...entonces la corrí, la alcancé y la detuve. Le dije "mentira: vine a verte, vine a buscarte porque no te dije toda la verdad, porque te mentí estúpidamente, porque soy un loco idiota enamorado de tu fantasma y los fantasmas aúllan toda la vida si uno no los acalla, porque sí, porque no quiero quedarme viendo cómo te alejás de mí, porque quiero tenerte aunque sea una vez, una noche; vine a buscarte".
Me pareció que el fantasma iba a decirme algo. Le cerré la boca (esa boca que pretendía usar para manifestarse) de un beso.
4 comentarios:
Supongo que lo que escribís no es real (lo que escribo yo, entonces, tampoco). Porque si llegáramos a estar tras el mismo fantasma, sería una cuestión compleja, y curiosa (¿en esta ciudad habrá más de un fantasma?).
Y llegar a un duelo, con pistolas y todo, por los derechos (¿carnales besos?) sobre un fantasma, parece loco, o triste. Pero hasta los padrinos serían fantasmas y de las cajas de los matagatos saldrían mariposas negras, o arañas, o grillos, y un viento verde.
No lo es, si se valida por la prueba empírica. Así que no nos batiremos por un fantasma (La Plata está llena de fantasmas, no debemos preocuparnos por eso: mires donde mires, abajo de cada piedra; no se diferencia de otras ciudades en ese punto, a decir verdad). En todo caso, me pareció muy bello el párrafo final de tu comentario: "...los padrinos serían fantasmas y de las cajas de los matagatos saldrían mariposas negras, o arañas, o grillos, y un viento verde..."
Depende el fantasma, claro, pero si lo vale pido pistola (lo único malo es que siendo el duelo por un fantasma platense, a mí me encantaría alguno de ustedes dos como padrino personal, peliaguda cosa si también tienen que ser a la vez adversarios).
Por lo demás, sigan mentando espectros ustedes dos que así es como vamos a terminar.
(Me acordé, chambón, de las únicas palabras que Borges rescata del Ulysses -la definición del fantasma, incluida en la famosa antología de la literatura ésa.)
Mi estimado: los fantasmas platenses habitan esas casas de pasillos verdinegros que mentara usted alguna vez. Los hay también que vuelan en aladelta saltando de las torres de la Catedral (falsas torres góticas, por cierto, un decorado cinematográfico). Puestos en fantasmática locura, digamos que, una vez muertos en duelo de viento verde, el señor Carlos y yo seremos con gusto los fantasmáticos padrinos de su propio duelo, mientras el espectro que ha provocado todo el escándalo mira con indiferencia y se va a tomar unos rojos vinos con Drácula...
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