"Técnicamente, yo nunca fui infiel", me dijo Lucas. "Dejémonos de tecnicismos, Lucas", propuse.
-Fue para la época del primer recital de Living Colours en Obras, el '93, me acuerdo. Yo vendía café por las facultades y estaba conviviendo con Lu, ¿te acordás? Se dió en esa situación. Conocí una mina que laburaba en Bellas Artes. Se llamaba Claudia y solía comprarme un café y una medialuna casi todos los días. Desayunaba así. No sé cómo fue que se recortó de entre todos los demás que me compraban un desayuno. Tenía un hermoso par de ojos. En serio, sin doble sentido, que tenía unas tetas bárbaras también, no me voy a andar con remilgos para decir eso. Pero creo que en su caso me fijé en los ojos. Tampoco sé cómo fue que empezamos a encontrarnos por todas partes. Una vez me la crucé en Arquitectura y nos quedamos charlando. Otra vez fue un recital de Víctimas del Baile. "Qué hacés acá", le pregunté. "Que hacés vos acá", me dijo, marcando el vos. Y así. Nos encontrábamos sin buscarnos.
-Cortazarianamente- dije.
-Podés decirlo así, si te gusta. Teníamos muy buena onda y ese carácter detaché de la relación daba para charlas francas, mutuo psicoanálisis de banco de plaza y esas cosas. Ella pintaba cuadros, pero conmigo hablaba de libros. Era una lectora curiosa. Ahora que digo relación, no sé si se puede llamar relación a una relación así. Llegaron las vacaciones, ella se fue a su pueblo y empezó para mí la temporada baja. Nos fuimos con Lu a la costa, creo que a San Bernardo, si mal no recuerdo, en esa época era o San Bernardo o Santa Teresita, todo muy pío, a vender uvas frías en la playa. No nos fue ni bien ni mal, pero para finales de febrero estábamos de vuelta. La lluvia de febrero, supongo. Y empecé a encontrarme con Claudia por todas partes otra vez, casi todos los días. Enseguida supe que por esa fecha había sido su cumpleaños. "Feliz cumpleaños", le dije.
-Una chica de piscis.
-Si, una chica de piscis. ¿Vos contaste una vez que tenías un rollo con las chicas de piscis, no?
-Un rollo no. Un par de historias que no fueron que involucran a chicas de piscis.
-Un rollo -dijo mirando el lugar donde está la respuesta a la pregunta sobre por qué es más bien el ente y no la nada-. A mí se me metió en la cabeza hacerle un regalo por su cumpleaños pasado, pero no se me ocurría qué. Al otro día, a la tarde, me la volví a encontrar caminando sola por el bosque. Le dimos no sé cuantas vueltas al lago, conversando. Me dijo que estaba leyendo a Laiseca, La hija de Keops. "¿Te gusta?", le pregunté. "Me divierte", dijo. "¿Leíste La Mujer en la muralla?". "No", me contestó, "esto es lo primero que leo del tipo". Le pregunté si lo quería, que se lo podía prestar. "Dale", aceptó. Había encontrado un regalo para hacerle. Pero no me quería mostrar, cómo decirlo, ¿ansioso?, no me imaginaba apareciendo con un libro nuevo, comprado para ella, me parecía desmesurado, después de todo, no se podía decir ni que fuéramos amigos, ni que estuviéramos flirteando, nada. Entrar en plan "préstamo" y después regalárselo me parecía adecuado. Además, no sé, regalar un libro leído por uno tiene algo más amable, como una oferta de confianza.
-Ibas vos en ese libro -dije. Lucas ignoró el comentario. Yo me dí cuenta de que lo que había querido ser ingenioso había sido pueril.
-Decidí regalarle mi ejemplar, que no estaba ni mucho menos deteriorado pero ya no tenía la disposición hostil, altanera, de un libro nuevo. El único problema era que La mujer en la muralla me lo había regalado Lu. Era la edición de Tusquets, la colección esa que tiene en las tapas un marco como un damero o como las banderas que se agitan al finalizar una carrera de autos. No tenía dedicatoria ni ninguna marca que lo distinguiera, pero Lu y yo sabíamos que era su regalo, no podía desaparecer así como así de nuestra biblioteca. Vamos, que yo participo además de esa ética que dicta que uno no debería regalar lo que le ha sido regalado. O sea: sentía culpa. ¿Sabés qué hice? ¡Mirá vos lo que hice! Compré otro ejemplar, tomé el viejo de mi biblioteca y en su lugar puse el nuevo. Fue la única vez que salí con la intención de encontrar a Claudia. La encontré, claro. "Te traje el libro de Laiseca, ¿todavía lo querés leer?" "Sí", me dijo. "Tenelo, tomalo como un regalo de cumpleaños". Después de eso, pasé, fijate qué locura, varios meses sacando cada dos por tres de su estante el ejemplar que quedó en mi casa para hojearlo, ajarlo, darle un aspecto domesticado, amoldado a las manos, para imponerle el porte que tiene un libro que finalmente ha admitido permanecer de piernas abiertas. De hecho, lo volví a leer. Eso pasó. Técnicamente, eso no es una infidelidad. No es nada, es menos que nada. Una mentira tonta, una expresión de debilidad...
Yo no sé si Lucas finalmente se cogió a Claudia. No me lo dijo y no se lo pregunté. Según él, "técnicamente", nunca fue infiel, así que infiero que no pasó nada mientras duró su relación con Lu, por lo menos dos años más. Me pregunto si habrá logrado que el libro se pareciera al otro, el mismo.
5 comentarios:
Lo que es seguro es que Lucas y Julieta dejaron de saber lo mismo sobre ese libro.
Me quedo pensando, evitaré infidelidades si dedico los libros que regalo?
Es verdad lo que dice Mariana. Aunque la única que podría distinguir, si quisiera, que el libro nuevo no tiene el desgaste suficiente, sería Julieta. Quienes demoran la separación perciben fácilmente todo desgaste referido a su pareja; y a veces eligen enceguecerse, no distinguir, como un ultimo regalo merecido. Esperemos que nuestro Romeo arrepentido se haya ido finalmente con su Maga, y que haya entendido para siempre que más valen los cien mil pájaros volando que la porquería que solemos atrapar con nuestras pobres manos.
- la fidelidad es un estado mental
- ponéle, ¡caradura gorreador!
"... mirando el lugar donde está la respuesta a la pregunta sobre por qué es más bien el ente y no la nada".
Me mataste, Pablo. Ah, ese lugar... Yo no sé si miró seguido ahí últimamente, pero que me chumben si leí en mucho tiempo una mejor manera de nombrarlo.
Claro, Mariana! Ya no era el mismo libro, no podía ser el mismo libro...
Bato, alguien que valoro alguna vez me dijo: "las mujeres siempre saben". No creo que Lucas engañara a Julieta con una artimaña tan pueril, pero está claro que en ese momento no quería perderla... ¿Es un pájaro? No, es un avión (el más bello fuselaje)...
Fodor, esta vez si que no le entendí. Bueno, lo del estado mental sí, pero no avizoro el sentido de "gorreador" en el uso que usted le da.
Puck, mi estimado, le agradezco la gentileza. El mérito es del viejo Martin, ya sabe. Lucas apenas ha entrevisto que eso tiene una manifestación en el espacio. Mire, ahí, ¿lo vé?
Abrazos a todos.
Publicar un comentario