(Soy hombre de duelos lentos. Debo admitir que no publiqué esto cuando debí. Sentí pudor de mi dolor, sentí que las palabras eran vanas, que ya no tenían "sentido" porque no llegarían a quien estaban dirigidas: quería decirle a Hernán que estaba seguro de que, como Unamuno, él no dimitía de la vida y que me sentía halagado por la fortuna de habernos encontrado en el camino. Hoy me topo con este borrador entre otros y me asaltan la pena y la vergüenza. Siento que no podré seguir con este blog -ni con ningún otro- si no honro debidamente la memoria de un amigo, el que se nos adelantó, el stalker).
¿Cómo es esto? ¿Y entonces? ¿Y ahora? ¿Lo conocí, realmente? ¿Éramos amigos? Si, yo diría que sí, pero no conocí su casa, su familia, su historia. La complicidad de la pantalla, superficie amable, un diálogo como pocos, una posibilidad, una promesa.
Con el paso de los días, me sentí más triste. Esta realidad virtual que apenas conjuramos tres o cuatro veces, me deja, a mí que lo conocí en este ámbito, con una extraña sensación de duelo pendiente, de elaboración difícil: para nosotros que habitamos aquí, no hay cadáver. Lo hubo, seguramente, para otros (para su mujer, su familia, sus amigos esos de allí, de la historia y el pasado y los recuerdos y el barrio o la escuela o los bares).
Y ahí veo. "Puck" en la lista de contactos de chat. Y en lector de feeds la Zona Tomada, a donde volví tantas veces esperando encontrar el post que, aunque supiera que no correspondía al humor de Hernán, dijera que nos habíamos enganchado en el meme más siniestro de todos.
(Hace unos meses murió mi abuela. Todavía tengo su número de teléfono en la agenda de mi celular. ¿Cuándo llega el día en que uno -yo- borra un teléfono, baja un contacto?).
Y hubo un café y una Placita donde íbamos a charlar sobre la contingencia algún día, después.
Después de qué, carajo.
7 comentarios:
Uf, me dolió este post. Es que algunas cosas que decís las siento propias. Ahí está también, en la columna del chat, en los feeds. Quedará. Un abrazo, Pablo.
Algo más: hoy estuve releyendo Los acuáticos, de Marcelo Cohen. Del libro cayó una hoja A4 doblada. Es la impresión de un post de Puck, sobre el primer relato de ese libro, "El fin de la palabrística". Me gustó su lectura y en ese momento la incorporé al libro como nota al pie, digamos. Volví a guaradar la hoja. (Fijate qué curiosa coincidencia: ahí en ese cuento está la frase "No hay cadáver". Él no había leído el libro al momento de escribir su saga y se asombró cuando se lo hice notar. Tiene otra resonancia ahora).
Hola Vero, ¿cómo estás? Te pido disculpas de corazón por ese dolor. Fijate el tiempo que me tomó a mi llegar a este post, lamento en serio esta suerte de recaída. Me acuerdo de cuando le señalaste a Puck el "no hay cadáver" (¿fue en comments en la Zona o en una charla, o alguno de ustedes me lo contó después? ¿cómo es que lo sé?). Todavía no leí Los Acuáticos...
No pidas disculpas por eso, Pablo. Me reconozco en algunas cosas que decís y hay algo dulce en eso a pesar de la tristeza. Hubo un post en la Zona, sí, sobre esa... carencia de cadáver. Por Los acuáticos, con presteza te lo presto, cuando gustes.
Hola Pablo, creo que ya leí como tres veces el post.
El dolor sigue. Nombran a Cohen y recuerdo cuando lo vimos en La Plata (ahí conocí a Vero personalmente). En este último tiempo me costó hasta iniciar la lectura del libro Casa de Ottro, sin embargo lo leo y juego tontamente pensando que frase o que pasaje del libro le hubiera gustado a Hernán.
Te mando un abrazo Pablo.
Hola Pablo, soy uno de esos amigos de Hernán "de los de allí". Hacía tiempo que no andaba por la zona y demás, pero ayer Vale me contó sobre el post. Después de 18 años de entrañable amistad y por esas cosas tan raras que pasan en la vida de afuera, tampoco tuve cadáver, y si hubiese podido estar sólo habría cambiado la forma de manifestación del dolor y la tristeza, que va a estar siempre conmigo, junto a la enorme dicha de haber sido su amigo. Gracias
Hola Mariana, hola Agustín.
No sé qué decir, me sale gracias a ustedes por venir hasta acá y dejar sus palabras. Mariana, me conmueve que hayas vuelto a este texto, hay en él una enorme tristeza, y, Agustín, el agradecido soy yo, gracias por decirme lo que me decís, es importante.
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