02 diciembre, 2011

Remedios para el dolor

“...como si Dios nos hubiera dado
a cada uno un círculo a llenar. A mí, con esto –y levantó la
trompeta–. A usted, con lo que sea –se interrumpió–. De qué trabaja usted.”

Noche para el Negro Griffiths, Las panteras y el templo, Abelardo Castillo.


-Si no te gusta, andate.

Ahí estaba yo, con todo mi mal genio de cuarentón divorciado, echándola.

En resumen: que había empezado a venir sin llamar, que ya se había dejado un cepillo de dientes, que tenía varios pares de aros tirados en mi mesa de luz, que ya había asumido la responsabilidad de mantener la heladera provista de queso blanco y sin sal. Hasta ahí, vaya y pase.

Pero hoy había hecho una sugerencia inaceptable.

- Esa trompeta... ¿podrias meterla en el estuche y sacarla del medio, no? Si al final yo no te he visto tocarla jamás.

Punto final. Es asi, uno lo sabe. Como que a uno le ha tocado estar del otro lado y ser el infeliz que dice exactamente la frase que informa al otro que nada de eso tiene sentido: que no tiene swing. Esta vez, le tocaba a ella.

Fijate, boluda, pensé, o casi ni pensé, sí, a veces toco esa trompeta. Normalmente, cuando vos no estás, fijate. Pero además su presencia ahí, de pie en ese aparador, junto a los libros, o tirada sobre la mesa del comedor, entre las migas, es un testigo, un testimonio. Un recordatorio de mi tiempo perdido. Debe estar ahi para que yo no pueda olvidar.

En cambio, fui más sintético:

-Si no te gusta andate.

-Mirá que sos pelotudo- fue su reacción.

-Más a mi favor. Andate y listo.

-Solo, te vas a quedar.

¿Pero no ves que ya estoy solo? ¿Que hace años que estoy solo y que tu presencia, tus gustos decorativos, tus manías alimentarias, las tuyas o las de cualquier otra, no van a cambiar eso? Yo ya sé que estoy solo. Hace rato que sé que estoy solo. No es que me haya sido fácil de aceptar, pero ahora lo comprendo. Lo sé desde la primera mañana a solas con las pesadillas de la víspera, con mi mujer todavía al lado, desde la primera noche después de mi divorcio, desde que la nena me preguntó qué era morirse.

La hice más corta:

-Por eso, haceme el favor y andate.

Después que se fue, saqué la basura, puse música de Youtube y me fui a dormir.


8 comentarios:

guilleO dijo...

Aplaudo de pie.

Saludos

Pablo dijo...

;-)

Pablo Seguí dijo...

Qué duro. Excelentemente escrito. No veo el video porque alguien duerme cerca: intentaré imaginarlo. Abrazo.

Pablo dijo...

Gracias, Tama. El video miralo en algún otro momento: Morphine era una gran banda.

Un abrazo

Ignoto Transversal dijo...

Pablo:

la tristeza me pone triste

se me ocurre una tontería (vi el video) a veces el dolor cura...

................................

pienso en alguien que vive a no tantas casas de tu casa

................................

mejor me clavo un guisqui de dudosa calidad.

ta bien, pasé, saludé, me voy silbando bajito sin desordenar.

abrazo.

sevemo.-

Pablo dijo...

HOla Ignoto. No sé si el dolor cura, pero si sé que a veces no queda otra más que transitarlo. Escribo y pienso y me confirmo: no, el dolor no cura, no puede curar, pero para sanar hay que transitarlo.

Bah, vio com es esto: digo yo.

Un abrazo

pc dijo...

"Esa trompeta... ¿podrias meterla en el estuche y sacarla del medio, no? Si al final yo no te he visto tocarla jamás".
Nada peor que decirle a un músico (o aspirante a serlo, aunque sea principiante) cómo, cuándo, qué tocar.
(O lo que es lo mismo: cuestionar la libertad para ejercer el silencio. Musical, y no).
Abrazo

Pablo dijo...

Pucha, PC, me dejás pensando en una clave de la historia que se me escapaba a mí mismo. Este, más que un músico o aspirante a serlo, es más bien un músico frustrado, o fracasado. No obstante, tal vez eso que no quiere olvidar es que en definitiva le cabe también la libertad de ejercer el silencio.

Muchas gracias por el comentario.