En teoría, dejando de lado sutilezas y sofisticaciones, es posible afirmar que toda escritura es un plagio, que nadie usa sino texto usado, creado por otros.
Con el mismo nivel de simplificación, puede decirse que, en teoría, dado que entre los electrones que conforman esta silla en que me siento no hay nada, la silla es mero espacio vacío.
Entonces, si usted toma mi silla, puede decir que no me ha robado nada. Y yo, le digo la verdad, como me gustan estas cosas así medio esotéricas, tendría genuina curiosidad por saber cómo pretende usar esa nada que no me ha robado, por comparar incluso la manera en que la usaría usted en relación con cómo la he usado yo. Podría yo hallar en esa comparación cosas interesantes, no se lo niego.
Sin embargo, vivimos en un mundo donde, a todos los fines prácticos, usted me habría robado la silla.
Ahora bien, si la necesita, puede pedírmela prestada. Puede incluso discutir mi derecho a usufructuarla, o afirmar el suyo a usarla en mi lugar. Hay maneras para todo eso, algunas por cierto antipáticas, no lo vamos a negar. Tendría que hacer valer sus argumentos.
Pero no me venga, por favor, con que, a los fines que nos interesan, es espacio vacío...
4 comentarios:
¿Carta a Bucay?
Francamente, Fodor, un repaso para mí mismo...
Tiene coherencia, Pablo.
Pero me puse a pensar: si yo planteara algo semejante a mi vieja, por ejemplo, abriría atónitos sus ojos turcos y me diría que demasiado tiene ella ya con un hijo adicto a los psicofármacos, para que ahora yo también...
Creo que tu reflexión no impugna la mía, Silvia, es más o menos del mismo orden: a tu vieja no le irías con argumentos semiológicos sobre la alteridad del lenguaje o cosas por el estilo. Para sus ojos turcos, una silla es una silla. Sobre ese plano estaba tratando de reflexionar...
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