experimento para lograr un sistema de etiquetas de N dimensiones (denominación harto pretenciosa, a decir verdad).

Vale decir: de cómo estoy usando Delicious para llevar un segundo sistema de tags paralelo al ofrecido en forma nativa por Blogger.

La solución es por demás sencilla, mi estimado Contursi: ha usted de suscribirse en Delicious y comenzar a “bookmarcar” sus propios posts, asignándoles la etiqueta que mejor le convenga.

Luego, podrá utilizar el “widget” que Delicious ofrece a tal fin para mostrar la correspondiente “tag cloud” en su sitio.

Pueden ver mi implementación de esto allí abajo, a un par de vueltas de “scroll”, tras el título “Series de posts”. Como este método es por demás precario e incómodo, yo lo empleo para agrupar posts que conforman una “serie”, cosa que, en mi caso, es relativamente poco frecuente.

“Downsides”, como se dice en gringo, de esta solución: a) debe usted utilizar otra herramienta, distinta de su CMS, para llevar sus “favoritos” y etiquetarlos; b) Delicious no acepta tags de más de una palabra (vale decir, cada palabra de una frase es un tag por sí mismo), por lo que, en mi caso, opté por recurrir a los guiones; c) los enlaces creados por este medio conectan con una búsqueda en Delicious, con lo que el listado de los posts que integran un grupo se ofrece en el entorno de ese servicio y no en el del propio blog; y d) no se pueden establecer relaciones entre ambos sistemas de tags.

Nada demasiado grave, pero, para mí, todavía bastante distante de lo que estaba imaginando. Pero, así es la vida, es lo que hay.

06 noviembre, 2010

Otra por Casero

No siempre boludea o se hace el payaso. A veces canta lo que se cifra en un nombre.

01 noviembre, 2010

Mas...

Hace unos días, por chat, le dije a una amiga que Marcelo Cohen me había desilusionado. Como otras veces, advierto que el entusiasmo no siempre es transitivo. Se trata, ahora, de Los Acuáticos. No hay caso. Cada unidad de las que componen el libro, cada relato, se me ha hecho larga y trabajoso. Coincidiendo justo con la lectura de Philosophy of composition, donde Poe establece que la unidad de medida ideal para una pieza corta es "one sitting", descubro que Cohen violenta mi disposición a permanecer sentado.

Sin embargo, empero, no obstante, Cohen me ha deparado el fragmento más jugoso, con perdón de la expresión, con que me he topado últimamente.

Lo transcribo textual:

"Le sostengo al tránsfuga la cara con las dos manos, lo guío por las pecas del cuello y los pezones, consigo que chupe y masque, lo convenzo de que reacciono, le propongo demoras, se las consiento, le araño la espalda, hurgo en una cicatriz, me dilato y me tuerzo, lo retengo, lo confundo y, mientras sopeso la entrepierna, esperando la máxima dureza, le solicito que sea considerado conmigo. Es un susurro gentil, serio, y luego un pedido cariñoso. Me pega el sol en la frente. Pienso que desde el cielo, si me filmaran, se me vería a lo lejos la saliva viscosa. Entonces él no aguanta más y me entra, o se percata del pedido y cariñosamente entra en mí, y cuando veo que más se ha hundido yo me quejo despacio, no de gusto ni de molestia, sino de ansia. Le pido que entre. Como al principio él no entiende, desbocado como está, parece que la carne le palpitara; pero no bien le murmuro otra vez que entre, recula un poco y embiste, y vuelve a embestir buscando una cadencia, y me aprieta las costillas aún con la delicadeza que da el vasallaje. Pero embiste y ya está bien grueso (...). Quiere besarme, todos quieren besarme, como si el beso aumentara la presencia de su carne, pero sobre el choque de babas yo le vuelvo a pedir con dulzura que entre en mí. Se le hincha un poco el cuello. Me esquiva ahora la mirada. Yo requiero, ruego, me río de nervios, imploro que termine ese tormento bobo; quiero que cumpla. JOsé, murmuro, José, porque supongo que oír un nombre exótico lo desquicia. Y como ahora ha entendido, de puro pánico me agarra por las corvas y empuja a fondo. Quiere atiborrarme de olor y de carne escabrosa, a ver si acuso recibo de lo que me está dando; pero yo, que definitivamente he cerrado los ojos, cambio el ruego por el reproche y le pido que entre en mi de una vez. Vamos, digo. Vamos. Él se afana, se remueve, me aplasta. Sé cuánto le gustaría colmarme. Lo siento adentro, al extremo de su tamaño; sin embargo, con un alarido tajante le exijo que entre en mí de una vez. Me enfurezco, le golpeo la espalda, le clavo los dientes en el hombro. Él  declina un instante; el sudor que le cae de la frente me empapa la cara. Me lo limpio de un manotazo, le pregunto socarrona para cuándo. Acto seguido sollozo mientras él arremete de nuevo, me endurezco fugazmente, me diluyo por completo, vuelvo a agarrarle la cara, lo miro bien al fondo de las pupilas, malsana, intolerante, triste, con la duplicada tristeza de no saber qué me entristece. Y porque él calla, y yo le pregunto a voz en cuello por qué juega así conmigo, y él no sabe qué contestarme, trabado a mí como lo tengo con toda su potencia enigmática, me abandono del todo, y musito y resoplo, fría, no sólo decepcionada sino exhausta, trémula apenas, ida, farfullando que quiero que entre en mí, que quiero, que quiero, y pregunto qué cuerno pasa que no me da lo que quiero. Y ahora por fin prescindo de él. Me ausento. A sus ojos podría haberme vuelto loca. Y ni siquiera la posibilidad de que ya estuviera loca le va a restaurar el orgullo. Porque sabe que loca no estoy.

[...]

El tránsfuga se retira y por supuesto que ni de esto doy a entender que me entero. A medias de rodillas, con la camisa cayéndole en los muslos lampiños, empanado en arena, él procura no mirarse eso que ahora es más que nunca un miembro, encapuchado todavía en látex espermicida, y se le ha vuelto chiquito como un supositorio. Así se le quedará mucho tiempo.

Listo. Está listo."
Qué se yo: hay aquí algún conector que me parece fuera de registro, y tengo para mí que esta pieza es una joya a la que le sobran un buen número de párrafos antes y después.

Pero. El adversativo se impone para decir que, mierda, me hubiera gustado a mí escribir este pasaje.

Entonces, pienso que no debería decir "pero", sino "mas". "Mas me hubiera gustado a mí escribir un pasaje como éste". Cohen, después de todo, me ha sumado algo.

Como verán, una cuestión de acento.

27 octubre, 2010

Lucas Pizarro y sus vaivenes emocionales

"Últimamente tengo la sensación de que dios, o alguna potencia equivalente, se ha empeñado en jugar conmigo al gato y al ratón.

En los últimos meses he atravesado un montón de experiencias difíciles y dolorosas. Y cada vez, cuando estaba a punto de proferir alguna variante de aquél 'padre, ¿por qué me has abandonado?', una providencial salida se abría ante mí.

Y esa vía de escape o alivio presentaba casi inmediatamente algún recodo, algún retruécano, una oculta amenaza que significaba otra vez una dosis de incertidumbre y angustia.

No he podido evitarlo, lo pensé: como decía mi abuela, dios aprieta pero no ahorca. Y así, las potencias celestiales están jugando conmigo, sin llegar nunca a ahorcarme, sin procurarme de una vez un definitivo alivio.

Y como en una montaña rusa, alterno estados de ánimo en una bipolaridad tragicómica."

23 octubre, 2010

Lugares comunes sobre la vida ordinaria


Es un momento extraño. Él duerme y ella, entonces, después de apagar el televisor, por impericia, descuido o rencor, viene a la cama y lo despierta.

Él se resiste a abandonar el sueño (está tan cansado), pero igual algo dice. En esos momentos, es de una franqueza irrestricta (huelga decirlo: en ese estado hay barreras que no funcionan).

Ella elige, normalmente, ignorarlo e intentar dormir.

Así pasan sus noches. Él se duerme, ella lo despierta y, cuando él se despierta, ella se duerme.

Las mañanas son peores. Ella ni se mueve. Él se despierta, se ducha, se va a laburar. Ella sigue durmiendo.

Los dos saben. El problema no está en un error de diagnóstico.

21 octubre, 2010

Cuando miro con cuidado...

Y esto viene acá por mero capricho (a lo sumo, como un ejercicio del capricho). Es decir: está porque sí, no viene a ilustrar ninguna tesis ni a representar un estado de ánimo ni a proponer un acertijo ni nigún otro juego similar o equivalente.

Digamos, eso sí: me encanta la melodía, me gusta la parte de la guitarra, ese sonido tan lleno, me cae enormemente simpático el gordo Casero, ahí, tan anti-glam, pero también me hincha el exceso barroco de tanto género entrecruzado, algo que no sé si es una genuina búsqueda de síntesis o mero sincretismo marketinero.

O sea: no sé por qué capricho de la memoria, esta melodía se me ha impuesto estos días, hasta hacerse cantar, por qué viene desde el 2008, de entre ruidismos de mundial, una canción que habla del florecer del deigo, de una isla arrasada y del viento.

Será por aquel recurrido haiku de Basho, aquél del poeta que simplemente mira florecer la nazuna.

O el poema de Basho viene después, y antes está el sonido de la lengua japonesa. Pero no, antes está el sonido de esa guitarra.

Es decir: no sé.

Shimauta, amables contertulios.



Ah, el haiku de Basho dice:

Cuando miro con cuidado,
¡veo florecer la nazuna
junto al seto!

17 octubre, 2010

A veces estoy tan down

Qué le anda pasando, Ramírez, que se lo vé tan callado. Nada, hombre, qué va a pasar: es la vida, que lo alcanza a uno, vio. Es que verlo así, callado, da como una pena o inquietud, usté, siempre tan locuaz, con la palabra justa. He perdido la confianza, mi amigo, en dos aspectos, si me permite ponerme analítico: he perdido la confianza en la palabra, pero, también, en lo que tengo para decir. Eso último es grave, don, ¿no lo pensó?. Ehh! Creo que preferiría no hacerlo. No se sonría así que le queda mal, ese sarcasmo. No es sarcasmo, es mas bien frustración o resignación. Ahh, la resignación; todo usté me transmite tristeza hoy, si me disculpa; se lo digo porque lo aprecio, usté lo sabe; mire que le daría un par de sopapos pa' despertarlo. No se me haga tampoco el que está de vuelta; le conozco los bajones también, a usté. Claro, bajones, sí, que tenemos todos.

14 octubre, 2010

¿Cómo escribir un post no trivial?

Kaminer sostenía una estimulante idea respecto a la soledad: "Nos hacen mover la patita con aquello del aislamiento rezumando desde lo más ostensible de la, perdón, era de las comunicaciones. Clavá el talón por un momento y pensá que pudieras escribirle una carta a cada una de las personas que tenés cerca y te importan en alguna medida. Quiero decir una carta no trivial, una carta de intención y sincera; quiero decir una carta en el sentido decimonónico con el soporte que prefieras entre todos los disponibles hoy día: un par de hojas manuscritas, un email, una llamada telefónica o lo que sea... Fijate, en primer lugar, que muy bien podrías descolgarte con un despropósito así aunque no fuera más que como una provocación caprichosa. Pero decime además, Rabens, de verdad, decime si te darían las ganas y tendrías el resto necesario, decime sobre todo si sabrías qué decirle a cada uno."

Puck, Un ejercicio, Zona Tomada, noviembre de 2008.

11 octubre, 2010

Un retrato

"...era una piedra en el agua, seca por dentro."
Gustavo Cerati

Ella es capaz de mantener una conversación, hasta diría una larga conversación, sin poner de su parte nada, sin agregar, derivar, sin comprometer la más mínima afectividad, como si dijera "¿querés hablar conmigo? bueno, hablá; ¿querés que conteste tus preguntas?, bueno, te contesto". Y finalmente, cuando te das por vencido y te vas y la saludás con un beso, te besa como si dijera "¿además querés besarme? bueno, besame". Ella no está ahí, en ninguna parte. Es de una frialdad, como se dice, de acero. "Es una fortaleza", me dijo una que la odia y la envidia. La odia y la envidia pero la describe bien (y eso a ella le resulta intolerable, inadmisible, digo: que yo pueda conceder que la que la odia y la envidia pueda de pronto estar haciendo una descripción acertada de ella y revelar que es): una fortaleza, inexpugnable, ocultando vaya a saber qué furia, qué tesoro, empecinada en movernos a pensar que algo valiosísimo se guarece allí (y ahí su poderosa seducción: la sospecha de que allí, en el corazón hueco de la fortaleza, la princesa duerme, como bien se sabe, custodiada por un dragón). Y su inexpugnabilidad es la implacable calma con la que elude, indiferente, cualquier aproximación: su estrategia es oriental, no resiste, no combate, te deja pasar y se corre, logra la magia de que cada golpe o cada palabra estalle en el aire, porque ella nunca está donde la viste, now you see her, now you don't. Ella habla con vos (conmigo) como si no existieras, como hablaría con el viento o con el ruido del mar (el mar atrona y ruge y ella le contesta como si le contestara al viento, y el viento despedaza las frondas y grita su nombre y ella le contesta como si le contestara al mar).

Entonces me asalta el pánico, el pavor, la decepcionante certeza (no puedo negar que me gustaría estar equivocado) de que, tal vez, ahí, en el corazón hueco de la fortaleza, no duerme una princesa, sino una porción del mar gélido, abisal, ya casi inmóvil. Y en él, inmersa, una piedra.

Creo que ella lo sabe: una piedra en el agua.

09 octubre, 2010

Art deco, 3D, web semántica

Cuando empecé con esto del bloggin, o al poco tiempo, escribí (no recuerdo si postié) algo acerca de la tendencia a asimilar los blogs a una casa. Uno recibe "visitas", abre las "puertas", invita a su "casa", vamos.

Entonces, rediseñar el blog tiene (o puede tener) ese aire curativo que tiene cambiar los muebles de lugar.

En eso estoy (cambiando de casa en el mundo real, rediseñando y desempolvando el blog; sin dudas, no se me oculta por ningún mecanismo del alma, fotogramas de un mismo movimiento).

Y en este proceso de jugar con los elementos de la decoración y la funcionalidad, pienso: me gustaría tener un sistema tridimensional de tags.

A ver si me explico: quisiera tener tres "arrays" ("array" en el sentido que este término tiene en el contexto de los lenguajes de programación) de tags, para fines diferentes.

Cada post puede caber (o imagino cabiendo) en tres sistemas de clasificación (y digo tres por jugar con la metáfora del mundo tridimensional, pero está claro que desde un punto de vista lógico, hablamos de N dimensiones).

Algo próximo a lo que me imagino, lo permite Wordpress al considerar a la vez "categorías" y "tags".

Blogger, a ese respecto, es más mezquino: sólo permite tags.

Si a alguien se le ocurre o sabe de alguna manera de arrimarle a esta idea, que chifle.

Es hora de seguir

Segundas partes nunca fueron buenas, pero, qué joder, resulta que a veces hay.

Le hemos sacado un poco el polvo a esta Catedral...

08 julio, 2010

Última de espadas y dragones

Sir Patrick McNee
Sir Patrick McNee abrió los ojos y vio sobre sí el enorme cielo y la inabordable altura. Se apoyó sobre la diestra, que aún sostenía la espada, y se incorporó. Se puso de pie. Miró a su alrededor y vio el cuerpo del dragón que comenzaba a descomponerse imperceptiblemente. Miró en su mano la espada y no supo qué hacer con ella. La envainó. Sus leales perros le lamían los flancos, la siniestra lánguida, las piernas heridas. Caminó en círculos un buen rato. Reparó en el sol, en las sombras y en el líquen que crece en los troncos de los árboles. Escogió un rumbo. Partió hacia el oeste, de vuelta a la tierra de los druidas, a pie, seguido por los perros y por doce fantasmas.

La doncella

La doncella soñada por los druidas vió el combate desde el hueco de un árbol. No sintió nada cuando la espada apagó el corazón del dragón. Se quedó muda, inmóvil, pétrea, corazón de un árbol. Cuando vio a McNee incorporarse, sintió la dura quietud del odio. No dijo nada, pero advirtió los fantasmas que seguían al caballero. Escogió un perro, el que parecía más bravo. Cuando McNee se desdibujó en la foresta, salió de su escondrijo y caminó hacia el oeste.

El encuentro

McNee trastabilló o tropezó con una raíz. Sus piernas flaquearon y cayó. Quedó tendido entre el musgo y la humedad, respirando a duras penas, rodeado por los perros. La doncella se acercó a él, los perros no aullaron, pero tampoco agitaron los rabos. La mujer giró el cuerpo del caballero, le sostuvo la cabeza y le volcó agua en la boca. Los fantasmas se alarmaron, se entremezclaron en remolinos confusos, en haces de nada en agitación. La doncella lavó las heridas. Quieren estas leyendas una cura, un cuidado y un amor que hagan más brutal la venganza.

Los perros
El amor no es nada más que dos soledades y dos rencores reunidos en un único relato. La doncella acompañó a McNee. Los perros cazaron jabalíes, los fantasmas guiaron a los perros, los jabalíes nutrieron los cuerpos del hombre y la mujer. Cogieron al poco tiempo, con la independencia con la que cogen los cuerpos, porque estaban solos, porque eran un hombre y una mujer, porque habían compartido comidas, y porque se habían resguardado del frío. Con esa misma ausencia la mujer enloqueció al perro, con método y paciencia, gesto sobre gesto, humillación tras humillación. El perro finalmente la atacó y McNee se interpuso. Presos de su instinto, todos los perros se unieron al ataque. El hombre que había matado a un dragón, quiere esta leyenda, fue despedazado por una jauría rabiosa. La mujer vio todo sin sentir nada. Tomó la espada caída y mató uno a uno a los perros saciados. Parecía incandescente.

Los fantasmas
Doce fantasmas se arremolinan en haces de nada en agitación. Rodean a la mujer, que los percibe y enloquece. Se oculta en el hueco de un tronco, corazón de árbol. Los fantasmas la esperan. Cuando la mujer sale, la rodean, le susurran recuerdos al oído, le cuentan historias de espadas y dragones. La mujer corre desesperada, huye de los murmullos insistentes, tropieza con las raíces. Se oculta otra vez en el hueco de un tronco. Ya no sale. Los fantasmas la esperan. La mujer muere de hambre y de insomnio.

La espada
Permanece clavada en el cadáver de un perro, amenazada de herrumbre.

19 junio, 2010

Otra de espadas y dragones

"¿No ves qué blanco soy, no ves?"
Serú Girán, Eiti Leda.

William Francis Fyrbildere murió de furia. Con el último aliento, entregó su espada a un noble caballero, Sir Patrick McNee, que aceptó así un compromiso de venganza. Otros doce nobles caballeros se le unieron en la batida y salieron en busca del dragón. Partieron hacia el este, más allá del Canal, más allá del Rin, más allá.

En el camino, los nobles caballeros lucharon con osos, lobos, hombres y otros demonios. Fueron atacados, emboscados y despedazados. Murieron de a uno, de a dos, nunca de a tres.

Sir Patrick McNee fue el único en llegar a la tierra que todavía sueñan los druidas galeses. Sus leales perros identificaron el rastro del dragón. Lo siguieron, lo cercaron.

El combate fue colosal, como quieren las historias de espadas y dragones. Lacerado y quemado, Sir Patrick McNee logró arrancar los ojos de la bestia.

En un aullido de furia, el dragón descubrió el pecho. Sir Patrick McNee hundió su espada vengadora hasta el mismo corazón incandescente.

Con la muerte del dragón, hubo un flamear de palomas, un remover de arenas, terror de mangostas e hilos e hilos de zorros, blancos, pánicos, fugaces.

Sir Patrick McNee yace exánime en algún lugar de la tierra soñada por los druidas.

15 junio, 2010

Lucas Pizarro y sus ataques de angustia

"Y acá voy, con mi certificado de loco bajo el brazo, o abrazado a él, contra el pecho un peto, algo. Me molesta su presencia armadura y sin embargo...
 
Me aferro, cómo no aferrarme a este escudo, esta tabla de salvación (paradoja, un escudo que flota: floating down), cómo no poner en él la esperanza de amortiguar un golpe que llegará irremediablemente, una chance.
 
Apuro el paso. Como en las novelas policiales, escucho el palpitar de mi sangre en el lado interno de los tímpanos. O mas bien escucho la dureza atronadora de mi diafragma tenso, el nudo del estómago, no otra cosa que miedo (contra el pecho un peto), dry like a funeral drum, membrana pronta a rasgarse, a dejar fluir hedores de miedo y mierda y médanos mortajas.
 
El futuro es un vacío. El vacío es el Tao."
 
 
 

 

29 mayo, 2010

Todo fue, Friedrich

(Soy hombre de duelos lentos. Debo admitir que no publiqué esto cuando debí. Sentí pudor de mi dolor, sentí que las palabras eran vanas, que ya no tenían "sentido" porque no llegarían a quien estaban dirigidas: quería decirle a Hernán que estaba seguro de que, como Unamuno, él no dimitía de la vida y que me sentía halagado por la fortuna de habernos encontrado en el camino. Hoy me topo con este borrador entre otros y me asaltan la pena y la vergüenza. Siento que no podré seguir con este blog -ni con ningún otro- si no honro debidamente la memoria de un amigo, el que se nos adelantó, el stalker).
¿Cómo es esto? ¿Y entonces? ¿Y ahora? ¿Lo conocí, realmente? ¿Éramos amigos? Si, yo diría que sí, pero no conocí su casa, su familia, su historia. La complicidad de la pantalla, superficie amable, un diálogo como pocos, una posibilidad, una promesa.
Con el paso de los días, me sentí más triste. Esta realidad virtual que apenas conjuramos tres o cuatro veces, me deja, a mí que lo conocí en este ámbito, con una extraña sensación de duelo pendiente, de elaboración difícil: para nosotros que habitamos aquí, no hay cadáver. Lo hubo, seguramente, para otros (para su mujer, su familia, sus amigos esos de allí, de la historia y el pasado y los recuerdos y el barrio o la escuela o los bares).
Y ahí veo. "Puck" en la lista de contactos de chat. Y en lector de feeds la Zona Tomada, a donde volví tantas veces esperando encontrar el post que, aunque supiera que no correspondía al humor de Hernán, dijera que nos habíamos enganchado en el meme más siniestro de todos.
(Hace unos meses murió mi abuela. Todavía tengo su número de teléfono en la agenda de mi celular. ¿Cuándo llega el día en que uno -yo- borra un teléfono, baja un contacto?).
Y hubo un café y una Placita donde íbamos a charlar sobre la contingencia algún día, después.
Después de qué, carajo.

27 abril, 2010

I am not frightened of dying...

A la memoria de Puck,
que le gustaban estas historias.

De Clare no es mucho lo que hemos podido averiguar, al menos no es mucho lo que de ella registra Google. Que fue cantante, músico de sesión (en el escalafón de los músicos, un operario fino y sofisticado). Que ha trabajado para grandes y reconocidos artistas y que ha cantado jingles. Pero Clare parece un espectro de existencia manifiesta y rastros esquivos. Un par de fotos imprecisas, repetidas fractalmente, una biografía escueta y un reportaje del año 2009, aparentemente. Nació en Inglaterra, sabemos. Una página en Allmusic.com da cuenta de su existencia, pero no aporta fecha ni lugar preciso de nacimiento. La discografía apunta un único álbum, mencionado y referido en cada lugar de la red donde de ella se hable y del que sólo encontramos una fuente en la mula. Aún no lo escuchamos, y no estamos seguros de querer hacerlo. Como sea, Google también permite dar fe de que toda pesquisa sobre ella comienza en un mismo lugar: la discreta ficha técnica en el sobre interno de un famoso disco de rock, donde su nombre figura como vocalista de soporte. Podemos llegar a averiguar que por ese trabajo cobró 30 libras, y porque le tocó hacerlo en domingo, que se paga doble. Que era empleada de EMI. Que hizo un juicio y que no llegó a ganarlo, porque arregló antes. Logró lo que quería: su nombre aparece ahora junto al del compositor de aquella canción por la que cobró 30 libras. La había improvisado, en tres horas, parece (tres horas de un domingo). "Pensá en la muerte", dicen que le dijeron. Y esa fue la única indicación. O casi, porque cuando empezó a improvisar unas palabras, le dieron otra: "no, no queremos palabras". Eso fue todo, una intuición acerca de la inefabilidad de la muerte. Todo lo demás le es atribuible. Clare cantó, creó en esas tres horas una melodía bella y plasmó una interpretación escalofriante, una de esas cosas que nos hacen preguntarnos si realmente todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Esa sola canción le bastará para presentarse ante la diestra del señor, si es que esa chance nos queda, y no es poco.

Ella es Clare Torry. Ella ha puesto el soundtrack con que desearé comenzar mi gran baile en el cielo.


29 marzo, 2010

Una de rupturas

"...enterrar el cadáver del amor. Doler: hacer duelo, despedirse, dejar
ir lo que (se) ha partido, no temer a la disolución de lo que es
soluble, después de todo, nada hay que no tenga su solvente. Aún el
cuerpo muerto del amor se descompondrá de alguna manera y admitirá su
derrota, víctima del tiempo (ese mismo tiempo que se empecina en
obligarnos a repetir incansablemente, con monotonía de secundero, que
es aquello que todo lo cura, que todo lo borra, que todo lo puede).
Enterrar el cadáver del amor..."

28 marzo, 2010

Carne de diván

Algunos de ustedes quizás lo saben, pero resulta que hay analista y hay analizante.

Veamos: hay pianista pero no pianante, guitarrista pero no guitarrante. Hay cantante, sin que haya cantista.

Hay amantes, amoríos, amistades, pero no amoristas.

No hay naveguistas por más que haya navegantes; hay comediantes sin que haya comedistas; hay anarquistas y anarquizantes.

Hay corazones palpitantes para los que, a veces, el dolor es torturante: un contorsionista que extrema sus esfuerzos contorsionantes, un artista hartante.

Quizás esto sea simplista. Acordarán que, en todo caso, no es simplante. Cuando llegue el turno de lo importante no habrá manera de distraerse en lo importista: reconocerse anhelante, mas no anhelista.

06 marzo, 2010

Gesto

Hace un día hermoso y estamos reunidos junto a la piscina. Mis hijos entran al agua con su abuela, mi madre. "Está profunda", grita el mayor. Mi madre lo ayuda a flotar.

Tras ellos, entro yo al agua, y me pongo a nadar de espalda, llevando a mi hija del medio sentada a horcajadas sobre el abdomen. Ni bien empiezo a nadar, cuando las salpicaduras del agua estorban mi visión, me doy cuenta de que no me quité los anteojos. Sin dejar de nadar, me los saco y le hago a mi viejo, que está de pie junto al borde de la piscina, gesto de arrojárselos.

Su reacción me sorprende. "Pero cómo te vas a sacar los anteojos", me dice, y yo francamente no entiendo por qué no habría de quitármelos, pero advierto que no piensa recibir mis anteojos, así que los revoleo con furia. Los anteojos pasan por encima de él y van a dar más allá de la ligustrina que circunda el área de la piscina.

Yo sigo nadando, sin prestar más atención al asunto y bromeando con mi hija, que va muerta de risa sobre su papá ballena, que se llena la boca de agua y escupe hacia el cielo simulando el venteo de un cachalote gigante.

Sin embargo, escucho a mi madre que intercede por mi ante mi padre. "Carlos", dice, y reconozco el tono, la manera de decir ese nombre, que es la manera que usa todas y cada una de las veces que asume alguna forma de defensa de sus hijos, "Diego no puede nadar con anteojos, se mojan y no vé, además de que podrían arruinarse, ¿por qué no los ponés en algún lugar seguro?, eso es lo que te estaba queriendo decir..."

Entonces veo, alli, en el fondo de mi campo de visión, que mi padre se dirige hacia la ligustrina y busca mis anteojos. Es su gesto de buena voluntad.

Entre tanto, yo llego al borde de la picina y escucho que mi hijo mayor, que ya había salido del agua, se acerca a nosotros gritando y riendo y arroja una toalla con la que cubre a su hermana. A él no lo veo, porque yo sigo nadando de espaldas y estoy con la cabeza hacia el borde de la piscina, pero lo escucho reir. Al ver a la nena cubierta con la toalla, se me pasan por la cabeza dos o tres ideas amenazantes, como que podría sofocarse, asustarse, enredarse y caerse al agua, y digo "pero cómo vas a tapar así a tu hermana, ¿no ves que es peligroso?".

El nene vuelve a agarrar la toalla y se aleja, entristecido. Yo no digo nada más. En esta historia faltan muchas cosas, pero, sobre todo, falta mi gesto de buena voluntad.

05 marzo, 2010

Me retiro a construir un laberinto...

Si, estoy enganchado con Lost. Y me gustaría creer que estos muchachos se atraverán a prescindir de un final que eche por tierra el kilombo y que nos dejarán disfrutar, así, sin buscarle otra explicación que su mera posibilidad, del laberinto de Tsui Pen.

Dudo que lo hagan. Pero qué bueno sería.

05 febrero, 2010

Variaciones sobre un mismo tema

...no sólo desnudo: despellejado, privado de la más mínima superficie que establezca un límite y un contorno, tensión superficial, arrojado a la deriva, desmembrado, descuartizado, desecho en madejas, trozo de trozo de trozo, nimiedad cósmica, polvo de estrellas, partícula que sólo aporta número al universo, polvareda que un esfuerzo de la vista o un efecto de la distancia puede presentar como una cosa indivisa, una mosca, por ejemplo, y no el caos espantoso de millones de partículas mutuamente indiferentes...

30 enero, 2010

Alguien tiene que ser el malo


273. ¿A quien llamas malo? - Al que quiere avergonzar siempre.
274. ¿Qué tienes por lo más humano? - Ahorrar a alguien la vergüenza.

275. ¿Cuál es la señal de que se ha alcanzado la libertad? - No tener vergüenza delante de sí mismo"
Nietzsche, La Gaya Ciencia.


La clave (o la trampa), en el fragmento de arriba, está en la palabra "humano": ese adjetivo puede entenderse en un sentido positivo o en uno negativo. Pensamos nietzscheanamente si vemos el tinte peyorativo que esa palabra tiene ahí. Lo humano, consta hasta en la Wikipedia, es algo que para Nietzsche debe ser superado. Una herramienta para eso es la malignidad.

La malignidad, entiendo, sería la fuerza que hace salir de sus escondrijos a los compasivos, a los que están dispuestos a ahorrar a alguien la vergüenza, a permitirle a quien no ha alcanzado la libertad, no otra cosa que un esclavo, pasar por alto su condición. Una suerte de concepción instrumental de la malignidad.

Hay quienes que para convencerse de que han alcanzado la libertad salen a la caza de miserables para humillarlos, para no ahorrarles vergüenza. Convertir eso en una disposición proactiva, buscar en todos y cada uno la falla (y sabemos que a cualquiera que se mire lo suficientemente de cerca...), no deja de parecerme una forma menor de ejercer la voluntad creadora. En otro lugar de la Gaya Ciencia, Nietzsche dice:
"¿El mal es necesario? (...) Estos jóvenes quieren que les venga de fuera, o fuera se les ponga visible, no la felicidad, sino la desgracia, y su imaginación se esfuerza en hacer de ella un monstruo para ponerse en seguida a lidiar con él. (...) Ni saben qué hacer de sí mismos y por eso escriben en la pared las miserias de los demás; siempre necesitan a los demás."
Me quedo pensando en esa paradójica manera de depender de los demás, quizás todavía, e irremediablemente, humano, demasiado humano.

22 enero, 2010

Übermensch

"273. ¿A quien llamas malo? - Al que quiere avergonzar siempre.
274. ¿Qué tienes por lo más humano? - Ahorrar a alguien la vergüenza."

Nietzsche, La Gaya Ciencia.

¡Enfermos! Jodiendo al personal, enrostrando al otro su falla, todo el tiempo, sádicos metódicos, buscando el lugar donde duele para aplicar ahí presión. Forman parte del paisaje, están presentes, abundan, inevitables, orgullosos de su juego, adorando las mayúsculas del nobiliario título de Hijo de la Gran Puta, mierdas, soretes insufribles del hostigamiento. "¡No soy débil", se recuerdan todo el tiempo, incansables, fortísimos. Vanidosos narcisistas, inhumanos suprahombres, incapaces de nada mejor, se procuran sutura mediante el esfuerzo por ser los mejores y más grandes peores, El Malo por antonomasia. Resentidos de que Dios no exista, no tienen mejor idea que devenir satanases, encarnación del Mal: el Mal Necesario....

12 enero, 2010

Dibujos

El rey despertó esa mañana presa de la inquietud. Había tenido un sueño, vago e impreciso, que había dejado oscuridad en su alma. Consultó el oráculo, que fue diáfano: debía guardar una penitencia para apaciguar a los dioses. A su juicio quedaba el carácter de la mortificación. El resultado fue la muda angustia y la sorda incertidumbre, de las que era imposible extraer indicación o sugerencia. El rey atendió los asuntos de su estado. Ordenó sacrificios humanos. La noche llegó y trajo el sueño aciago. La mañana lo llevó desesperado ante el oráculo, que fue diáfano: la mortificación debía pesar sobre el rey mismo. Se clavó en la espalda las rituales espinas y caminó sobre las antiguas brasas. La noche no trajo la paz: los dioses seguían insatisfechos. El rey consultó el oráculo una vez más, que se negó a dar razón: lo que debía ser dicho había sido ya pronunciado. Enloquecido, el rey decidió huir. Caminó sin rumbo por el altiplano. Varias veces giró la luna. Cada mañana, el alma del rey despertaba oscurecida por el sueño de la víspera. Quiere la crónica que el rey regresara al punto de partida al cabo de numerosas lunas. Esa noche soñó su largo periplo. Una divinidad menor lo cargaba en su carro de fuego y lo elevaba al cielo, para que pudiera ver el dibujo creado por sus pasos. A los ojos de los dioses, había trazado nítidas imágenes en las arenas del valle de Nazca. El rey amaneció muerto y pretende la crónica que su rostro mostraba calma.

01 enero, 2010

"Otras verdades vendrán
diferentes"



Me gusta esta canción. Vuelvo a postearla.

A la memoria de Hernán, cuya ausencia aún no puedo creer. A la memoria de mi abuela, que me enseñó a jugar.

A la salud de aquello que ha llegado sin buscarlo y de lo que he buscado al pedo. Por aquello en que nos hemos convertido.

Por las pasiones que vendrán. Por el tiempo perdido.

Por los hijos que vendrán, recitando.

Por todos los hechos que vendrán a terminarse.