¿Falta mucho para el Plaza?- preguntó la vieja, sin subir al colectivo, desde la calle.
-Viene atrás -le contestó el chofer, y alcancé a oírlo. La novedad me causó malestar. "Siempre viene atrás. Si no pasó ya, no puede ser de otro modo: viene atrás". La vieja, que había preguntado por el tiempo y no por el espacio, volvió a subir al cordón, satisfecha. Me miró como miran las vacas que esperan la crecida del río atrapadas en el fango del lecho. La miré con indiferencia mientras recuperaba su lugar en la fila.
"Siempre viene atrás", pensé otra vez. Y la frase se me pegó en el fondo del cráneo con la misma insistencia con que permanece allí grabada la imagen de un pedestal vacío que adorna la plazoleta de la parada. "Nunca hubo una estatua sobre ese pedestal", pensé enseguida.
Recuerdo que mi hermana me escuchó usar una vez la palabra "siempre". "Siempre y nunca son palabras atroces: nunca es siempre, nunca es nunca", me dijo, enojada, terminante, como si yo hubiera faltado a un fundamental acuerdo y ella estuviera recordándomelo. Pienso en palabras atroces; acabo de usar más de una.
Insisto: recuerdo que ese pedestal ha estado vacío desde que noté su presencia. ¿Es eso mucho tiempo? Y supongo, puesto que nada de eso pasa en este momento, que recuerdo a mi hermana, a una mujer un poco más joven que yo en la que pienso ahora como mi hermana, reaccionando ante mi uso de la palabra "siempre". Ahora no es siempre, ni nunca. Quizás la que pienso que es mi hermana tuviera razón y algo esté fallando en la pantalla de mi mente. Sé que los choferes del Las Casas, del Industriales, del Puente Angosto, dicen que el Plaza viene atrás. Lo sé en este momento, de eso no tengo dudas. Si yo no tuviera en el fondo del cráneo grabada la imagen del pedestal vacío, eso me hubiera bastado cuando lo dijo el chofer y me habría quedado tranquilo en mi lugar de la fila, con la expresión de las vacas que esperan la crecida. Tal vez no fue sino que acababa de ver el pedestal vacío y en realidad no hubo nada que pudiera llamar un recuerdo, si un recuerdo es algo que viene a ocupar el lugar de otra cosa que ya no está. Después de todo, hoy o siempre, lo mismo da, el Plaza viene atrás.
Llegó el Plaza. Mientras la vieja levantaba el brazo para indicarle que parara, llamó mi atención un tipo que escapaba escapaba del bar al otro lado de la calle. Eso no está pasando ahora: ahora, que no es siempre ni nunca, lo recuerdo.
3 comentarios:
Escapaba escapaba, usted se acuerda. Salud.
Yo utilizo constantemente las terribles y absolutas siempre y nunca. Y también me lo recriminan...
y es que siempre hay alguien que nunca está contento.
¿Me acuerdo, Puck? Sí, de algo me acuerdo, creo...
Fodor, e' ansina, nomá', como usté dice. Y están los que siempre encuentran la manera de que algo sea nunca.
Un abrazo, gente
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