Por el Prof. Arturo Sandoval
De unos años a esta parte, Argentina ha visto multiplicarse como hongos lo que se ha dado en llamar "bandas tributo", agrupaciones musicales que aspiran a recrear con precisión neurótica hasta el más mínimo rasgo de la obra y presencia de un artista equis. Desde los tiempos en que la mítica
Rael realizaba una muy lograda recreación de la obra de Genesis hasta el día de hoy, mucha agua ha corrido bajo el puente.
Un abordaje del fenómeno nos recomienda buscar la condición de posibilidad de estas bandas mediante la realización de una genealogía, buscando antecedentes en los sempiternos imitadores de Elvis y en las bandas beatle que
abundan en todo el mundo.
Otro, propone buscar qué cambios en los hábitos del público habrán de haber favorecido esta evolución. Valga como hipótesis: el deseo de consumir algo tan cómodo y confortable como un DVD, pero un poco más intenso, podría haber facilitado la multiplicación de bandas capaces de explotar ese nicho de mercado poniendo en escena, algunas de forma muy acabada, a The Doors, Pink Floyd o Queen.
Como sea, la forma más sofisticada de esta tendencia es la que reúne a los miembros mismos de viejas bandas con el fin inconfeso, irreprochable pero no por ello inocultable de proveer a la reproducción de su propia existencia material.
En los últimos tiempos, hemos tenido la ocasión de ver así a la mejor banda tributo a Deep Purple del mundo, por ejemplo, o de emocionarnos con una de las dos mejores bandas tributo a Pink Floyd que hay, por no mencionar las varias veces que pudimos disfrutar del más soberbio tributo a los Rolling Stones que depara el rock business.
Incluso el rock vernáculo tiene lo que le toca: recientemente, se ha reunido la mejor banda tributo a Soda Stereo que sea dable desear.
¿Qué caracteriza a estas bandas tributo? El hecho de tomar un repertorio de textos conocidos, recrearlos en un nuevo contexto enunciativo y ponerlos a disposición de nuevas condiciones de recepción, convirtiéndolos en una suerte de objeto para el goce necrofílico, una lengua muerta, palmas de mallorca (¿se acuerdan?, no me digan que no, es un chiste de
Les Luthiers: "lengua muerta, palmas de mallorca, lomo sapiens, boca corazón"...).
Nada grave, ni nada que, a decir verdad, merezca reprocharse, después de todo, en toda recreación siempre hay algo del atávico esfuerzo de interrogar a los muertos.
Pero que no me digan que
lo que viene en noviembre es Queen.