"El resplandor de la ciudad es un eclipse de luz que nos impone una noche sin estrellas. Y así, la vida se nos pasa creyendo que el cielo estrellado es un magro privilegio para campesinos rústicos, que no compensa la falta de las potentes comodidades de la vida urbana.
(Publicidad de multivitamínicos: viva una vida de mierda pero tome estas pastillas para aguantarla.)
Quizás una de las cosas que le duele a Lucas es ver que ninguna promesa se ha cumplido y que treinta dineros es en definitiva un muy buen precio para casi cualquier alma:
El tiempo ha pasado y la adolescencia resultó un mal que se diluye como la mierda en la letrina, dejando rastros sucios y malolientes. En su lugar, la muerte crece despacio y la espera se convierte en una actividad casi excluyente. Para su espera, Lucas ha quedado solo, aunque teóricamente no esté más solo que al principio.
Pero su hagiografía se ha ido despoblando. Por falta de mérito, por indiferencia, por tiempo o por distancia, ha desaparecido él mismo del más modesto altar. ¿Qué pasa con un altar en el que sólo quedan velas?
Puede pasar que el resplandor sea un eclipse de luz que nos muestre la noche sin ángeles."