02 abril, 2008

Loop, retroalimentación

"Pero ojo
porque capaz
en el fondo es lo mismo
y pasar de una a la otra o de la otra a la una
es
solapadamente
referir a todas las demás".

Kaminer, Backfeeds: la Placita

La Placita y las ganas de no ver a nadie. Referencia empírica: sé de un lugar llamado la placita, en una esquina de tres calles numeradas, en una ciudad de la plata, a sesenta metros de una plaza italia. Todo parece indicar que es ese mismo bar la placita. Me queda, además, re-bien descrito si repito que es un gran lugar para no ver a nadie. En ese lugar he no visto a alguna gente. Un lugar para no ver a nadie, la placita, un lugar mítico. Lugares míticos. Estuve estos días pensando en el realismo de Henry Miller, eso que él dice que es lo único que le importa, no la verdad, ni siquiera la realidad, sino lo que le gusta imaginarse, lo que fue verdadero para él. Relato en primera persona, declaradamente autobiográfico y, sin embargo, el parís de Miller no es menos fantástico que la tierra media de Tolkien. Ciudades que existen. Pensé en el dresde de Vonnegut. Pensé que cada polvo de Miller era tan descomunalmente fabuloso como cada viaje en el tiempo de Billy Pilgrim, que lo que es verdadero, si acaso hay algo, en el relato de Miller es lo mismo que es verdadero en los saltos en el tiempo de Vonnegut. Me tocó una vez entrevistar a unos ex-combatientes de malvinas. Noté algo en su relato, en el manejo del tiempo: mezclaban los verbos en presente y en pasado aún en la misma oración y me dio la fuerte impresión de que cada bombazo de que hablaban estaba sonando todavía. Hubo uno en especial que me habló del hijo que tuvo mucho después de la guerra y de cómo le contaba a su hijo, que ahora tenía la misma edad que él cuando estuvo en las islas, aquella experiencia. Era como si todo, guerra, hijo y relato, hubiera pasado al mismo tiempo. Fue mucho después que leí a Vonnegut y en ese momento no ví la relación, no se me ocurrió entonces pensar que ese recurso de hacer viajar a su personaje por el tiempo y de imaginar una narración donde todo pasa a la vez podía ser de una pasmosa literalidad. Se me ocurrió recién hace unos días, releyendo a Miller y pensando que si algo había verdadero en el relato de Miller no era el recuento de polvos y no era ningún parís, como no era falso que Billy Pilgrim viajara en el tiempo. Hoy (ayer, anteayer, más o menos hace un rato) leo a Puck mentar la placita (el yeite del casanova, una que vale por todas) y nada, que la placita no existe.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bueno que estas cosas te disparen estas otras, mi viejo; así me dan ganas de seguir y seguir retroalimentando. Cómo no agradecerte por enésima vez la atención con la que siempre me leés. Y ese modo Vonnegut de realidad Miller, bueno, viejo, unos tamangos tan cortazarianos.
Propongo excursión epistemológica a La Placita para verificar la ontología actual de la placita.

Anónimo dijo...

Y nuevamente la idea de las cajas chinas verbales renace: la placita, los flashbacks, Las Malvinas, las guerras, Vonnegut, Miller, verano negro, playas, calles....

Mara Pastor dijo...

hay tantos la placita, con tantas calles a tres números...;)

Anónimo dijo...

Hola gente. Disculpen la parquedad. Mara, bienvenida. Sí, hay tantas...

Puck, Rain, siempre en el aguante. Un abrazo...