05 octubre, 2006

Mala luna

Pasó en el barrio. No sé si son casualidades o si es la luna y los planetas, que adoptan realmente alineaciones funestas.

El Negro tenía una casa, un perro, un auto. Y una esposa. Parece que la esposa ya no lo quería. No era un pendejo, el Negro, era un tipo grande. Parece que le dijo a su esposa que no podría tolerar que se fuera. Parece, dicen las mujeres del barrio. Su casa era una linda casa, de dos pisos, con una terracita balconeando hacia el jardín. Parece que la otra tarde estaba en el balcón y llamó a su esposa. Tenía su revolver en la mano, porque Jorge tenía un revólver, esas cosas de la vida suburbana de estos tiempos que nos tocan. Se pegó un tiro, ahí, para que ella lo viera.

Trato. Pero no puedo imaginarme el momento en que ella salió al balcón, trato de figurarme su cara, primero el desconcierto, la angustia, qué hiciste boludo, hijo de puta, la bronca. ¿Lo habrá tocado? Para reanimarlo, para confirmar lo que no podía ser, o habrá huido, escapando de la visión horrible. En el momento exacto de comprender lo que estaba pasando, ¿lo habrá vuelto a amar o lo habrá definitivamente odiado?...

¿Y, Nena? Ay, ¿qué pasó, Nena? Le dió la teta a su bebé, en medio de la noche. Estaba cansada y se quedó dormida. A la madrugada se despertó el marido y la despertó a ella, la sarandeó, fue él quien se dió cuenta. Salieron a la calle. ¿Nadie me para, nadie me vé? La calle, ahí, cerca del arroyo, es tan desolada y fría. Hasta que se tiró al medio de la calzada, se le cruzó a uno, que la llevó al hospital con su bebé muerto en brazos, así, en brazos, ya se sabe: como cuando dormía, una bolsita de huesos fláccida y tranquila. Acá tengo el diario, que dice que lo ahogué, que me quedé dormida y lo aplasté. El médico me dijo que fue muerte natural, muerte súbita, no sé.

El entierro fue modesto, le dibujó la cruz con un ladrillo. Ahora está juntando plata para comprar una plaquita, una plaquita así, y hace con las manos un cuadradito chiquito. Una plaquita así, para que esté mejor.

Pasó en mi barrio. Y esta noche prefiero pensar que la luna, los planetas y las estrellas pueden alinearse en constelaciones funestas. Prefiero eso, porque pensar que es porque sí, que así como fue podría no haber sido, que nadie lo dicta ni en ningún lado está escrito, es todavía más atroz, tan atroz...

3 comentarios:

Rain (Virginia M.T.) dijo...

Lso bebés no deberían morir nunca, nunca.

Anónimo dijo...

ay...

Anónimo dijo...

Rain, no deberían, pero...

Un abrazo, Ramiro..