29 noviembre, 2006
Lisboa
Tomábamos el té mientras mirábamos el mar por la ventana del salón. A veces, no nos alcanzaba el azúcar y le arrancábamos mechones de pelo a tu perro blanco, que dormía a nuestros pies, siempre.
¡El mar era tan verde! Contemplábamos las olas y nos hacíamos cosquillas en las yemas de los dedos, con las uñas. En la terraza, creábamos montañas de pelo blanco de ballena que caía de los aleros. (El perro estornudaba y trataba de atrapar al vuelo el vapor de pelo de ballena que se deshacía en el aire).
Nos zambullíamos en las montañas y rodábamos.
Estabas desnuda entonces.
Te tocaba la palma de los pies antes de que bajaras a la playa. El mar te esperaba conteniendo el aliento (Lisboa entera se estremecía con la apnea del mar).
Yo cerraba las celosías y rezaba. Tal vez llorara. Devoraba los mechones de pelo blanco de ballena que habían estado entre tus piernas.
Tu perro se quedaba en la terraza y miraba el cielo hasta que la lluvia le quemaba los ojos acuosos y le lavaba el pelo blanco, que escurría a chorros, como volcanes de edulcorante. Entonces se levantaba despacio y se iba a tirar debajo de una mesa de hierro forjado, pintada de blanco.
Lisboa entera (las calles naranja) espera que salgas del mar.
22 noviembre, 2006
Ocaso
que a un adicto a la piel
le duela el alma..."
Amar con lástima, Richard Coleman.
Aurora cierra los ojos e inmediatamente es de noche.
-¿Otra vez compraste boludeces?
"Debe haber algo más", pienso. Algo detrás de la compra del supermercado. Algo más que Aurora recostada en el sofá, con los ojos cerrados, dejando que el cigarrillo se queme entre sus dedos sin fumarlo.
-Compré un montón de cositas ricas. Pensaba hacer una fondieu.
-Qué rico. ¿Trajiste vino?
-Un chardonay de Nieto Senetiner.
-Te gusta gastar plata al pedo...
Algo más. Quizás eso que llaman los fantasmas del vino o algo en la suavidad de los quesos que pronto serán una crema amable. "Sin nada parecido a palabras". De ese modo pienso que el vago perfume de la madera ardiendo en el hogar podría bastar para crear la ilusión de placidez, como el humo del cigarrillo que Aurora se lleva ahora a los labios o el sabor áspero y prepotente que imagino inundándole la boca podrían bastar para crearle la ilusión de placer.
Ahora le hacen abrir los ojos. Nadie puede saberlo, pero eso me estremece... Miro con ansiedad por la ventana hacia afuera, mas no: las cosas son más complicadas que en los juegos de palabras. Ahí sigue la noche.
16 noviembre, 2006
No basta ser valiente para aprender el arte del olvido
La canción que acá subo me gusta por un dato musical y por otro poético. Me encanta la línea de guitarra que le hace fondo a la voz en la segunda parte, me resulta de una melancolía sobrecogedora.
Ese es el dato musical. El dato poético es el par de versos "hoy encontré tu olor / fugándose en la casa". Me parece una imagen conmovedora, tristísma. Hay que estar muy solo, en una casa muy vacia, y muy atento, o al menos no distraído en las banalidades de la vida cotidiana, para sorprender un olor en el momento justo en que se fuga.
Y el olor no es cualquier olor, es "su" olor, ese que le aprendió por haber estado en la cercanía que da el amor, un olor que es como la clara luna y los lentos jardines y cuya presencia, fugándose en la casa, impone la constatación de que ya no es mágico el mundo.
El olor era, pareciera, algo que le interesaba a Palo para la época de Don Cornelio. Me lo hizo recordar Ramiro, que posteó esta canción de Don Cornelio, del mismo disco que Cabeza de Platino, donde alguien pretende bajar (con su amada, me gusta pensar) al mismo infierno, "incontenibles, hasta donde el Diablo pueda olernos".
Eso es oler.
Por mi parte, aquí dejo Cabeza de platino
14 noviembre, 2006
Fertilización cruzada
En el cruce entre ambas versiones, pensando si uno modela o no su propia fisonomía, yo recordé el monólogo de uno de los travestis de Todo sobre mi madre. En el diálogo con Kaco y Luciana, me pregunté si el retratista de la anécdota tenía menos la facultad de adivinar el futuro que la de ver el sueño, ese conglomerado de fuerzas que estaba operando y que haría que el retratado llegara a parecerse a lo que siempre soño de sí.
Estaba todavía en la reflexión sobre el lugar inaccesible entre el destino y el libre albedrío, entre lo que seremos porque no nos queda otra y lo que seremos capaces de construir con eso, en la inaprehensible grieta entre las estructuras estructuradas y las estructuras estructurantes, cuando llego a estos versos de Jorge Dipré: "...tomar la foto de lo que / seremos / escribir el poema / del advenimiento..."
Y encuentro (o me invento) un dibujo con todo esto ...