11 febrero, 2011

De lo irreversible

(Yo vuelvo a tomar nota del día en que uno de mis hijos se larga a andar en bicicleta. Esta vez, mi niña. No sé por qué pongo este énfasis, pero el día en que acompaño a mis hijos en ese aprendizaje tiene para mí un carácter muy simbólico: es un ritual de paso. Es un día en que el niño en cuestión levanta los pies del suelo, descubre que no necesita que lo sostengas, y expande su universo a unos cuantos, unos cuantos, metros más allá del área de control parental. Y, en darles ese empujón, me siento especialmente "padre", siento que ese es mi trabajo como padre -si, son muchos años de diván y de lecturas psicoanalíticas y conozco bastante acerca de la teoría que dice que en algo como eso consiste la "función paterna", pero es algo más que eso, es la "realidad" de estar haciéndolo, es la conciencia y la sensación de que uno corre y transpira y se agita para que el niño sienta que puede y, cuando descubre que puede, uno acepta y escoge como pago la sonrisa triunfal y definitiva. Y además, pienso en que en aprender a andar en bicicleta está eso que expresa el dicho, aquello de que hay cosas que son, justamente, como andar en bicicleta: que no se pueden olvidar, que son "irreversibles").

El 8 de febrero de 2011, diríamos que cerca de la puerta de Tanhäuser, mi hija segunda aprendió a andar en bicicleta...

4 comentarios:

Vicsabelle dijo...

He caido en tu blog de pura casualidad y me he encontrado con esta evocadora historia que recuerdad a mimisma y lleva de vuelta muchos, bueno, algunos años atras. Ah esa vicicleta!! !Cuanto ha llovido desde entonces, pero queda aun el recuerdo inborrable.

Si quieres puedes visitarme. En mi casita te recibiré con mucho gusto.

Un gran abrazo y sigue adelante con tus proyectos.

Pablo dijo...

Hola Vicsabelle. Gracias por tu visita y tus evocaciones.

Laviga dijo...

Qué buena mirada.
Felicidades!

Pablo dijo...

Hola Lavi!! Gracias e igualmente