Acabo de enviarle un mail a un amigo de nombre José. Ya no acostumbra a hacerse llamar así, pero de chico, para todos, era “Pepe”.
Supongo que conocen la leyenda acerca del origen del sobrenombre “Pepe”: vendría de Pater Putativus, que en las glosas de los textos teológicos se abreviaba “PP”, y era la manera en que se referían los estudiosos de la biblia a José, padre, como no puede ser de otro modo, adoptivo de Jesús el de Nazaret.
Y, vieron como es la cabeza de caprichosa a veces, que se queda rondando pensamientos inútiles, me fijé en algo, si lo piensan, curioso: esta leyenda supone que, para que en el idioma castellano la abreviatura “PP”, una referencia docta inscripta en textos de circulación, de suyo, restringida, se convirtiera en “Pepe”, apodo de todos los José, alguien que tenía acceso a esos textos y sabía leer debió comenzar a usar el “PP” para referirse a algún José, quizás el mismo José de Nazaret.
-Oiga hermano Bartolomé, ¿ha copiado ya la página sobre el PP?
-¿El Pepe?
-Si, hombre, José de Nazaret, el Pater Putativus.
-Procuraré haber acabado la página sobre Pepe antes de Completas, fray Ignacio.
-Ala, hermano Bartolomé, más respeto por nuestro Santo.
-Pero si se lo digo con todo respeto, Dios lo sabe.
(Y cabe imaginar a ambos monjes persignándose).
-¿Terminó la página, hermano Bartolomé?
-Si, como le prometí, fray Ignacio, y ya la he entregado al Padre Pepe...
-Discúlpeme usted, hermano Bartolomé...
-Que se la he entregao al padre José, como el Santo...
-Más respeto, hermano Bartolomé, que deberé indicarle penitencia.
(Y ambos monjes se persignan.)
Es decir que, en aquellos fantasmales, inquisitoriales, lúgubres y circunspectos monasterios del medioevo español habría habido un grupo de copistas poseedor de un celestial sentido del humor...
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