15 diciembre, 2006

Elephant talk

No puedo hacer sino esto que hago, así, como lo hago, torpemente, sin gracia, a los ponchazos, pasando como el mítico elefante haciendo añicos las fruslerías que conforman el precioso capital del dueño del bazar. No es tampoco que sea Atila y que un impiadoso ímpetu conquistador me lleve a arrasar la tierra que piso. Es apenas una de las formas de la torpeza, ni siquiera la más flagrante o la más dolosa, apenas eso: un elefante en un bazar, hechando por tierra vasos baratos, jarros de agua y palanganas, pingüinos de vino, quemadores, calentadores, perchas, tendederos plegables, esas cosas simples. No puedo exhibir en mi beneficio una vocación iconoclasta. No ando por ahí vociferando el fin de los tiempos ni buscando aquello indestructible que tanto interesaba a no me acuerdo cuál anarquista famoso, creo que Malatesta. Claro, desprovisto de una motivación loable, difícilmente pueda conformar al dueño del bazar explicándole que es mi naturaleza de elefante la que me priva de la delicadeza que sus susceptibles escaparates reclamaban. Quiero decir: no se puede ser un elefante, meterse así nomás en un bazar y pretender luego salir por la puerta saludando con las orejas y bamboleando la cabeza como todo un artista mientras suena de fondo la musiquita del circo. No, señor, todo tiene un precio y debe pagarse. Lo que consecuentemente quiero señalar es que acumulo muchas deudas. Me encantaría poder pagarlas sin falta, pero algunas me las quieren cobrar usurariamente y, en todo caso, no tengo sino esta naturaleza de elefante que, sin gracia, torpemente, me llevará a hacer nuevos estragos en las oficinas de cobranza.

Sin embargo, debieran verme cuando con la punta de mi trompa levanto del suelo, separándolo de las ramas secas y el polvo, ese minúsculo maní que algunos amigos que conservo me regalan y, con gesto serio y concentrado, como conviene al rostro tristón de un elefante, lento, parsimonioso, me lo llevo a la boca para disfrutar de ese sabor seco y chiquito que tan bien acompaña, dicen, a la cerveza...




<META NAME="Note for further use" CONTENT="Para el 2007 debo excluir los títulos de King Crimson de mi vocabulario">

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me sube desde las patas mi instinto boy-scout y estoy a un tris de ofrecerme para, con todo el cuidado del caso, pagar las deudas en su lugar, en la oficina que sea, don. Y no es que espere mi maní de recompensa, qué va. Sería un modo como cualquier otro de alcanzarle uno (un maní), en realidad otro (otro maní), porque sí, porque me dan las ganas.
(Bien pensado, compraría una bolsa de grande y hasta pagaría las birras, pero no lo comente por ahí.)

FL dijo...

no se apesadumbre por su torpeza paquidérmica, está en su naturaleza, y aquellos que lo comprendan le sabrán perdonar destrozos de bagatelas.
Dicen que los elefantes de circo permanecen atados con una cadena a una estaquita de madera porque no creen que sean capaces de zafarse. Les atan desde chiquitos, cuando realmente no pueden zafarse, por mucho que lo intentan, y para cuando ya tienen suficiente fuerza, dejaron de intentarlo. Es decir hay mucho más allá de su torpeza, téngase fe.

Anónimo dijo...

Jajaja! Bueno, Puck, se agradece! La cerveza una vez me la sirvieron con rabanitos (cortados en rodajas) y fue un cambio muy agradable.

Fodor, alguna vez escuché eso de los elefantes. ¡Qué imagen triste la de un elefante encadenado a una estaca más que nada nominal!

Agradezco los ánimos, lo mío no es la falta de fe, apenas el inevitable efecto de énfasis y simplificación para fines escriturales, que no puede ser de otro modo.

Y queda formalemente inaugurada la sección "With a little help of my friends" ;-)

Rain (Virginia M.T.) dijo...

Oh, la imagen del elefante es deliciosa

lo único : le es imposible saltar

sion embargo Pablo muta y en otro momento, puede ser un ave y volar
más me pregunto

¿qué ave sería?