...entonces
nos acercamos el uno al otro y nos besamos. Un beso en los labios,
tierno, suave, hecho de varios besos más pequeños. Cuando terminó ese
beso, ella tomó mi cara con sus dos manos, como quien eleva una ofrenda,
como una caricia, y dirigió mi cabeza hacia un costado. Me dió un largo
y dulce beso en la mejilla. Mi reacción fue reír, un poco
exageradamente. Aún no sé qué puede haberle significado mi risa. Tampoco
sé yo mismo qué quise decir, si fue una risa nerviosa, o una forma de
aceptación.
Esa
fue la despedida. Salí de su casa. Estaba oscuro y hacía mucho frío. Me
calé el gorro de lana y alcé el cuello de mi abrigo. Un beso en la
mejilla. No había romanos esperándome. Estaba solo.
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