19 enero, 2006

Caminos

Nada adquiere valor por sí mismo. Todo se inscribe en un recorrido (amores me han dicho que "todo" y "nada" son palabras espantosas y soberbias; pero nada adquiere su valor por sí mismo).

¿Cómo es que uno se queda, luego de haberse visto obligado a leerlo en la escuela, con la idea de que García Lorca era un español, con suerte se entera uno que puto, que escribía pavadas romanticonas, medio bobaliconas, y que su principal mérito, vistos los bodrios a que nos sometía la maestra, era haber muerto fusilado por la dictadura franquista (por republicano y por puto)?

Por suerte, la vida tiene caminos largos y sinuosos y yo me olvido de García Lorca y salto al momento en que alguien me hace escuchar a Leonard Cohen. Es entonces que llego a Take this Waltz, me enamoro de la dulzura de Jennifer Warnes haciendo la segunda voz de la estrofa final y quedo colgado de imágenes maravillosas: "there's a tree where the doves come to die", "on a bed where the moon has been sweating".

Algún tiempo después, porque había aprendido a disfrutar de la voz de Cohen, me hice de I'm your man y al leer el booklet (soy de los que leen los booklets) descubro que Take this waltz está basado en un poema de Lorca. Nada pasó entonces más que la incorporación de un dato erudito que se almacenó en ese lugar abarrotado de mi cerebro donde acumulo saberes superfluos.

Mas un día, en una mesa de saldos de supermercado, me encuentro hojeando "Poeta en Nueva York" y me doy cuenta de que contiene el "Pequeño vals vienés", aquel que había inspirado a Cohen. De repente, dos cosas disímiles tenían ese mágico enlace y una luz se hizo. Me llevé "Poeta en Nueva York", mi primer libro de García Lorca.

"Dejaré mi boca entre tus piernas", dice Lorca en el Pequeño vals vienés. Qué buen lugar para dejar la boca, qué buen lugar para que una boca se quede. Encontré que Lorca no era ningún bobalicón, que era un poeta sensual, que sabía de los olores del sexo y de dónde había que meter la boca.

Y la versión de Cohen y el original de Lorca empezaron a dialogar y se enriquecieron:





Now in Vienna there are ten pretty women.
There's a shoulder where death comes to cry.
There's a lobby with nine hundred windows.
There's a tree where the doves go to die.
There's a piece that was torn from the morning,
and it hangs in the Gallery of Frost

Ay, ay ay ay
Take this waltz, take this waltz,
take this waltz with the clamp on its jaws.

I want you, I want you, I want you
on a chair with a dead magazine.
In the cave at the tip of the lily,
in some hallway where love's never been.
On a bed where the moon has been sweating,
in a cry filled with footsteps and sand

Ay, ay ay ay
Take this waltz, take this waltz,
take its broken waist in your hand.

This waltz, this waltz, this waltz, this waltz
with its very own breath
of brandy and death,
dragging its tail in the sea.

There's a concert hall in Vienna
where your mouth had a thousand reviews.
There's a bar where the boys have stopped talking,
they've been sentenced to death by the blues.
Ah, but who is it climbs to your picture
with a garland of freshly cut tears?

Ay, ay ay ay
Take this waltz, take this waltz,
take this waltz, it's been dying for years.

There's an attic where children are playing,
where I've got to lie down with you soon,
in a dream of Hungarian lanterns,
in the mist of some sweet afternoon.
And I'll see what you've chained to your sorrow,
all your sheep and your lilies of snow

Ay, ay ay ay
Take this waltz, take this waltz
with its "I'll never forget you, you know!"

And I'll dance with you in Vienna,
I'll be wearing a river's disguise.
The hyacinth wild on my shoulder
my mouth on the dew of your thighs.
And I'll bury my soul in a scrapbook,
with the photographs there and the moss.
And I'll yield to the flood of your beauty,
my cheap violin and my cross.
And you'll carry me down on your dancing
to the pools that you lift on your wrist

O my love, O my love
Take this waltz, take this waltz,
it's yours now. It's all that there is.
En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.

Este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.

Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.

En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados.
Hay frescas guirnaldas de llanto.

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.

Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals del "Te quiero siempre".

En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orilla tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.

Muchas veces me ha pasado llegar antes a la versión que al original. Suele ser un camino sorprendente. En este caso, me fijo en estos detalles maravillosos: "las diez muchachas" que para Cohen son necesariamente (y simplemente) "pretty women", la "boca cerrada" que debe tomar el vals es el propio vals, pero "with the clamp on its jaws", esa "nuestra cama de la luna" que para Cohen es "the bed where the moon has been sweating", o "la muerte para piano que pinta de azul a los muchachos" que se transforma en un "bar where the boys have stopped talking, they've been sentenced to death by the blues" (qué lindo pensar que una pieza llamada "muerte para piano", anudando en un bar lo azul, la tristeza y el blues, te deje sin palabras, ya una forma de muerte).

Cohen hace magia y hay tortugas y mendigos que desaparecen, hay cosas que cambian de lugar, un sepulcro es una cruz (y la cruz, eso que se carga, es un destino, como el sepulcro) y bueno, parenmé, que si no les cuento otra vez los dos poemas, que para mí son una unidad de ideas y emociones, una red de reenvíos mutuos. Pienso en la versión de Lorca cuando escucho a Cohen, escucho la voz de Cohen cuando leo a Lorca...

Se sabe: la escuela hace daño, pero la vida da segundas oportunidades, a veces. Y por fortuna alguien llevó mi atención hacia Leonard Cohen, y Leonard Cohen llevó mi atención hacia Federico García Lorca. Qué suerte que tuve.